Es falso que por culpa de Brasil estemos en la peor recesión de la convertibilidad y no es cierto que las dos grandes medidas para salir de ella sean la convertibilidad fiscal y la reforma laboral. Sí podrán ser causa de algún “veranito”pero para crecer 3% por 10 años seguidos, primero hay que asumir una crisis por culpa de la cadena de irresponsabilidades de la que se ha rodeado a la convertibilidad.
Con respecto a Brasil, hay que ser muy precisos en las críticas. Es cierto que si le damos a elegir entre discrecionalidad versus reglas, siempre van a elegir la discrecionalidad y por lo tanto, es claro porqué han hecho un deporte del dificultar el partido llamado Mercosur.
Pero también son ciertas otras cosas. Un proyecto de armonización de políticas entre dos países con regímenes cambiarios totalmente distintos, no es soplar y hacer botellas (el euro tuvo flotación previa en todos los países).
Por otro lado, la devaluación que viene experimentando el real frente al dólar desde mediados de julio pasado, no tiene nada que ver ni con un Brasil que devaluará porque tiene ganas de hacerlo (más allá que Brasil flota, no existen los gobiernos que “deciden” megadevaluaciones) ni tampoco porque son nuestros enemigos o no nos quieren como hermanos latinoamericanos.
El tipo de cambio en Brasil se está devaluando por varias causas. Una es que más allá de la devaluación real del 50%, las reformas que deberían dar sostenibilidad al tipo real de cambio, brillan por su ausencia física (o sea, no existen) o son de una pésima calidad, como la reforma política y de impuestos que hoy está proponiendo el oficialismo brasileño.
En segundo lugar, la imagen negativa de Cardoso está en niveles récords en los últimos años, con una política económica que es fuertemente rechazada por la gente y en un contexto donde la coalición política que lo reeligió tiene una “rajadura” en la línea de flotación no menor. En tercer lugar, el efecto “tango” y finalmente, la expectativa de una suba en la tasa de interés en los EE.UU.
Finalmente, el acuerdo con el FMI le ha fijado una meta de reservas líquidas al Banco Central de Brasil lo suficientemente ambiciosa como para haberle dejado un stock de intervención en el mercado cambiario de u$s 4.000 millones de aquí a fin de año. Lo inexistente de este monto queda claro si se tiene en cuenta que entre agosto y diciembre de 1998, el Banco Central de Brasil perdió más de u$s 40.000 millones, diez veces el stock de intervención que tiene desde hoy hasta la “previa” del nuevo milenio.
Por lo tanto será muy fácil que si la demanda de dólares crece en Brasil, también se deprecie el tipo de cambio con lo que Argentina seguirá apreciándose en un contexto de pérdida de competitividad importante.
Respecto de la manera de salir de la recesión se ve, como siempre en los últimos 8 años de convertibilidad, que cada vez que estamos con problemas serios como ahora, el gobierno culpa de nuestros males a cualquier país o planeta que está cerca de nuestro sol y la posición standard de los economistas comienza a sugerir medidas irrelevantes, aprovechando la caída del dólar en el mundo y la recuperación de los commodities agrícolas, para bajar el riesgo país y repetir el “modelito” de la convertibilidad consistente en entrada de capitales (o sea más deuda externa), crecimiento económico (o sea apreciación real del tipo de cambio) y más recaudación (o sea más gasto público).
Desde que comenzó a saberse que esta recesión sería peor que la del Tequila, se discute qué medidas podrían sacarnos de ella. Una es la convertibilidad fiscal.
¿Para qué es necesaria la ley de convertibilidad fiscal si tenemos un Congreso todos los años sancionando con toda la pompa los Presupuestos en las fechas adecuadas tal como lo establecen las normas. ¿Quiere decir acaso que nuestros legisladores sólo se ocupan del “envase” y no del contenido de una de las leyes más importantes que tienen que sancionar una sola vez cada año? Si así fuera, ¿tendrá sentido que los privados paguen impuestos para mantener una clase política (verdaderos empleados de los “tax payers”) que no los defienden nunca?
Además, la convertibilidad fiscal parte de un supuesto que es totalmente falso y que la condenará a ser irrelevante desde el punto de vista macroeconómico: que la sociedad quiere pagar un gasto público 120% (u$s 40.000 millones) más alto que hace 8 años. Porque nada se dice de bajar inicialmente el gasto público para recién desde allí tratar de generar superávit fiscal si es que la economía crece.
Respecto de la reforma laboral, ésta es necesaria desde 1991 y no sólo desde ahora, pero cuidado con los fundamentalismos, porque hoy la economía está destruyendo empleo dado que está en recesión y no hay manera de generar empleo por más flexible que sea el mercado laboral. El mercado laboral flexible es necesario para darle consistencia a la ya inconsistente convertibilidad, pero no para salir de la recesión.
Para despejar el horizonte en serio hay que hablar en serio, lo cual implica decir que Argentina tiene un fenomenal problema de tipo real de cambio y éstos problemas se solucionan de una sola manera: con una depreciación real. Esta, a su vez se puede lograr devaluando, o cerrando la economía borrando con un codo el Mercosur, o bajando salarios privados, o bajando brutalmente al gasto público, o renegociar los contratos con las empresas privatizadas, o eliminar la ley de coparticipación de impuestos, o que cada gobernador de provincia o municipio pague el costo político de aumentar el gasto público, o sacarle a los sindicalistas las Obras Sociales.
Como se ve, todas son soluciones amargas que implican asumir crisis, pero constituyen una realidad que seguramente no será la única pero se acerca más que la simplificación consistente en que solamente con instituciones buenas o el populismo barato de la baja de impuestos distorsivos, todos los problemas de la convertibilidad se solucionan.
En definitiva, las instituciones son el reflejo de la voluntad de los hombres. Si ésta es mala, las instituciones serán malas o, en el mejor de los casos insuficientes. La ley de convertibilidad es un claro ejemplo de ello.
Nota Original: ÁMBITO FINANCIERO | 19/08/1999