Esperando el equilibrio

El peligro de los desequilibrios globales está en boca de todo el mundo. Cuando se habla de este fenómeno se hace referencia al abultado déficit en cuenta corriente de los Estados Unidos (totalizó 5,7% del PIB en 2004) financiado por el correspondiente superávit del resto del mundo (principalmente los países asiáticos). Las preguntas que emergen son dos, ¿es sostenible esta situación? En caso que la respuesta sea negativa ¿hay posibilidades de un fin de juego con un ajuste abrupto que haga colapsar la economía mundial?

Es necesario aclarar que los déficit en cuenta corriente no son negativos per se. El hecho que los estadounidenses estén gastando más allá de sus medios es una respuesta a políticas monetarias y fiscales expansivas que se han tomado en USA desde 2001 para salvar a la economía de la recesión. El resultante rebote de la demanda doméstica tiende a aumentar el déficit comercial dado que las importaciones crecen más fuerte que las exportaciones. El incremento en estas últimas suele producirse más tarde, dado que el impacto de la recuperación de Estados Unidos en el resto del mundo se ve con un rezago.

La ampliación del déficit comercial incrementa la oferta de dólares en los mercados internacionales de cambio, generando una reducción en el valor de la moneda. En esta etapa de la recuperación mundial, los bancos centrales buscan evitar que sus monedas se aprecien de manera significativa, por lo cual intervienen en el mercado cambiario adquiriendo dólares. Por vía de la competitividad de sus exportaciones logran maximizar el impacto de la recuperación estadounidense en sus economías.

Por lo tanto, la recuperación global de los últimos años se explica por estas políticas que tiene su correlato en la financiación del déficit en cuenta corriente vía la compra de deuda americana por inversores privados y especialmente bancos centrales (en 2004, bancos centrales extranjeros financiaron 50% del déficit de las cuentas públicas americanas y 40% del déficit en cuenta corriente).

Sin embargo, el desequilibrio parece ir en aumento. Pero esta situación no puede mantenerse al infinito, no es posible vivir por sobre los medios de manera indefinida, con lo cual un proceso de ajuste es inevitable. Algunos apuntan a la burbuja del mercado inmobiliario como una señal de las tensiones subyacentes (suba de 65% entre 1997 y 2004 en USA). La experiencia indica que a mayor magnitud y persistencia de los desequilibrios, mayor es la probabilidad de una corrección seria.

Hay mucho en juego para los mercados emergentes según como sea el ajuste de los desequilibrios. Si el ajuste es abrupto, una rápida depreciación del dólar se traduciría en tasas de interés más elevadas y una fuerte contracción de la liquidez mundial. Si bien los fundamentals macroeconómicos (inflación sostenida y superávit fiscal) de estas economías lucen hoy sólidos, sentirían el impacto por menores exportaciones y condiciones de financiamiento externo más rígidas (tasas más altas, cantidades limitadas).

La corrección de los desequilibrios no necesariamente exige un final abrupto. Dado que la situación es por definición de alcance mundial, el proceso de ajuste requiere un esfuerzo conjunto de todo el mundo. El FMI ha señalado la necesidad de una coordinación global para que el barco llegue a buen puerto, subrayando la responsabilidad de los países y zonas más importantes.

Estados Unidos debe achicar su déficit en cuenta corriente, es decir ahorrar más. Los instrumentos para alcanzar esta meta son una reducción del valor del dólar (estimulando las exportaciones y desincentivando las importaciones) y una suba en las tasas de interés, sumado a la reducción del déficit fiscal. Mientras persista el desequilibrio será necesario que continúe el financiamiento desde el exterior, con lo cual el gobierno debe señalar de forma creíble que está tomando las medidas adecuadas para que se produzca el ajuste (y por ende no haya un colapso del dólar).

Por el lado de la euro zona, resultan imprescindibles ajustes estructurales en el mercado laboral y en el sistema de jubilaciones. Junto a la introducción de mayores niveles de competencia en los mercados de bienes, estas medidas pueden mejorar la performance económica de mediano plazo convirtiendo a Europa en otro centro de expansión para la economía global. La agenda para Japón, según el FMI, es el fortalecimiento del sistema financiero y mayor flexibilidad laboral. Por último, en China y los emergentes de Asia la prioridad debería ser una mayor flexibilidad cambiaria.

El debate está planteado, también el rol de cada jugador dentro del juego de coordinación global para que el ajuste sea gradual. Los países latinoamericanos tienen un rol marginal, pero el impacto sobre su bienestar de las decisiones del resto del mundo no será nada despreciable.

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José Luis Espert

Doctor en Economía

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