Fiesta en 2007 y ¿despues?

El supuesto de base que debería usarse para proyectar 2007 en Argentina es que se continuará aplicando lo que se ha dado en llamar “modelo productivo”, aquel esquema de política económica que nació en enero de 2002 con el colapso de la convertibilidad y que tiene tres columnas vertebrales.

Primera, la redistribución del ingreso. Hasta hora en la comparación más ácida de redistribución del ingreso (10% más rico versus 10% más pobre) el programa no ha logrado ningún avance. Desde que asumió Kirchner en mayo de 2003, el 10% más alto de la pirámide de ingresos se sigue llevando 27,5 veces más de ingreso que el 10% más pobre. Lo que sí ha bajado es el coeficiente de Gini que mide la inequidad en la distribución promedio del ingreso nacional. El programa busca maximizar la mejora del reparto de la “torta”, dentro de un esquema de capitalismo con fuerte intervención del Estado a través de aumentos del gasto público, subas de salarios por decreto o vía presiones sindicales empujadas desde el propio gobierno, congelamiento de tarifas de lo servicios públicos y controles de precios.

En 2007 seguramente no habrá ajustes de tarifas o si los hubiera serán mínimos, de subsistencia para las empresas y que no moverán el amperímetro de la inflación en alrededor de 10%/12% anual. Al mismo tiempo, seguramente no habrá colapso energético que aborte un crecimiento de más del 7% en 2007, aunque sin dudas habrá dificultades que se manifestarán en cortes de provisión para las industrias y algunos apagones en zonas residenciales. De todas maneras, siendo 2007 un año político, es probable que el gobierno “barra mucha basura bajo la alfombra” por lo que habrá que tener cuidado con los problemas energéticos que se acumulen y no se expliciten para 2008 y años siguientes.

Segunda, una política “industrialista” a la usanza del peronismo que aparece luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, con dólar caro, cierre de la economía, protecciones, subsidios y con el agro y la industria petrolera puestos al servicio de proveerle alimento y energía barata a la industria (retenciones y todo tipo de limitaciones y prohibiciones para exportar). La idea rectora es industrializar al país pagando el costo que sea necesario para ello, incluso, el de cambiar la ventaja comparativa de Argentina: de ser exportador neto de energía, puede enfrentarse a la necesidad de importar petróleo y si seguimos así con los alimentos. Además del disparate de largo plazo de esta estrategia, en el mediano, puede enfrentarse con los tradicionales “estrangulamientos de balanza de pagos”.

Tercera, utilizar todos los medios posibles para que el Estado tenga la mayor intervención posible en la economía. El caso de los servicios públicos es emblemático. En vez de renegociar las tarifas apenas el país devaluaba y se declaraba en default, la estrategia gubernamental consistió en mantener el status quo de pesificación uno a uno todos los años para que las empresas no invirtieran o invirtieran menos de los que exigía la demanda interna de consumo más inversión, provocar problemas de abastecimiento energético, acusar de subinversión a las privatizadas para que apareciera el Estado “salvando” (o mejor dicho “emparchando”) la situación, poniéndose él mismo como empresario o sus amigos del sector privado (capitalismo de origen nacional).

Otro caso más reciente ha sido el de los frigoríficos y productores de carne. Prohibir la exportación de un bien exportable, por definición, es como prohibir su producción. Una vez que parte del sector iba hacia la quiebra, el Estado lo “salva” con el “Plan Ganadero” (que, dicho sea de paso, todavía no se implementó).

Los fundamentals de nuestro pronóstico de crecimiento de más del 7% en 2007, siguen siendo los mismos que han explicado el boom económico argentino 2003-2006: el cambio fiscal para bien (está desapareciendo) que Argentina ha hecho, en el sentido de tener cuentas públicas más o menos en orden, precios de nuestros commodities de exportación que siguen firmes y un soft landing en la economía de los EE.UU. versus las hipótesis de colapso de la deuda externa americana. En ese sentido, los vientos externos seguirán jugando a favor. La economía mundial crecerá menos desde 2007, pero también habrá menos riesgos de subas abruptas en las tasas de interés que afecten negativamente el ínfimo ingreso de capitales que recibimos o los precios de nuestros commodities.

