Ni 2001 ni despegue: estanflación

Lejos del mundo kirchnerista que pinta crecimiento de la economía, baja del desempleo e inflación internacional, la discusión económica seria se centra hoy en dilucidar si la Argentina marcha a una crisis como la de 2001 o ya está lista para comenzar a crecer.

¿Porqué es evitable terminar chamuscados como en 2001?

En lo político, desde la vuelta de la democracia, ningún gobierno no peronista terminó su mandato. Más allá de los méritos que hicieron Alfonsín y De la Rúa para caerse, ambos recibieron una inestimable ayuda por parte del PJ para abandonar antes de tiempo. El peronismo es justamente el partido que hoy gobierna, así que, entre bomberos, no se van a pisar la manguera.

Pero, además, hay una serie de indicadores económicos clave que también dicen que es difícil una explosión como la del fin del mandato de De la Rúa: 1) en 1999/2000 los vencimientos de deuda pública representaban el 75% de las reservas del BCRA, hoy menos del 30%; 2) los pagos de deuda relevantes respecto de los ingresos del fisco eran del 30% y ahora apenas superan el 10%; 3) los depósitos a plazo fijo de pesos más dólares (los que realmente atacan las reservas del BCRA cuando hay pánico) eran iguales a las reservas del Central y hoy son del 45%; 4) los contratos ya fueron rotos por Duhalde hace siete años cuando se pesificó toda la economía; devaluar en las condiciones actuales no implica romper todo como ocurrió en 2002.

Pero si bien es poco probable el incendio de 2001, tampoco están dadas las condiciones para comenzar el despegue económico.

Todavía la actividad sigue cayendo, se destruye empleo, se fabrican cada vez más pobres e indigentes, y la economía enfrenta los sempiternos problemas cíclicos luego de un ciclo expansivo por factores exógenos: dólar barato, déficit fiscal insostenible y dificultades para pagar la deuda.

Estas tres plagas aparecieron cuando la primera crisis de los precios del petróleo (1973) hizo colapsar el espectacular crecimiento económico que ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial y terminamos aquí con el Rodrigazo en julio de 1975. Reaparecieron cuando las crisis de las deudas latinoamericanas de principios de los 80 frenaron la expansión provocada por el reciclaje de los petrodólares y en la Argentina se cayó la "tablita" de Martínez de Hoz en enero de 1981. Se repitieron cuando la suma del efecto arroz (mediados de 1997), el default ruso (agosto de 1998) y la devaluación brasileña (enero de 1999) primero detuvieron ingreso de capitales, luego nuestro crecimiento y poco después dispararon la crisis de 2001-2002. Finalmente, pasó otra vez ahora cuando el estallido de la crisis subprime de mediados de 2007 hizo colapsar al crecimiento económico mundial y también a los precios de nuestras commodities de exportación, factores excluyentes para explicar el crecimiento del "modelo productivo".

Respecto del dólar, más allá de las alambicadas mediciones que los economistas hacemos para determinar si la trayectoria del tipo real de cambio es sostenible o no con modelos econométricos cada vez más sofisticados, cuando se recurre a los números duros del sentido común, se ve que: 1) el desempleo, luego del mínimo del 9,2% del tercer trimestre de 2007, ya está en el 13,2% y pinta para más del 14% al final del año, cifra muy parecida a la de la recesión previa al colapso de la convertibilidad; 2) el Gobierno subsidia los salarios de un número creciente de empresas en problemas, para evitar que el desempleo sea mayor al 13,2% verdadero; 3) los salarios del sector público ya superan los del sector privado en un porcentaje similar al 20% del final de la convertibilidad; 4) para proteger a la industria casi no se puede importar debido a la mano de hierro de Guillermo Moreno y 5) si bien puede resultar una visión muy "ricardiana", nunca en nuestra historia los impuestos que paga el sector privado en blanco representaron una gayola del 50% del PBI como hoy. Hay atraso cambiario. Otra discusión es cuánto hay que devaluar, cosa nunca reactivante en el corto plazo.

En el plano fiscal, como se ve en el cuadro adjunto, a medida que pasaba el tiempo y la Argentina experimentaba crisis profundas, como el Rodrigazo, la hiperinflación y la caída de la convertibilidad, el margen para tener déficit fiscal fue cayendo tendencialmente. Esto ocurrió por el bastardeo que nuestros gobiernos han hecho de los pasivos que emite el Estado para financiarse. Han defaulteado tantas veces la deuda pública que el mercado de bonos argentinos ya es casi inexistente y la hiperinflación mató la emisión monetaria para financiar déficits fiscales. El problema es que hoy, sin moneda y sin deuda para emitir, el déficit fiscal es casi el mismo que el de la convertibilidad. Como ya sabemos qué le pasó al "uno a uno", se deduce que el desequilibrio fiscal de hoy: desaparecerá. Con suba de impuestos o devaluación, pero el ajuste vendrá. Es poco probable que los Kirchner puedan volver a apropiarse de activos líquidos como lo hicieron con los ahorros que había en las AFJP.

Llegar al extremo de reestatizar el sistema previsional y no devolver el IVA a los exportadores para hacerse de caja, también demuestra que, a pesar de unos exiguos US$ 8000 millones anuales de vencimientos de deuda pública relevante, ésta es impagable y necesita una reestructuración.

La mesa está servida

Pero si los tres elementos mencionados no fueran suficientes para desechar la idea de que "la mesa está servida" para volver a crecer, hay uno de mayor peso: la idea kirchnerista de la economía.

Cuando desde su atril, hace cuatro años, Néstor Kirchner pedía un boicot contra Shell por subir los precios de las naftas, muchos empresarios locales creían que nunca les iba a llegar la Parca. Ahora saben que si los Kirchner son capaces de dejar en banda a Techint contra Chávez, acá hasta el más pintado puede perder el capital. Es obvio que los Kirchner tienen una idea socialista de la economía. Lo que les falta es plata como hasta ahora le sobraba a Chávez para expropiar e indemnizar. Enloquecer con paro sindical a los españoles de Aerolíneas y llenar de multas a Aguas Argentinas por no invertir sin ajuste de tarifas, tuvo un claro objetivo: quedarse con las empresas sin poner un peso.

También, sin poner plata, por el robo a los futuros jubilados de las AFJP, se quedaron con importantes porcentajes de paquetes accionarios de empresas más que privadas, a las cuales, a partir de ahora, apretarán con todo lo que tengan a su alcance para, en el peor de los casos, hacer lo que los Kirchner ordenen para seguir siendo factor de poder después de 2011 y, en el mejor, seguir avanzando con la estatización de empresas.

¿Hay alguien que pueda volverse loco por invertir en la Argentina?

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José Luis Espert

Doctor en Economía

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