En la Argentina no hay nada seguro. Y mucho menos a la hora de jugarse con pronósticos. El aval que el Gobierno obtuvo por parte del Fondo Monetario Internacional para inyectar más pesos en el mercado encendió el debate sobre el uso de la política monetaria y su impacto inflacionario a 2 semanas de las elecciones.
Enseguida, la mayoría de los consultores de la City pusieron paños fríos a la situación y descartaron que una mayor emisión traiga a colación un aumento de precios. La flexibilización de los agregados monetarios tiene por objetivo evitar que el tipo de cambio siga bajando. Por lo tanto, los economistas argumentan que si la emisión es para comprar dólares entonces un aumento de la oferta de dinero no dispará la inflación.
¿Pero pueden existir otros caminos que conduzcan a un aumento de precios minoristas y mayoristas?. Algunos hablan de un déficit de la Nación proyectado para fin de año en $6.000 millones, sin incluir las provincias. ¿Y cómo se financiará ello? Dudas que aparecen y alguna advierten que es una fuente de presión probable hacia fin de año.
El lado monetario
En realidad las dudas por un despertar inflacionario están lejos de provenir del terreno monetario. Podría decirse que la política del Banco Central en mucho se relaciona con el comportamiento de la demanda deseada de dinero. El enfoqué ortodoxo tendría por ejemplo una visión conservadora porque preocupa que un diagnóstico optimista sobre la demanda de dinero en pesos lleve a oferta excedente de dinero arrastrando a mayor inflación y suba del tipo de cambio. En este caso, un economista como Carlos Rodríguez (CEMA), cree en la neutralidad del dinero. Es decir, todo incremento en la oferta monetaria sólo da lugar a variaciones en el nivel de precios, sin que se alteren las variables reales como la producción, el empleo o la tasa de interés. La teoría cuantitativa actuaría como modelo capaz de determinar el nivel de precios.
¿Pero sería correcto pensar en dichos términos? Por ejemplo, cabría preguntarse si la política monetaria del BCRA acordada con el FMI, no produce una situación inversa donde hay demanda excedente de dinero en pesos, lo que lleva a una excesiva compra de reservas internacional y una presión a la baja del tipo de cambio.
En todo caso el análisis de la evolución de la demanda de dinero por componentes plantea un caso interesante de mencionar. Observando el dinero transaccional, se nota un exceso de fondos con respecto a lo demandado históricamente. La relación M2/PIB circulante, cuasi monedas, depósitos en cuenta corriente y cajas de ahorro- supera en unos 4 puntos porcentuales del PIB a los niveles registrados en e año 2000. Sin embargo, y deteniéndose un instante sobre el coeficiente más amplio M3/PIB que tiene en cuenta aquellos depósitos a interés queda claro que a marzo 2003 la cantidad de dinero está aún por debajo de sus niveles de precrisis.
En consecuencia, considerando que hay un exceso de oferta sobre el agregado más restringido (M2 ) pero un exceso de demanda sobre el más amplio, se entendería la escasa presión inflacionaria que se percibe hoy en día.
Los niveles actuales de Circulante/PIB se ubican 1,7 puntos porcentuales por encima de los niveles de diciembre de 2001 cuando la economía ya había sufrido un agudo procesos de desmonetización y casi 1% superiores a los promedios del año 2000 en que la crisis financiera aún no se había desatado. Si se incluyen en el dinero en circulación a las cuasi monedas provinciales, el exceso de dinero con respecto al año 2000 se incrementa a casi 3% del PIB.
Por otro lado, es notorio la disminución del M3 en términos del PIB desde fines de 2001. Por ejemplo, los plazos fijos y en dólares representaban un 22% del producto de la economía cuando en la actualidad alcanzan un 7%.
La implicancia sobre la política monetaria comienza cuando por la liberalización de los Cedros, aumenta el nivel de M3 pero no la cantidad de circulante o los depósitos de las entidades en el BCRA. Hay algo que equilibrar. Y ahí nace el pedido del titular del Banco Central, Alfonso Prat Gay, par que el DMI avale la expansión de la base monetaria.
Zona de Riesgo
Pero entonces, ¿no hay nada que pueda ejercer presión en materia de precios durante lo que queda del año? Si bien la consultoras no pronostican más de un 30% de inflación anual, este es un tema no del todo bien definido. Para Espert & Aociados será el 10,3, Ecolatina el 20%, IERAL el 22%, MVA Macroeconomía el 15% y Ferreres el 28%, entre otros. Los economistas advierten que hay elementos que podrían aportar puntos extras a las estimaciones. Uno sería la renegociación de las tarifas de los servicios públicos. Por cada 10% de aumento en las tarifas tendremos un incremento del 1,5% en el IPC dice Gastón Amoros, economista de Espert & Asociados.
El Segundo tema es que la Nación enfrentará un rojo de unos $6.000 millones. Si se incluye a las provincias serían $1.000 millones más. Esto podría ser otro punto que eleve la demanda de dinero y ejerciera presión sobre la inflación. No sabemos qué puede pasar allí se ataja Amoros. Para el economista del Instituto de Economía de la UADE Ricardo Theller,el programa monetario ya tiene descontado esa situación.
Señaló además, que en este momento la autoridad monetaria goza de los grados de libertad suficientes como para en todo caso pueda detener el proceso de emisión. En todo caso lo que sí me preocupa es la puja distributiva por el tema salarios. Comento Theller, además director del Departamento de Economía y Finanzas de la UADE.
Los economistas hace poco más de un año pronosticaron los peligros de una inminente hiperinflación. Algo que nunca se produjo. Se equivocaron y ellos mismos lo admiten, un año después. Ahora sucede al revés. Dentro de la profesión, en general, no advierten un peligro inminente que ello ocurra. ¿Confiados? ¿Seguros? ¿errados? En definitiva no será la última vez que se equivoquen.