De todas maneras, hay que seguir con cuidado a las cuentas fiscales. De 3,7% del PIB de superávit (después del pago de intereses e incluyendo a las Provincias) que tuvimos en 2004, el presente año apunta a 1,5% del PIB y en 2007 puede ser cercano a 0%. Este deterioro es grave porque durante 2005 y 2006 la economía ha seguido creciendo al 8%/9% y sin embargo se ha perdido 1% del PIB por año de superávit. Incluso, la recaudación ya es record en el último medio siglo y el potencial de aumento del gasto público es enorme por la crisis energética y el hecho de que el Presidente Kirchner se considera un redentor de todos los males que ha sufrido Argentina en los últimos 30 años. Y esos males se “curan” con más gasto público (según el Presidente). Sin dudas este hecho representa una amenaza en 2008 (después de las elecciones presidenciales de octubre 2007).

Si hubiera cambios impositivos, ellos serían en la dirección de más impuestos y no menos. Gobiernos populistas como el de Kirchner siempre están pensando en quedarse con más ganancias empresarias y gravar las rentas financieras. Alternativamente, para no pagar un costo político y tal vez de actividad económica de corto plazo, el medio que podría utilizar el gobierno para recaudar más, sería devaluar a una mayor velocidad que el 4%/5% que el gobierno viene aplicando. De esta manera, obtendría más recursos por retenciones y aranceles a la importación y también lograría más financiamiento por parte del impuesto inflacionario (dada una demanda real de dinero, la inflación le permite al gobierno emitir y recaudar sin costo en términos de actividad económica).

Respecto de la inflación. La economía ha gozado, desde mediados de 2002, de un espectacular aumento de la absorción doméstica debido a una caída en la salida de capitales de más de 14% del PBI (gran parte de ella es mérito del gobierno por haber ajustado el fisco respecto nuestra histórica tendencia a los déficits) y de un shock exógeno favorable de términos del intercambio 5% del PBI.

Además el gobierno le agregó: restricciones a la competencia importada de sectores “sensibles” que enfrentaban una demanda recalentada; una caída en el superávit fiscal de 2% del PBI en los últimos 2 años; suba de costos empresarios por aumentos de salarios del 75% nominal para el promedio de la economía y una devaluación del peso del 7% en el último año para reestablecer el margen de ganancia industrial perdido por el aumento de salarios y del gasto público.

Por lo tanto, la inflación del modelo productivo no es residual (no es una consecuencia de la devaluación de enero de 2002) sino que es intrínseca al mismo y en alrededor del 10% anual. No vemos que haya chances en el período ni de hiperinflación ni de “Rodrigazos”, pero si el gobierno quisiera bajarla del 10% anual seguramente recurrirá a medidas absurdas como prohibir exportaciones, subir retenciones, abrir la economía a la competencia importada en dosis muy módicas para bajar los precios puntualmente (la apertura es una forma de vida, no una herramienta antiinflacionaria), prohibir la comercialización de nuevos productos que sean más caros (recordar el caso de Shell y su nuevo gas oil), etc.

Socialmente, los indicadores han mejorado de manera notable. Desde el peor momento de la crisis en el tercer trimestre de 2002, el desempleo ha bajado 15pp desde 25% a 10%, la pobreza 25pp desde 55% a 30% y la indigencia 15pp desde 25% a 10%. Sin embargo, desde el punto de vista distributivo todavía la inequidad es alta. El 10% más alto de la pirámide del ingreso nacional recibe 27,5 veces más que el 10% más pobre, lo cual representa ningún cambio dentro del gobierno de Kirchner. Independientemente de la conceptualización que cada uno pueda hacer de esa cifra (todas las sociedades ricas y libres tienen desigualdad por encima de 10 veces), lo importante, para el pronóstico de 2007, es que Kirchner ve con muy malos ojos no haber movido un ápice este indicador de desigualdad. Sin embargo, el Gini (indicador de desigualdad media, no de los extremos) sí muestra una sensible mejora.

Alguna reflexión política. Si uno medita sobre lo que Kirchner fue en Santa Cruz, desde el punto de vista político, es claro que estamos frente a un típico caudillo del interior de Argentina para el que sólo existen esclavos o enemigos, que no admite el disenso, con tendencias hegemónicas, para el que las instituciones son una molestia para la discrecionalidad con la que le gusta manejarse y con mucho resentimiento (sin ningún justificativo) del pasado. Todos estos tics se profundizarán en la medida de que la economía ande de regular para mal, cosa poco probable en 2007.

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José Luis Espert

Doctor en Economía

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