El dólar está barato

Después del fin de la Segunda Guerra Mundial, en general, los países que se afianzaron como potencias mundiales dejaron de lado la autarquía comercial y al Estado omnipresente (aunque en menor grado que el cierre de la economía). Se dedicaron a vivir del comercio dentro de un capitalismo competitivo con un Estado consagrado a devolver a los contribuyentes los impuestos que pagaban con bienes públicos en serio y con apego a las reglas.

Por su parte, el modelo económico que la Argentina adoptó hace ya más de 60 años termina atrasando tanto el valor del dólar que pone sobre el tapete la discusión de cuánto hay que devaluar para que la economía "arranque" y crezca otra vez. Y aunque a lo mejor no lo parezca, al "modelo productivo", el momento le llegó. De todas maneras, el atraso del tipo de cambio sería mucho mayor todavía si el dólar en el mundo no se hubiera devaluado un 25% desde 2002. Esto está detrás de nuestros mejores términos del intercambio de los últimos 20 años, con la única excepción del pico de mediados de 2008.

En la Argentina, ¿cuáles son los dos pilares fundamentales- entre otros- del modelo económico que convive con nosotros desde hace dos generaciones? El primero, inflar al máximo posible la demanda interna de consumo e inversión. Así, en los ´70, se emitía moneda desde el BCRA para financiar déficit fiscales. En los ´90, se lo hacía con deuda externa. Desde 2003, se lo hace con el "modelo productivo" ya que minimiza los superávit fiscales a pesar del formidable shock favorable de términos del intercambio y de una presión impositiva salvaje.

El otro pilar (salvo con la tablita de Martínez de Hoz y la convertibilidad) consiste en cerrar lo que más se pueda la economía a las importaciones para que el "inflador" aplicado a la demanda no termine beneficiando a los productores del exterior en detrimento de los nuestros. Si después los dólares se van debido a la fuga de capitales por la desconfianza en el país, parecería (equivocadamente) que no importa. Ese es un problema financiero y especulativo, no productivo.

Al principio de cada ronda expansiva de nuestro modelo y por la crisis económica previa (devaluación incluida), la capacidad instalada ociosa es grande y los ingresos reales de la gente son bajos. Por lo tanto, al inflar la demanda, la economía crece mucho (como una tierra que deja de ser yerma) con baja inflación, el gobierno de turno se cree Maradona y gana elecciones por varios cuerpos, coopta jueces, "borocotiza" opositores, difama a intelectuales que no se doblegan, etcétera. Pero luego de un tiempo, la aceleración de los precios que causa el permanente acicate sobre la demanda interna y el cierre de la economía, se "come" la devaluación que siguió a la crisis y se vuelve a discutir el valor del dólar y su bajo poder de compra (atraso cambiario).

Luego de seis años de crecimiento "chino", la economía entró en recesión a fines de 2008 y desde ahí se discute el equilibrio o no del tipo real de cambio actual. El Gobierno ha devaluado relativamente poco (16%) en los últimos 12 meses, pero con el mecanismo soviético que implantó para importar desde inicios del año es como si hubiera devaluado más que esa cifra. Así, demostró que el dólar no está en su equilibrio. Claro, sólo devaluó para la industria en contra de los exportables (agro, petróleo y turismo). Este año, la balanza comercial será de casi U$S 19.000 millones. Es decir, U$S 6500 millones más que en 2008, a pesar de una caída de las exportaciones de U$S 10.000 millones. Por eso, las importaciones caerán U$S 16.500 millones. Se puede devaluar sin devaluar, pero eso demostraría que hay un problema de atraso cambiario.

Hay otros indicadores que muestran que el dólar está barato. El primero, el desempleo que no para de subir y que ya está en el orden del 12%. No demasiado lejos del promedio de los años buenos de la convertibilidad, en los que se creció menos que durante el llamado "modelo productivo". El segundo, el Gobierno subsidia un número creciente de plantillas de salarios de empresas que de lo contrario prescindirían de parte de sus empleados porque no les dan los costos. Tercero, por la cavernícola política de "servir la mesa de los argentinos" que consiste en: prohibiciones para exportar, cierre de los registros de exportación y/o de los mercados de hacienda, acuerdos espurios entre el Gobierno y los exportadores para pagarles menos a los productores, límite a la faena de ganado vacuno, etcétera. Ha habido un derrumbe en la producción de carne, trigo, leche y petróleo que ha causado que el país vaya perdiendo sus históricos excedentes de exportación. Si se mantiene esta tendencia, no es descabellada la posibilidad de comenzar a importar algunos de ellos y pagar a los extranjeros el precio internacional que se le negó a los productores argentinos. ¿De dónde sacará dinero el Gobierno para subsidiarlos y seguir proveyéndonos de alimento barato? Si lo hace, ¿con qué dinero si el fisco está escaso de fondos? Podrían devaluar más. Todo un oxímoron.

