Al mismo tiempo que el séquito de fanáticos de la política económica oficial comienza a dar una voltereta inexplicable para mutar su optimismo en cautela, los buitres y complotadores de antaño, al final, teníamos razón: el modelo siempre fue "soja y suerte". Sólo faltaba que desapareciera el opio de los mejores precios internacionales de nuestros productos de exportación del que se tenga memoria, para que la mona dejara de estar vestida de seda.
Durante los 200 años transcurridos entre los siglos XIX y XX, Argentina defaulteó la deuda en cuatro oportunidades (dos en cada uno). Pero en sólo nueve años que transcurrieron del siglo XXI y poco más de cinco de kirchnerismo, ya se defaulteó tres veces, constituyendo una nueva "plusmarca" en la historia humana que palidece la hazaña lograda en los Juegos Olímpicos de China por el jamaiquino Usain Bolt, al recorrer los 100 metros llanos en 9,69 segundos.
Es que a medida que los defaults se suceden sin solución de continuidad como en la Argentina, la probabilidad de volver a suspender los pagos de la deuda sube exponencialmente porque el mercado de capitales se achica cada vez más (el único que nos presta plata fresca hoy es Hugo Chávez) y también porque en la psiquis de los gobernantes, y más si son argentinos piolas, empieza a taladrar aquello de "¿qué le hace una mancha más al tigre?"
El factor de mayor peso en el clima de default que se ha instalado en la Argentina es el desastre fiscal que han hecho los Kirchner y que desde esta columna he repetido hasta el hartazgo en los últimos años.
Sin las mentiras oficiales, hoy tenemos casi el mismo resultado fiscal de 2002 cuando el país parecía que estallaba, a pesar que la recaudación creció $ 290.000 millones en los últimos seis años. No en vano, el gobierno central y muchas provincias y municipios piensan o empujan nuevas (¿y van?) subas de impuestos. Digno para un juicio por mala praxis en el ejercicio del poder, no sólo de Néstor Kirchner, sino de varios gobernadores e intendentes que dejaron fundidos a sus comarcas.
Por el lado del gasto público, lo que ocurre es la suspensión y postergación de los pagos de la obra pública ya realizada, lo cual puede hacer que en algún momento el Estado deje de construir y ahí sí bajarlo en serio porque sus contratistas no van a trabajar sólo por el glamour que inspira la presidenta Cristina. Los gastos que indican si hay control fiscal (o no) son los salariales, jubilaciones y subsidios al sector privado. Estos crecen hoy a una tasa del 37% anual, cuando desde el año pasado ya eran los más altos de la historia (subieron el 42% en 2007) y además hoy, sólo tres años y medio después del canje de deuda de marzo de 2005, hacen que se hable otra vez de default. Un disparate, pero cierto.
De acuerdo con la manera de razonar del kirchnerismo, la seguidilla de sucesos anti-Argentina de las últimas cuatro semanas impacta por su profundidad. Alguien debe estar complotando. Dos calificadoras de riesgo nos bajaron una nota que nunca había superado el grado de especulativo después del default de diciembre de 2001, Wall Street (la cuna de la maldita patria financiera mundial) no se sonrojaba en hablar de una posible suspensión de los pagos de deuda en el corto plazo y el Banco Central de nuestra madre patria nos clavaba un puñal envenenado por la espalda al considerarnos tan riesgosos como la absurda Venezuela de Hugo Chávez.
El Gobierno maldijo (como no podía ser de otra manera en una Argentina intolerante) a los que no comprenden la belleza estética del modelo productivo y dejó trascender, para después negar, un acercamiento con el Club de París por la deuda de US$ 6500 millones y la emisión de un bono (obviamente con quita) para ser entregado a los US$ 30.000 millones de hold outs . Paralelamente, comenzó con tímidas operaciones de recompra de deuda pública (que van a jugar negativamente en las reservas del BCRA) con importantes vencimientos en 2009 y esta semana ya las formalizó a través de un programa formal de subastas.
Durante el año que viene, el Gobierno tiene que pagar intereses de la deuda pública por US$ 4200 millones, más el cupón atado al crecimiento por US$ 1900 millones y vencimientos de capital por US$ 19.700 millones, suponiendo que se renuevan los adelantos transitorios con el BCRA por lo que resta de 2008. Total: 25.800 millones de dólares.
Con el fuerte supuesto que las provincias no requerirán de ayuda de la Casa Rosada para financiar su déficit de más de US$ 2000 millones (arreglándose con los 8000 millones que tienen en los bancos) pero suponiendo una trayectoria del gasto público acorde con un año electoral (37% de aumento anual, igual que hoy), la Nación tendría un superávit primario de 5800 millones de dólares.
Obviamente que esta última cifra no incluye entre los ingresos algunas medidas del Gobierno, como, por ejemplo, en 2007, poner los US$ 2500 millones de traspasos de stocks de AFJP a reparto dentro de los ingresos corrientes de la Seguridad Social o en 2008 y sólo en los primeros siete meses, incluir como si fuera el IVA, US$ 1500 millones de ganancias que el BCRA hizo apostando, a lo Soros, contra el dólar a favor del euro.
Créditos y débitos
El Gobierno podría recibir durante 2009 fondos por US$ 3500 millones de las AFJPs (70% de lo que recaudan); 800 millones del BID (100% de lo que vence); 400 millones del Banco Mundial (50% de lo que vence); 1300 millones por colocación de títulos al Anses, AFIP, entre otras (80 % de lo que vence), US$ 4400 millones que provendrían de la renovación del 50% de los vencimientos de Préstamos Garantizados y Boden y finalmente, el BCRA le daría al Tesoro US$ 8300 millones de adelantos transitorios por la renovación de lo que vence más el 10% adicional (como ocurre todos los años). Total: 18.700 millones de dólares.
Luego, si se suma el resultado fiscal primario de 5800 millones de dólares, llegamos a fuentes de fondos por 24.500 millones. Por lo tanto, el saldo que quedaría sin financiar sería de 1300 millones de dólares. Poca cosa, salvo que haya un nuevo paro agropecuario que mande la economía a la recesión y a pérdida de recursos fiscales. Incluso, en ese caso, quedarían los 5000 millones de dólares de Lebacs que tiene el Banco Nación que podría canjearlas por Reservas del BCRA para luego dárselas al Tesoro y evitar suspender los pagos.
En definitiva, en 2009 y aún sin ajuste fiscal ni plan antiinflacionario, se puede evitar una suspensión de pagos si se rasca el fondo del tarro. Además, no hay que perder de vista que 2009 es un año electoral y que defaultear la deuda mencionada antes es agarrársela contra los residentes argentinos que pondrán su voto en las cruciales elecciones legislativas de octubre del año que viene. Pero hay que tener en claro que el default, con razón, se instaló como tema económico central. Es mucho el daño que ha venido de la "pingüinera".