Todos sabemos que Brasil tiene un problema enorme con el tamaño de su deuda pública (57% del PIB o más de u$s 300.000 millones aún si deducimos más de u$s 50.000 millones en reservas). En vísperas de la elección de 2002, con el riesgo país en 2.500 bps y la economía estancada, el país estuvo apunto de caerse al default. El shock de expectativas que significó la política ortodoxa de Lula sumado al contexto internacional muy favorable a los emergentes sirvió para bajar el spread soberano de los 2.500 bps de octubre de 2002 a 400 bps en enero de este año. Pero hoy, escándalo político y amenaza de suba de tasas en Estados Unidos mediante, ya estamos de nuevo en los 600 bps. Y la pregunta que subyace en la mente de muchos inversores es si la deuda de Brasil entró a un sendero de sustentabilidad o si la crisis sólo se postergó en el tiempo.
La historia reciente nos enseña que muchas de las denominadas “crisis emergentes” surgen como profecías autocumplidas: el punto de equilibrio es inestable y puede moverse hacia un círculo vicioso o virtuoso según lo interprete el mercado. En estas condiciones los hacedores de políticas deben ser sumamente cautelosos con las señales que se emiten.
A juzgar por los últimos indicadores económicos lo peor de la crisis en Brasil pareciera haber quedado, al menos momentáneamente, atrás. Si bien la economía brasileña se estancó en 2003 (crecimiento de –0,2%), la tasa anualizada de crecimiento del último trimestre fue del 6%. Las tasas reales de interés han descendido considerablemente, la inflación está bajo control del Banco Central, quien todavía dispone de espacio para continuar recortando la tasa Selic, el desempleo dejó de crecer y los salarios reales de caer, la producción industrial creció 5% en el segundo semestre en comparación con una caída de 4% en el primero y duplicando su ritmo de crecimiento en el último trimestre del 2004. ¿No sería irónico que sea justamente Lula Da Silva quien termine reivindicando con éxito las políticas macroortodoxas?
Podemos discutir acerca de si Brasil debe hacer todavía más o no, pero ciertamente lo que no debería hacer tener es una estrategia común con un país como Argentina que luego de endeudarse en democracia durante 10 años como nunca en su historia, termina en un irresponsable default culpando sólo a sus acreedores y a su auditor (el FMI). El provecho que Brasil puede sacar de ello es marginal, y a pesar de ser el segundo país por su peso demográfico y económico en la región, Argentina no representa más de un quinto del PIB y la población brasileños. Desde el punto de vista objetivo, Brasil no precisa de aliados para ocupar un lugar de relevancia en el escenario regional y mundial. Por el contrario, Chile, pese a tener la décima parte de la población y PIB de Brasil, pudo poner distancia de la región y conseguir ser calificado como A/Baa1/A- por Standard & Poors/Moodys/Fitch, cotizar su deuda pública externa con sólo 100 bps de spread soberano y crecer a una tasa promedio del 6,5% en la última década.
Lo que le conviene entonces a Brasil es profundizar las reformas estructurales y continuar aplicando políticas macroeconómicas prudentes, lo cual está bien lejos del feroz antagonismo con que Argentina enfrenta a todo el G-7, cumpliendo con el FMI de mala gana y a último momento y haciendo una oferta de reestructuración grotesca a los acreedores “defaulteados”.
Sin embargo, el gobierno de Brasil, con el reciente acuerdo de Copacabana firmado entre Lula y Kirchner, parece haber comenzado a abrir el paraguas por si la receta ortodoxa aplicada hasta ahora sigue mostrando pobres resultados en términos de crecimiento y empleo. Lo importante es que mantenga su actitud de diferenciar discurso y hechos. La economía brasileña está mejorando levemente en el margen, pero la situación patrimonial del sector público todavía continúa siendo muy comprometida. Los inversores, que todos los años deben financiar el déficit fiscal de 4/5% del PIB, son quienes tendrán la última palabra. Hay que ser y parecer. Los mercados creen en aquello de “dime con quién andas y te diré quien eres”.
Nota Original: AMÉRICA ECONOMÍA | 26/03/2004