Esa es la cuestión que plantea la comparación del desempeño del comercio exterior de los dos mayores socios del Mercosur. La moneda brasileña se cambia a 1,934 por dólar, mientras la argentina se convierte a 3,82 pesos.
De ahí surge que mientras en la Argentina postconvertibilidad se privilegió la política de tipo de cambio alto, es decir una moneda nacional singularmente depreciada para facilitar la reactivación del aparato productivo, al bajar los costos internos cuando se los convierte a una moneda extranjera, en Brasil, por el contrario, se siguió una estrategia de paridad "realista".
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Así como la comparación de la evolución del PBI en dólares, de las reservas en divisas y del crecimiento de las exportaciones mostró que Brasil sacó claras ventajas respecto de la Argentina, sea en el largo, mediano o corto plazo, también se llega a una conclusión similar cuando se analiza cuál fue la respuesta del saldo de la balanza comercial a las diferentes políticas cambiarias.
Tanto tomando la salida de la crisis del Tequila en 1995, porque a partir de entonces las dos economías pudieron estabilizar los precios internos, como el 2001, por el giro que tomó la Argentina con la traumática salida de la convertibilidad para poner fin a la política de tipo de cambio fijo, el socio más grande del bloque regional logró un aumento singular del superávit global, no sólo bilateral, pese a que en el último período revaluó 22% su moneda en valores nominales, a contramano del peso que se devaluó 217% hasta 2008 y 282% hasta hoy.
Tipo de cambio realista
"El asunto de los tipos de cambio es una cuestión ambivalente, porque mucho tiene que ver el punto de partida, porque si la devaluación se hace después de un proceso de fuertes inversiones en la etapa de moneda apreciada y bajo endeudamiento de las empresas, como ocurrió a fines de los ’90, es natural que se asista luego a un período de alza de exportaciones. Pero esa ventaja se pierde si se quiere sostener un proceso de inversión productiva, porque esta requiere de importaciones que pasan a resultar muy caras", explicó Jorge Vasconcellos, economista del Ieral de Fundación Mediterránea.
Por eso, agregó, "lo razonable es tender hacia una política de tipo de cambio de equilibrio de largo plazo", que es lo que ha hecho Brasil.
En esa sintonía, el economista José Luis Espert destacó que "las diferencias entre las políticas cambiarias de los dos países está vinculada con la distorsión de los precios relativos en la Argentina, agravada por el contraste entre el proteccionismo cavernícola de la industria local, para poder pagar barato la energía, el petróleo y la población los alimentos, fenómeno que de ninguna manera se verificó en Brasil, porque su proteccionismo se limita sólo a un par de aranceles consensuados en el ámbito del Mercosur".
"Lo ideal es tender a un tipo de cambio que asegure la estabilidad macroeconómica, para lo cual se requiere una política integral consistente, para que la paridad esté más cerca de la verdad, como se observa en Brasil", sintetizó Francisco Mezzadri.
Los economistas coincidieron en señalar que la fuerte devaluación del peso en 2002 era justificable, dado el cuadro de altísimo desempleo y elevada capacidad ociosa que había provocado la larga recesión iniciada a mediados de 1998, y por tanto era necesario generar un shock productivo.
Pero a partir de los primeros resultados de abultado superávit de la balanza comercial, "el Gobierno argentino se entusiasmó y construyó una trama de subsidios y proteccionismo que resultó inconsistente con el objetivo de estabilidad en el mediano plazo”, sostuvieron los economistas.
Signos de madurez institucional
"Brasil puede mantener su competitividad externa, a pesar de la apreciación de su moneda, porque cuenta con un BNDES que financia a las empresas a tasas internacionales, en un contexto de inflación notablemente más baja que la de su vecino y las empresas aprovecharon ese escenario para expandirse en el resto del mundo, en particular en países que registran un bajo costo de la mano de obra, como Perú y algo en la Argentina, aunque aquí las presiones de la CGT determinaron que se fuera licuando el efecto inicial de la devaluación de 2002. También influyó el cambio del mix de producción hacia industrias que generaran mayor valor agregado: la industria automotriz no sólo es más grande que la de la Argentina, sino también se ha transformado de armaduría a diseñadora", destacó Vasconcellos.
Además, agregó el especialista del Ieral que "también resultó clave la madurez de la política laboral que posibilitó la convergencia de la inflación a la tasa internacional, porque a diferencia de la Argentina donde un aumento de 15% anual actual fuerza a ajustes nominales inerciales en función del pasado, en Brasil pasó a discutirse subas por productividad, más acotadas, a futuro".