El costo de la ignorancia

La relación comercial entre los principales socios del MERCOSUR ha experimentado un viraje de 180 grados en los últimos años. A partir de la devaluación del peso, más precisamente desde que comenzó la reactivación económica argentina, el comercio con Brasil se volvió deficitario luego de siete años de registrar superávits a pesar del tipo real de cambio apreciado de los noventa (Plan de Convertibilidad). Este fenómeno causa desconcierto entre muchos economistas que argumentan que la devaluación, al bajar los costos en dólares, debería haber mejorado y no empeorado el balance comercial de Argentina con Brasil.

El error radica en extraer una conclusión válida para el agregado y aplicarla a uno de sus componentes. Lo que es cierto para el todo no necesariamente lo es para cada una de las partes. Independientemente de si el resultado comercial agregado es superavitario o deficitario, siempre tendremos superávits en algunos productos y con ciertos países y déficits en otros bienes y frente a otras naciones.

Un tipo real de cambio depreciado, como el que Argentina tiene hoy, permite incrementar las exportaciones. Pero esto no es posible si no va acompañado por un aumento de las importaciones que dé lugar una expansión de la frontera de posibilidades de producción de exportadores. A medida que aumenta el comercio habrá productos en los cuales el país se volverá un exportador neto y otros en los que será un importador neto. Lo mismo ocurrirá en la relación bilateral con los diferentes países.

Brasil, tanto por cuestiones naturales (es relativamente más barato que el resto del mundo) como artificiales (aranceles extra-zona) es el principal proveedor de Argentina y es lógico. La devaluación del peso le dio a la Argentina la posibilidad de exportar a otros mercados y esto derivó en una mayor demanda de bienes de capital y maquinaria agrícola. Brasil pasó de representar menos del 25% de las importaciones totales argentinas en los años previos a la devaluación a más de 35% en la actualidad.

Por otro lado, los envíos hacia dicho país, que representaban cerca del 30% de las exportaciones totales argentinas en los 90, bajaron a menos de 16% en la actualidad. El superávit comercial que Argentina tenia con Brasil en la década anterior (promedio u$s 1.000 millones anuales) se volvió un déficit cercano a u$s 4.000 millones anuales en los últimos dos años. Pero por supuesto que fue mas que compensado por el superávit con el resto del mundo (u$s 11.000 millones anuales).

Sin embargo, el déficit con Brasil es visto por las autoridades argentinas como un problema, y ello derivó en medidas para restringir las importaciones brasileñas. En 2005 se dío origen a la Cláusula de Adaptación Competitiva (CAC), un mecanismo mediante el cual ambos países pueden suspender las importaciones del otro si es que éstas representan "una amenaza" para la producción local. Un atropello a la naturaleza el MERCOSUR.

Es ridícula la pretensión mercantilista de inundar al mundo con productos, pero no comprar nada al exterior. Más absurdo es el intento argentino, ya añejo, de ser exportadores de bienes industriales sin haber explotado primero al máximo sus naturales ventajas comparativas en el agro y en el petróleo mediante la apertura económica. Argentina pone al agro y al petróleo al servicio del desarrollo industrial a través de retenciones y prohibiciones para exportar en vez de ponerle todas las pilas al libre comercio.

Intentar frenar las importaciones de Brasil es un grave error de las autoridades económicas argentinas si lo que pretenden es aumentar significativamente las exportaciones. El déficit que Argentina tiene con Brasil deber ser entendido como algo natural en un país que experimentó una depreciación real superior a 60% y que necesita capitalizarse para incrementar su potencial exportador. De hecho, el único rubro deficitario es el de Manufacturas de Origen Industrial (MOI) que precisamente incluye las maquinarias y vehículos necesarios para el sector agropecuario, sector exportador por excelencia.

Un país que prácticamente no produce maquinaria ni bienes de capital, tiene una demanda por importaciones relativamente inelástica.

Así, Brasil ganó importancia como proveedor de maquinaria puesto que sigue siendo el menos caro de todos. Las exportaciones argentinas hacia ese país no recuperaron los máximos históricos porque Argentina colocó sus productos en nuevos mercados y por la fuerte expansión de Brasil en sectores sustitutivos de las exportaciones argentinas. Y hay que sumar la tasas de crecimiento de la economía argentina en los últimos cuatro años (9% promedio anual). El déficit comercial con Brasil resulta, más que incomprensible, una obviedad indiscutible.

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José Luis Espert

Doctor en Economía

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