Con la fortaleza política que le daba una adhesión al canje de deuda externa del 76% y un crecimiento económico del 9% en 2004, desde marzo de 2005 Kirchner salió a combatir, a su manera, una inflación que en el primer trimestre ya daba más de 17% anual. Primero, el jueves 10 de marzo y desde su atril de la Casa Rosada, pidió a la población que realizara un boicot contra la petrolera Shell (había subido sus precios 3 días antes hasta un 4,2%) a pesar de que no era el precio de los combustibles el que más había subido desde que comenzara la aceleración inflacionaria de finales de 2004.
Cinco días después, el 15 de marzo, se produjo la vuelta de los controles de precios. Los primeros “acuerdos” se firmaron siendo Lavagna Ministro de Economía. Se concentraron, básicamente, en la cadena alimentaria y con algunos referentes de la manufacturación de la producción agropecuaria como los frigoríficos, que se comprometieron a rebajar 5% algunos cortes populares de carne. El que rubricaba con su firma la presencia del gobierno era el todavía hoy Secretario de Agricultura Miguel Campos.
Más fortalecido políticamente todavía después del triunfo en las elecciones legislativas de octubre del año pasado y viendo que la inflación de 2005 (12.2%) sería el doble de la de 2004 (6.1%) y más de tres veces la de 2003 (3.7%), a fines de noviembre, Kirchner lo hecha a Lavagna, lo reemplaza por Felisa Miceli y decide apretar fuerte el acelerador de los controles de precios.
Lo zamarrea a Alfredo Coto como un huracán a un papel (el símil del pedido de boicot a las petroleras en marzo de ese año) por haber dicho en el Coloquio de IDEA que era necesario tolerar algo de inflación y luego, el 1 de diciembre, firma un acuerdo con los supermercados por el que éstos deberían materializar hasta 31 de enero de 2006 una rebaja de precios nominales sobre alimentos, vestimentas y artículos de tocador del 15% respecto de los niveles existentes a fines de noviembre de 2005.
En ese evento hubo un punto del cual muy poco se ha hablado y que ha sido el disparador (no la causa) de las varias decenas de “acuerdos” firmados con infinidad de sectores desde el 1 de diciembre de 2005. Es aquel que decía, en buen romance, que los supermercados tendrían que mostrar al gobierno a toda su cadena de valor, o sea, a todos sus clientes y más que nada a sus proveedores con toda su estructura de costos. Claramente Kirchner con Miceli y Guillermo Moreno pasaba a ser más stalinista a la hora de combatir la inflación de lo que era con Lavagna. Aquellos que pensaban que el Presidente, luego de validado su mandato en el plebiscito (según sus propias palabras) de octubre del año pasado, se volvería más “promercado”, se equivocaban feo.
La famosa lista de 351 artículos (208 productos de los acuerdos firmados con las empresas y los supermercados, 93 artículos de la canasta escolar, y 50 productos comercializados en Maxiconsumo) dada a conocer el 16 de febrero pasado y cuyo valor permanecería congelado (a los precios de noviembre 2005) hasta fin de año, es hija de aquel tremendo artículo firmado por los supermercados el 1 de diciembre de 2005.
La “sábana” está conformada aproximadamente por 150 variedades de las más de 800 que el INDEC audita todos los meses para obtener la inflación del IPC. Una primera conclusión es que, por más show que el gobierno haga con sus repetidas firmas y renegociaciones, la masa crítica sujeta a los controles de precios, apenas supera el 17% de la canasta minorista.
Por lo tanto, más allá de que nuestra historia económica demuestran que están condenados al fracaso, los controles de precios del siglo XXI que Argentina ha puesto en práctica tienen una limitación de alcance tan importante que podrían considerarse a priori como totalmente irrelevantes para explicar una desaceleración en los precios.
Pero eso no es todo. El propio INDEC, en la información de prensa que da a conocer todos los meses cuando informa la inflación, muestra la evolución de los valores de “un conjunto de alimentos y bebidas” que cubren gran parte del capítulo Alimentos y Bebidas (31.3% del IPC), la obsesión de los controles de precios del gobierno. Sin embargo, el pan francés tipo flauta que en los primeros 8 meses de 2005 había subido 3%, en los primeros 8 meses de 2006 subió más del doble: 6.9%. Las facturas subieron 6.6% entre enero y agosto de 2005 y en los primeros 8 meses de 2006 también más que duplicaron ese aumento: 13.8%. Los fideos secos tipo guisero aumentaron 4.7% en los primeros 8 meses de 2005 y 5.4% en 2006. Los fideos secos tipo tallarín +2.4% en 2005 y +12.3% en 2006. Las galletitas dulces envasadas sin relleno -0.8% en 2005 y +9.4% en 2006. Las galletitas de agua envasadas +1.3% en 2005 y +8.4% en 2006. Y no podemos decir que estos productos son de lujo. Sin dudas están controlados por el puño de hierro de Guillermo Moreno. De todas maneras, ahí están los nulos resultados de la “política antiinflacionaria”.
