De aquí al 2030 la demanda mundial de energía primaria crecerá 1,7% anual promedio, según el Word Energy Outlook (WEO). Esto significa que para ese año el incremento de la demanda será casi igual a dos tercios de la demanda actual. La mayor parte de ese crecimiento se explica por la región de del Asia-Pacífico, encabezada por China, crece al 3,3% anual, un un ritmo de crecimiento que la llevaría a duplicarse en los próximos veinte años.
Mientras que la demanda energética de China y el Asia-Pacífico crece el doble que el promedio mundial, la de Estados Unidos y Canadá aumenta solo la mitad: apenas 1,0% anual, con tendencia decreciente para los próximos años y décadas. Esto es así porque la industria norteamericana se vuelca cada vez más, a actividades menos intensivas energéticamente, debido a su conversión a una economía de la información que requiere menos energía, menos materias primas y menos fuerza de trabajo por unidad producida.
En Asia-Pacífico, sucede el fenómeno contrario: la intensidad de energía por unidad de producto aumenta como consecuencia del despliegue en gran escala de una revolución industrial que tiene como eje a la República Popular China y abarca a toda la región, incluida la India. Los distintos estados del desarrollo (EE. UU. ya hace más de un siglo que es una potencia industrial y China todavía está saliendo del “primitivismo” en la cual quedó sumida luego de décadas de comunismo) están detrás del cambio relativo en la demanda mundial de energía.
Este crecimiento excepcional de la demanda reclama gigantescas inversiones para satisfacer la provisión de energía. La estimación del WEO es que sólo en nuevas plantas de generación es preciso invertir en el mundo U$S 4,2 billones hasta el 2030. De esta inversión China se llevará U$S 800.000 millones.
Los mercados de futuros estiman que el precio de barril de crudo en el largo plazo, seis años o más, rondará los 39 dólares, el doble que en la década del 90, cuando el promedio del barril fue de U$S 20. Esto significa que los incrementos recientes experimentados por el precio del petróleo no responden a factores circunstanciales, sino a una alta y creciente demanda, sobre todo de Asia-Pacífico y a una limitada e incierta oferta si tenemos en cuenta que casi la mitad de la producción mundial se concentra en una región de alta conflictividad estructural (no sólo por la historia sino porque EEUU ha definido a la lucha contra el terrorismo en un tema central de su agenda) como es el Oriente Medio.
Más aun: si la economía mundial crece a tasas creciendo a tasas históricas, récord como ocurre en la actualidad a pesar de lo altísimos precios del crudo, es porque estamos asistiendo a un gran cambio de precios relativos en un contexto de expansión antes que de redistribución del ingreso mundial: Al subir la producción mundial con China a la cabeza y ello arrastra hacia arriba los precios de las materias primas incluido el petróleo. Esto es muy distinto al shock de fines de los ´70, donde sí hubo una gran transferencia de capacidad de gasto desde el mundo desarrollado hacia los productores de crudo que luego los reciclaron hacia los emergentes, fenómeno que terminó en la primera crisis de las deudas latinoamericanas a principios de los ´80.
La dimensión energética del proceso de globalización muestra el salto de productividad de los Estados Unidos, y su transformación en una economía de la información, que converge con la revolución industrial china-asiática cada vez más intensiva en materia energética.
Estos son los rasgos centrales del mundo “energético” de las próximas décadas. Es un salto cualitativo y cuantitativo. Latinoamérica debería tomar nota de esto y no caer en el facilismo de los ´90 cuando parecía que el dinero fácil de la globalización financiera no acabaría nunca. Hay que perseverar en vez de aflojar en el ímpetu reformista promercado. Si no, las diferencias de ingresos con los emergentes exitosos seguirán profundizándose. En la región, el ejemplo a seguir es Chile y no lo populismos facilistas de Kirchner en Argentina y Chávez en Venezuela.
Nota Original: AMÉRICA ECONOMÍA | 02/12/2004