Heterodoxia jamás logró domar precios

El ministro de Economía Amado Boudou admitió que hay inflación pero sólo afecta a las clases pudientes. Si fuera un verdadero pingüino diría, como lo hizo ayer el Ministro del interior Florencio Randazzo, que son los empresarios de esa clase pudiente los que suben los precios en vez de invertir y aumentar la oferta de bienes.

Si le sumamos la afirmación del Ministro de Economía de la Provincia de Buenos Aires, Alejandro Arlía, sobre las tensiones de precios que genera la puja distributiva, nos queda en limpio que para el gobierno, la inflación es culpa de empresarios ricachones rentistas que no aceptan perder posiciones en la pelea con los trabajadores por la distribución del ingreso nacional, cosa inaceptable para un gobierno nacional y popular como el de Cristina Kirchner.

Cualquier coincidencia con los diagnósticos (fracasados) setentistas u ochentistas sobre la aceleración de los precios y el deber ser de un programa económico, no es pura casualidad.

Para una Argentina que muchas veces luce desmemoriada, es importante recordar que en 2003, sólo un año después de una devaluación homérica del peso del más del 70% y de una inflación que había superado el 44%, el aumento de precios fue casi de país del primer mundo: 3,7%. En 2003 ya existían empresarios con fines de lucro.

¿Cómo fue posible entonces aquel milagro de bajísima inflación con crecimiento de la cantidad de dinero medido por la base monetaria del 60%, términos del intercambio que ya habían subido más de 20% respecto de los pisos de principios de 2002 y con salarios nominales creciendo 17% anual?

Primero, la cantidad de dinero creciendo al 60% era la contrapartida del proceso de remonetización de la economía luego del undershooting de la demanda de pesos durante la primera mitad de 2002.

Segundo, el Banco Central dejó que el dólar nominal cayera más del 10% respecto del promedio de 2002.

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José Luis Espert

Doctor en Economía

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