Pero entonces ¿Cómo explicamos una desaceleración en el IPC de 1.6pp que en los primeros 8 meses de 2006 fue de +6.1% y en igual período de 2005 fue de +7.7%? Como puede observarse en el cuadro adjunto, el grupo carnes del IPC, que había subido 11.3% entre enero/agosto 2005, tuvo una caída nominal de 0.9% en el mismo período del presente año. Ponderada por su peso en el índice, ese diferencial de precios ya explica 0.9pp de los 1.6pp de desaceleración del IPC. El grupo lácteos y huevos del IPC, que había subido 13.8% entre enero/agosto 2005, tuvo una mínima suba de 0.6% en el mismo período del presente año. Ponderada por su peso en el índice, ese diferencial de precios explica otros 0.6pp de los 1.6pp de desaceleración del IPC. En suma, entre carnes y lácteos tenemos casi el 90% de la explicación de la desaceleración de la inflación del IPC en los primeros 8 meses de 2006.
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El miércoles 8 de marzo pasado el gobierno anunció una prohibición para exportar carne por 180 días que todavía no se ha relajado totalmente. Esto provocó que la enormidad de 600.000 toneladas de carne se volcaran al mercado local cuando las ventas externa en 2005 habían llegado a 770.000 toneladas por valor de u$s 1.390 millones. Además se decidió un incremento de 5% a 15% en las retenciones a la exportación de productos termoprocesados y carne con hueso.
Si bien es una medida absurda en general pero más todavía cuando al mismo tiempo Argentina se la pasa despotricando contra el proteccionismo agrícola norteamericano y europeo, es una decisión concreta que afecta de manera concreta una actividad. No se trata de llamados a las 6 de la mañana para que los frigoríficos le expliquen a Moreno porqué embarcan 1 o 2 toneladas más para la exportación.
Con la leche y los lácteos en general, ocurrió algo similar que con la carne pero de manera más “voluntaria”. No se llegó al extremo de prohibir la exportación ni se amenazó con intervenir mercados como con la carne.
Entonces una primera conclusión es que el revival de los controles de precios han tenido el resultado esperado: fracaso total. Una segunda es que desaceleración de la inflación del IPC ha sido por medidas concretas (aunque nada razonables) de política económica como prohibir exportaciones de alimentos. Tercera, el gobierno no está actuando contra la inflación sino que lo que hace es manipulación de los índices de precios con medidas de alto impacto en los rubros que más pesan estadísticamente en el IPC.
Si el gobierno quisiera actuar sobre las causas de la inflación empezaría por dejar de deteriorar la situación fiscal. El gasto público ya creció $100.000 millones desde la devaluación (100%) y el resultado fiscal que fue de 3.7% del PIB en 2004 ya ha caído a 1.4% del PIB en 2006. Seguramente volverá a caer en 2007 siendo un año electoral. Argentina está gozando de un shock extranjero de caída en la salida de capitales y suba de términos del intercambio que expanden enormemente la demanda agregada. Tiene que haber alguna política contracíclica. Si se quiere ir al fondo del problema.
Si el gobierno quisiera actuar sobre las causas de la inflación haría una pausa en los aumentos de salarios por decreto o pararía de presionar a las empresas para que los aumenten a través de Moyano, D´Elía y compañía. En Argentina tenemos la fantasía de que salarios privados, públicos, jubilaciones, etc. tienen que volver a los niveles reales de diciembre de 2001 pero con el dólar a 3 pesos en vez de uno. Si Einstein lo viera, se levantaría de la tumba.
Y si bien el dólar a 3 está bien porque Argentina es muy poco competitivo como para darse el lujo de un peso fuerte, si no paramos de devaluar el tipo de cambio nominal más difícil será bajar la inflación.
Pero entonces ¿para que sirve los controles de precios? Para redistribuir ingresos. No hay que olvidarse que estamos en presencia de un gobierno que no es socialista pero cuyos miembros decisivos están educados con las ideas del tercermundismo antinorteamericano en el que el grande por definición es malo y es malo porque llegó a tener ese tamaño a expensas de otro y por lo tanto en algún momento tiene que entregar algo a cambio de coexistir con nosotros.
El objetivo es que Unilever, Procter, Coto, Carrefour, etc. (los firmantes de los acuerdos de precios) mantengan sus precios congelados y que la ganancia de la suba la haga el almacenero Don José o el supermercado de los chinos porque ahí hay redistribución: el grande cede antes el más chico. Es más, como hay aumento de precios, luego hay una nueva vuelta de tuerca sobre el grande porque el gobierno aumenta los salarios.
(*) Nota publicada en Ambito Financiero el 19/09/2006, Página 16