Argentina tiene futuro si hace las cosas bien. No está condenada al fracaso. Tiene que imitar a los países a los que hace rato les va como Dios manda. Estos tienen una dirigencia a la cual le vibran las vísceras por el bien común, educan a la gente y viven del comercio con endeudamientos mínimos bien invertidos. Ese es el camino, arduo, difícil pero el único que genera futuro. La senda actual de facilismo, mala educación, endeudamientos fáciles y medidas de cavernícola, perpetúan la pobreza, la decadencia y la frustración.
Argentina está en la peor crisis de su historia. Nunca antes estuvimos peor porque nunca antes en democracia la clase política fue tan repudiada por la gente como hoy. Nunca tuvimos la mitad de la fuerza laboral con problemas de empleo. Nunca antes más de la mitad de los ciudadanos argentinos fueron pobres. Nunca estuvimos al mismo tiempo aislados del mundo, sin bancos, sin crédito, sin fondos de pensión, con todos los contratos privados destrozados y con las empresas fundidas como moscas. Nunca antes la emigración y el deseo de irse del país de la gente fue tan fuerte como ahora.
¿Cómo llegamos aquí?
En primer lugar lo que habría que descartar es que estamos así por culpa de extraterrestres, países extranjeros, corporaciones internacionales, personajes nefastos, grupos de poder que ya liquidaron a nuestros empresarios y ahora vienen por el agua y la tierra, etc., etc. porque simplemente no es sano pensar que cuando nos va bien es porque los argentinos somos geniales y cuando nos va mal, algún mal designio se habrá apoderado del “karma” de nuestro país.
A la peor crisis de la historia llegamos por culpa de muchas décadas de mala praxis política, educativa y de técnica macroeconómica. En materia política nos hemos sabido dar una elite de dirigentes que son de terror. Salvo excepciones contadas con los dedos de la mano, el que hace (por algún tiempo), roba y el que no la pega con lo que hay que hacer, también roba. La respuesta a ello es que tenemos que hacer una profunda reforma política que reduzca a una cantidad mínima el número de políticos en todo el país (por ejemplo: una cámara de diputados nacionales con 80 miembros y una de senadores nacionales con 24) y que además reúnan condiciones meritocráticas. Además, al poder tienen que llegar las mejores personas en calidad humana, ética y capacidad técnica y no como hoy que, en general, llegan los que en el sector privado no existirían por incapaces o corruptos.
En materia educativa hace ya muchas décadas que inventamos la frase “alpargatas sí, libros no”. Así nos va. Salvo honrosas excepciones, Argentina no resiste ni los mínimos estándares internacionales en materia educativa. Si Marta Maffei quiere tener trabajadores educativos, allá ella. Al país, a los chicos les conviene tener los mejores y más exigentes maestros posibles bien pagos, previa eliminación del Estatuto Docente para que haya auténtica competencia en la educación, el verdadero futuro de cualquier país.
En política económica, Argentina ha alternado en los últimos 70 años entre un modelo de economía en autarquía comercial y financiera con fuerte emisión de dinero para expandir la demanda doméstica y crecer, así es que terminamos en hiperinflación y otro de alguna apertura comercial “trucha” (Martínez de hoz y Menem) con fuerte endeudamiento externo para financiar déficit fiscal, así terminamos en los ´80 y recientemente en devaluaciones masivas y defaults payasescos. Lo que nunca hicimos y habría que hacer es vivir del comercio (con la impresionante devaluación que hemos hecho hay que abrir la economía) sin endeudamiento, para lo cual hay que tener equilibrio fiscal estricto y para esto último habrá que eliminar la coparticipación federal de impuestos y la provincia que quiera gastar que recaude, eliminar la promoción industrial, el sobreempleo público, el clientelismo político, todos los regímenes especiales, etc.
En definitiva, lo que hay que hacer para salir de la peor crisis de la historia es poner “patas para arriba” al país y hacer cosas que hace por lo menos medio siglo no hacemos: tener dirigentes decentes y capaces, educar de primera a los chicos y vivir del comercio y del ahorro. Sin embargo, la respuesta de Duhalde es: “No voy a hacer nada de lo que hay que hacer, sólo haré lo necesario para durar lo máximo que pueda”. Y claramente una cosa es tener alguna víscera de estadista y otra totalmente distinta es tener deseos de “calentar el banco”. Para la primera hay que salir a pelearse con gran parte de la dirigencia política, empresarial, sindical, hay que romper intereses corruptos, tramposos, corporativos y prebendarios y hay que reconocer que no somos un pueblo culto y que falta mucha educación en los argentinos (como muestra basta el primer puesto que hasta ahora ostenta Adolfo “Jim Carrey” Rodríguez Saá en las encuestas). Para la segunda, “barrer basura bajo la alfombra” (contrariamente a lo que dice Lavagna) con un acuerdo con el FMI pateando los vencimientos de deuda y los depósitos de la gente lo más lejos posible, a lo mejor alcanza.
