¿Seguirá en pie el actual esquema de cargas impositivas a las exportaciones? Se han ido agregando nuevos sectores de afectados por esa disposición, y aumentan las presiones sobre el equipo económico para modificar el criterio. Pero eliminar las retenciones no será sencillo.
Todo vuelve. Una frase sencilla pero rigurosamente real, en muchos casos. Como en la economía de hoy, en que se está viendo cada vez más que todo vuelve. Y uno de los capítulos son las caras impositivas a las exportaciones.
Es un a película que ya se vio en el país. Durante mucho tiempo la Argentina aplicó lo que se llama en la jerga económica retenciones a las exportaciones, algo que se está implementando nuevamente desde hace dos años y que es uno de los motivos del éxito fiscal que ha logrado este gobierno y la gestión anterior de Eduardo Duhalde.
De la mano de los precios récord del petróleo y de una elevada cotización en otras commodities, las retenciones aseguraron la solidez fiscal.
Lo paradójico es que en un momento donde los países tratan cada vez más de respaldar sus ventas externas, algunos incluso subsidiando tasas de interés para financiar exportaciones, en la Argentina se las está gravando con impuestos.
En plena crisis de 2002, se pudo observar a las retenciones como un elemento de absoluta urgencia. Pero en los últimos meses, con el aumento de los costos internos y un dólar absolutamente estable en torno a tres pesos, la ecuación para exportar ya no es la mismas que hace dos años.
INFLEXIÓN. Comienza a observarse entonces un punto de inflexión en este tema tan complicado, y se puede ver que va creciendo día a día el lobby de diversos sectores empresarios sobre el gobierno para que se eliminen o se reduzcan los derechos de exportación.
En realidad, el concepto en sí de retenciones sobre el comercio exterior es de aplicación temporaria. No obstante ello, desde el gobierno no se han emitido señales concretas de que se reducirían esos impuestos.
El ministro de Economía Roberto Lavagna y sus asesores ven a las retenciones como una de las bases para sostener la recaudación impositiva, lo que permitió hasta el momento un superávit fiscal primario récord de $15.000 millones en ocho meses y con ello solventar el constante aumento del gasto público.
Hay que tener en cuenta que por aplicación de retenciones entre enero y agosto el Estado obtuvo un monto de $6.200 millones, es decir un 13 por ciento de los ingresos tributarios del período.
Es más: observando la evolución de la recaudación por exportaciones se puede constatar que desde mediados de 2003 hasta principios de este año los ingresos oscilaban entre $650 a 800 millones, pero a mediados de 2004 la cifra superó los 1.000 millones de recaudación, debido sobre todo a la estampida en el precio internacional del petróleo en ese período.
Como el lógico, las retenciones no se aplican de manera uniforme en todos los sectores.
El esquema armado se basa en una imposición del 5 al 10 por ciento en productos primarios, manufacturas de origen agropecuario, en tanto que las manufacturas de origen industrial se sitúan en el 5 por ciento y los granos en una banda que va del 5 al 23,5 por ciento, aunque hay un caso sumamente particular que es de las exportaciones de crudo .
MAS AFECTADOS. Pese al optimismo oficial y al intento del gobierno de relativizar los perjuicios de esa carga tributaria, son varios los sectores que comienzan a sentirse afectados por la aplicación de este impuesto, considerado distorsivo.
Son varios los segmentos que dicen haber perdido rentabilidad en sus exportaciones como consecuencia de la alícuota que se aplica y de los aumentos de precios internos.
Hay rubros industriales cuya exportación está rindiendo entre un 20 y un 35 por ciento menos de lo que hacia a mediados del 2002.
Algunos de estos segmentos son muy importantes para las economías regionales: es el caso de las exportaciones de fruta fresca, con alto impacto en el Alto Valle del Comahue, los duraznos en Mendoza, los cítricos en la Mesopotamia.
Es también el caso de varias industrias metalmecánica y autopartistas instaladas en el Gran Buenos Aires, en el sus de Santa Fe y en Córdoba.
Este panorama ha generado un creciente malestar entre los hombres de negocios y empresarios PYMES, que han llevado constantes reclamos al Ministerio de Economía.
En el Congreso se realizó días atrás una jornada de debate sobre la incidencia de la retenciones y la necesidad de promover una reducción. En esa línea, el senador Miguel Piccheto, titular del bloque justicialista, aseguró que lo importante es comenzar a tratar con el gobierno nacional para que se modifique las retenciones que se aplicaron sobre este sector, que está comenzando a generar graves problemas.
“Con retenciones del 10 por ciento en el caso de la fruta fresca y con un nivel de costos internos que se van incrementando en forma constante, la situación se empieza a complicar”, aseguró el legislador rionegrino.
INVERSIONES Y EMPLEO. En esa misma línea, algunos especialistas argumentan que una baja en la aplicación de este gravamen puede mejorar las posibilidades de captar inversiones y más empleo.
Esa es una conclusión a la que arribó la ex subsecretaria de Comercio Exterior Beatriz Nofal, quien subrayó que la reducción a las retenciones “no se debe tomar como un costo fiscal sino como una inversión fiscal, por la cual se puede generar mayores niveles e producción y de exportación con mayor valor agregado”.
Desde el gobierno aseguran que ya se está trabajando en este tema. Una fuente del equipo de Lavagna comentó a FORTUNA que ya se ha empezado a analizar una reducción gradual y parcial sobre algunas retenciones que están en vigencia. Deslizó además que los sectores que se verían beneficiados con esta medida serían, en primer término, el automotriz, el de autopartistas y algunos rubros metalmecánicos.
Una rebaja en este impuesto va a suponer un costo fiscal, pero algunos consideran que el país tiene ahora margen para hacerlo. Para el tributarista Raúl Cuello, los derechos de exportación “están afectando sobre todo a las exportaciones agropecuarias. Los niveles de retenciones ahí ya no tienen la misma justificación del año pasado, cuando los precios de la producción agrícola estaban muy altos en el mercado internacional. En caso de la soja es un ejemplo: la cosecha anterior se comercializó entre $600 y $700 y ahora estamos en menos de 500 la tonelada”.
Agregó Cuello que “hoy en día hay que pensar que con el grado de superávit primario que se ha alcanzado, el gobierno tendría desarrollar una estrategia para eliminar parcialmente impuestos distorsivos”.
Por su parte, el economista José Luis Espert no dudó en afirmar que “ el gobierno debería eliminar la retenciones. Hoy está recaudando mucho de otros impuestos, tienen cinco puntos de superávit fiscal”.
Todo haría pensar que el panorama de las retenciones, tal como está, difícilmente se pueda sostener por mucho tiempo, pero modificar ese esquema tiene un costo difícil de asumir por el gobierno.