Cuarto, el fisco está sin dinero genuino de los impuestos para pagar sus cuentas, a pesar de que recaudará en 2009 casi $400.000 millones. Es decir, $320.000 millones más que en 2002, antes que los argentinos recibiéramos la "luz" del modelo productivo. Jamás, en casi 200 años de historia desde nuestra independencia, el sector privado ha sufrido una carga del Estado tan gigantesca como la de hoy. Si se tiene en cuenta que la economía informal ronda el tercio del PBI -aquellos $400.000 millones-, los que están en blanco en la Argentina pagan impuestos por un equivalente a 50% del PBI, cifra similar a los países escandinavos con niveles de producto bruto per cápita cinco veces mayor al nuestro y con servicios públicos del primer mundo, lo que hace más disparatado todavía la montaña de impuestos que paga nuestro sector privado formalizado.

Hoy, con ingresos que crecen al 14% y el gasto público al 25%, el déficit fiscal de 2009 llegará a los $25.000 millones (U$S 6500 millones). A esta cifra, habría que agregarle pagos de capital de deuda pública por U$S 5000 millones. Este monto de U$S 11.500 millones hace que el Gobierno recurra cada vez más al BNA -menos crédito privado- y al BCRA -menos reservas-. Además, del robo cometido a fines de 2008 contra los que estaban ahorrando en las AFJP.

Si en 2010, el gasto siguiera creciendo 11 puntos porcentuales más que la recaudación, las necesidades de caja subirían desde los U$S 11.500 millones de 2009 a 18.000 millones. Infinanciables. No en vano el ministro Boudou ha lanzado una gigantesca campaña de marketing -por ahora vacía de contenido- de la marca Argentina. Se está quedando sin fondos.

Si se asume que por más que se suban impuestos -lo que las provincias están haciendo- no se recaudará más porque la presión impositiva ya es insostenible, una forma de "cerrar" la caja sería devaluar más rápido. Al mismo tiempo, también, habría que pisar fuerte el freno del crecimiento del gasto publico -hoy aumenta al 25% anual. O sea, mejorar el resultado fiscal. Otra manera sería la de no reconocer que hay un problema, no ajustar el fisco, mantener o agrandar el déficit y financiarse con los U$S 2500 millones de DEG que acabamos de recibir del FMI. A esto, hay que sumarle el impuesto inflacionario, que en 2010 le puede dar fondos al Gobierno por U$S 4000 millones, y usar -nada aconsejable- parte de los U$S 17.000 millones de las "reservas de libre disponibilidad" que hay en el BCRA. Esta última es una caprichosa definición que se creó por decreto en diciembre de 2005 para poder cancelar la deuda remanente con el FMI por la que el Gobierno puede usar las reservas del BCRA que están como backing de los depósitos de la gente en los bancos para gastárselos, básicamente, en lo que quiera. Sería jugar con fuego.

Seguramente, la política meterá la cola en esta discusión de caja para 2010. Si Néstor Kirchner ve que tiene chances electorales de ser presidente en 2011, tiene incentivos para que su esposa haga un ajuste el año que viene. Así, le dejaría a su marido un nuevo mandato en paz. De no darse ese escenario, él perdería la presión para enderezar al fisco y por lo tanto el ajuste se postergaría para más adelante. En cualquier caso, con el nivel de reservas que tiene el BCRA, los bajos niveles de depósitos privados y la economía desdolarizada; aumentar el ritmo de devaluación no tiene porqué provocar ningún incendio. Aunque es cierto: en la Argentina, nunca digas nunca.

El tipo real de cambio está atrasado. Sería conveniente acelerar el ritmo de devaluación respecto del 1,5% de 2008 y del 16% que probablemente tendrá en 2009 para evitar que todos aquellos problemas se agraven y más tarde se necesite devaluar más todavía. Pero cuidado. Para que un dólar más caro tenga sentido, habría que hacerlo dentro de un programa de ajuste fiscal que congele el gasto público, de levantamiento de las prohibiciones para exportar e importar y de apertura al mercado internacional de capitales (revisión del artículo IV del FMI y arreglo con los holdouts ) para colocar deuda a tasas razonables. Sería absurdo devaluar más sólo para aumentar la protección a los que ya están blindados de la competencia extranjera y para que los políticos vuelvan a aumentar el gasto público como ha ocurrido cada vez que se ha realizado una corrección cambiaria.

De todas maneras, hacer el ajuste no significa recrear las condiciones para el crecimiento sostenido en el largo plazo a tasas "chinas". Para ello, la Argentina tiene que cambiar su cabeza, abandonar definitivamente esquemas como el mal llamado "modelo productivo", aplicar un capitalismo competitivo y abierto al comercio -en vez de éste corporativo y corrupto-, hacer una reforma educativa, achicar el Estado y ponerlo a devolver impuestos bajo la forma de bienes públicos (Justicia, seguridad, educación y salud) y tener una meritocracia que maneje el país para reemplazar a los esperpentos de hoy.

Devaluar más rápido, sólo sería para evitar que el no ajuste de hoy -pan- sea un "ajustazo" -hambre- mañana.

José Luis Espert

José Luis Espert

Doctor en Economía

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