A su vez, el FMI para postergar vencimientos de deuda quiere asegurarse que Duhalde no llevará al país a la hiperinflación, que no destrozará más de lo que ya lo ha hecho al sistema bancario y que terminará el mamarracho de cuasimonedas emitidas por doquier por cualquier provincia. El FMI no pide nada de superávit fiscal para empezar una renegociación civilizada de la deuda porque sabe que para ello hay que tener por lo menos 4% del PIB de superávit primario consolidado (Nación+Provincias) y en régimen en el mejor de los casos vamos a equilibrio fiscal antes del pago de intereses. Por otro lado, el FMI sabe que Duhalde no hará nada de reformas que permitan un superávit fiscal razonable. Así que el tema fiscal, en la negociación con el FMI es irrelevante. En esencia trata de ponerle algún límite al “cambalache duhaldiano” con letra de Lavagna sólo para patear vencimientos de deuda hacia adelante.
Pero claro, si no hubiera acuerdo con el FMI y al mismo tiempo el gobierno no hace nada de lo que hay que hacer para salir de la peor crisis de la historia, es probable que continuemos con una profundización de la tendencia que venimos experimentando desde hace tiempo hacia la “cavernicolización”. Ya empezaron transformando el control de cambios instalado por el “sabio” de Cavallo, en una pesadilla para la compra de dólares y a lo mejor sigue, en un futuro próximo, con la aplicación directa de la ley de subversión económica a los pobres cristianos que quieran hacerse de “verdes”. No entiendo cómo no se les cae a Lavagna y a Pignanelli la cara de vergüenza. Pleno siglo XXI y pretenden solucionar algo de nuestros problemas y llegar a un buen acuerdo para el país (no para que ellos duren) con el FMI con los controles de capitales. Francamente patético.
A lo mejor Duhalde llega hasta mayo de 2003. La duda es si nosotros llegaremos de esta manera lastimosa, miserable, ineficiente y reñida con las buenas costumbres. Otra cosa es qué futuro nos espera a nosotros aunque Duhalde llegue con el preocupante consenso que existe en la sociedad que fue al capitalismo el que nos puso en esta situación cuando yo me pregunto qué tiene que ver el capitalismo del Estado-socio de intereses corporativos y estafador de los ahorros y los ingresos de la gente con un capitalismo de Estado mínimo que de buena seguridad, buena educación básica, hospitales para los pobres sin el “curro” de las obras sociales sindicales, apertura, competencia y equilibrio fiscal estricto.
Estamos en la peor crisis de la historia y no saldremos de allí sino hacemos cambios de 180º en casi todo lo que venimos haciendo desde hace ya muchas décadas. Este no es un problema de FMI sí o FMI no. Acordar con el FMI es un problema de segundo orden. Primero hay que tener claro que hay una decadencia en Argentina que viene de por lo menos medio siglo atrás y que hoy estamos en el punto mínimo de esa decadencia que es en esencia causa nuestra. Las raíces de la degradación son el Estado socio que beneficia a ineficientes con gran poder de lobby, el cambalache educativo de “alpargatas sí, libros no” y la ausencia desde hace décadas de una apertura económica bien hecha, o sea, sin endeudamiento, para lo cual el Estado no tiene que gastar más de lo que recauda (y aunque sea obvio aclararlo, incluyendo a los intereses de la deuda como gasto). Un acuerdo con el FMI vendría por añadidura al hacer todo estos cambios.
Que el gobierno no engañe a la gente. Este acuerdo que está negociando, sólo sirve para sus objetivos de durar todo lo que se pueda (una pregunta: ¿para qué durar así?) pero es inútil para empezar a desandar el camino de la peor crisis de nuestra historia . Que después, ante el fracaso en que consistirá, si es que éste da a luz, no nos vengan con el “verso” de que la culpa de la nueva frustración es el FMI. En todo caso el FMI comete el error de estar detrás de un gobierno que no está dispuesto a hacer lo necesario para salir de peor crisis de la historia y sólo se limita a “calentar el banco” ¿Porqué Duhalde no pone la misma enjundia en comenzar a recorrer el camino de los grandes cambios que hay que hacer en vez de “patear” la pelota para adelante?
El famoso filósofo griego Sócrates (469-399 a.C) dijo “Si cometieres alguna equivocación vergonzosa, no creas que ella puede quedar absolutamente ignorada, porque aunque pudieras ocultarla de los demás, siempre la conocerás tú mismo” ¿Qué sentirá Duhalde al haber errado acerca de cuán globalizado estaba el mundo y lanzar al país al vacío de la devaluación sin plan, al mantenimiento del triste default de Rodríguez Saá y a una negociación con el FMI con el pobre objetivo de sólo durar?
Nota Original: ÁMBITO FINANCIERO | 24/09/2002