Los ganadores de las elecciones legislativas del domingo 28 de junio deberían tener claro que los cambios que la Argentina necesita no son sólo en materia de espíritu republicano, respeto a la división de poderes, federalismo, etc. Lamentablemente, otra vez hay que pasar por el purgatorio de ajustes fiscales formidables como tantas veces hemos hecho los argentinos. Y los Kirchner, a lo mejor, no lo hacen. Luego del absoluto desmanejo fiscal del kirchnerismo a través de 6 años durante los cuales el gasto público (Nación más provincias) creció $ 340.000 millones (hoy está en $ 420.000 millones o el 37% del PBI), el fisco ha quedado exhausto (la Argentina no para de pedir créditos a organismos internacionales y firmar swaps con bancos centrales del exterior), el dólar está otra vez barato (el desempleo no para de crecer y el Gobierno subsidia un número creciente de plantillas de personal de empresas en problemas) y la deuda pública es difícil de pagar (a fines de 2008 el Gobierno de Cristina les robó sus ahorros a los activos que aportaban en el régimen de capitalización).
En estas circunstancias, los ajustes que vendrán en algún momento del futuro son los típicos: suba de impuestos, congelamiento del gasto público, devaluación y reprogramación de la deuda pública (con o sin acuerdo con el FMI). En esta Argentina maniquea en la que vivimos, donde casi todo es blanco-negro o, en el plano de la discusión ideológica, derecha-izquierda, lo que hizo el kirchnerismo entre 2003 y 2009 sería progresista y lo que viene sería conservador o neoliberal, desconociendo que tal como funciona hoy la política argentina (hasta que realmente haya una meritocracia), cíclicamente terminamos igual (con necesidad de ajustes fiscales, de dólar y de deuda) independientemente del color partidario que gobierne nuestros destinos: Alfonsín llevó al país a la hiperinflación, Menem y Cavallo a la peor crisis de nuestra historia (De la Rúa fue un accidente) y ahora los pingüinos nos llevan al túnel del tiempo de la estanflación.
Sucesos
Y en ese sentido, desde el lunes 29/6 han ocurrido dos cosas claras. Una, Néstor Kirchner, si bien es el que sigue gobernando en las sombras y el que detenta el poder (Moreno y De Vido siguen atornillados en sus sillas), se ha ocultado algo en un intento gatopardista de ejecutar el clamor de las urnas por un "cambio" (Scioli a la presidencia del partido peronista y Boudou al Ministerio de Economía). Segundo, entre la conferencia de prensa de Cristina ("las retenciones y los holdouts son temas del Congreso") y la designación de Aníbal Fernández como jefe de Gabinete el mensaje es: se viene más confrontación, nosotros no haremos el ajuste (fiscal, dólar y deuda) porque ése es un tema de los neoliberales y nada de cogobierno con el PJ (que no cesa en reclamar una reunión plenaria para acordar "3 o 4 puntos básicos").
Es claro que los Kirchner están mandando el mensaje de que no harán "service" alguno a su modelo, sino que lo haga la "derecha" que ganó las elecciones legislativas del domingo 28/6 desde el mismo Congreso y que ellos se preservarán como los adalides de la redistribución del ingreso y la lucha por los derechos humanos (hay que seguir de cerca el acto de Néstor Kirchner con piqueteros el 26/7). No vaya a ser cosa que los De Narváez y compañía se desgasten en el Parlamento discutiendo y haciendo todas las correcciones a los monumentales desajustes que hicieron los K, suba la soja de aquí a 2011 y los Kirchner tengan otra vez aire para seguir mandando en el país. Aníbal Fernández pudo estar pensando en esto cuando dijo al anunciarse los cambios en el gabinete que "un hombre o una mujer de nuestro grupo político, entre los que están Néstor y Cristina, va a ser presidente, no tengo ninguna duda".
La duda que queda es: ¿cómo harán los Kirchner sin ortodoxia para pelear con un déficit fiscal (Nación más provincias) de más de $ 30.000 millones, un dólar un poco más caro que en diciembre de 2001 y pagos de deuda pública por u$s 4.000 millones por año? El círculo cuadrado todavía no se inventó.