Si la Argentina sigue así, va "Camino a la Perdición" como Tom Hanks en el reciente film de Sam Mendes, el mismo director de la ganadora del Oscar "Belleza Americana" en el que encarna a un gángster embarcado en la misión de vengar los asesinatos de su esposa e hijo y que, al ser profundamente religioso, carga con la tortura del pecado.
El año pasado, una de las dos mayores operadoras telefónicas del país, hizo una publicidad en la cual un joven llamado Walter era congelado en la década del 80 y descongelado en la actualidad. El joven, al despertarse, no entendía nada de lo que había pasado en los últimos 10 años en el tema comunicaciones viendo el enorme avance operado, todo lo sorprendía, nada le era indiferente. Si las discusiones e ideas de qué hay que hacer con el país en la peor crisis de la historia siguen así, puede llegar a ser muy triste hacer una remake de ese aviso publicitario dentro de un par de años, sólo que esa vez Walter seguramente se sentiría como en casa al ver que nada cambió y que seguimos tan pobres económicamente y huérfanos de ideas sensatas como hoy, inmediatamente después del default y la devaluación.
En los últimos 25 años ha habido dos etapas de plata dulce en la Argentina. La primera fue a fines de los ’70 con el shock de los precios del petróleo que llenó de cash a los bancos americanos, quienes venían a su vez a países como el nuestro a golpear la puerta para prestar. A nivel local se había lanzado la "tablita" de Martínez de Hoz el 20 de diciembre de 1978, típico programa de estabilización de precios a partir de alguna fijación del tipo de cambio con algo de baja de aranceles a las importaciones, mezclado con intentos reactivantes a través de la apertura del mercado de capitales. El programa tuvo algo de credibilidad inicial, así que se armó el círculo de entrada de capitales, atraso cambiario, boom de demanda doméstica y crecimiento. Mientras tanto, las empresas públicas financiaban su déficit con deuda externa. Hasta que un día todo se volvió insostenible y la historia acabó en megadevaluaciones (comenzaron en enero de 1981 con Lorenzo Sigaut), default de la deuda pública (después de Malvinas comenzaron los atrasos en los pagos) y más tarde, nacionalización de la deuda externa privada (gracias al "genial" Mingo Cavallo en 1982).
La consiguiente respuesta ideológica desde 1983 fue Alfonsín, Bernardo Grinspun y Aldo Ferrer con su primera versión de "vivir con lo nuestro", el populismo de los ’80 que nos hizo perder una década y todo el "progresismo" hablando de investigar la legalidad de la deuda externa, protección a la industria nacional, etc. etc.
Groseramente, 20 años después pasa lo mismo. Tras la híper pusimos en marcha un plan de estabilización basado en la fijación del tipo de cambio, que resulta inicialmente creíble tanto interna como externamente, así que volvemos a armar el círculo de entrada de capitales, atraso cambiario (en el caso argentino por la financiación externa del déficit fiscal, aún después de la privatización de empresas públicas), boom de demanda doméstica y crecimiento. Todo ello en un contexto internacional de bonanza para los países en desarrollo tras que el plan Brady le solucionara el problema de los créditos incobrables a los bancos americanos y generara un atractivo nuevo mercado: el de la deuda de países emergentes. Todo ello mientras que la economía mundial navegaba una década de prosperidad sin precedentes, arrastrada por la "locomotora americana".
Hoy, tras haber salido de forma totalmente irresponsable y catastrófica de la Convertibilidad (íbamos a salir de ella por la total incoherencia entre la regla cambiaria y la fiscal, pero era totalmente evitable hacerlo así) recreando una especie de Hiroshima y Nagasaki a nivel local, el correlato ideológico que surge es el del "Plan Fénix"(*), ideas que ya nos hicieron muy mal en el pasado, han ayudado de manera notable a generar la que es hoy la peor crisis de la historia (como puede verse en (*) el plan económico de Duhalde es el Plan Fénix) y pueden hacernos peor todavía si seguimos detrás de la aplicación de temas idénticos a los que discutíamos hace 20 años como el de la legalidad de la deuda, el deseo de encerrarnos y "vivir con lo nuestro", etc. En ese sentido, resulta increíble
La ineptitud e irresponsabilidad de los dirigentes políticos para articular al país con el resto del mundo confunden a la gente y le dejan la sensación de que todos sus males presentes se deben al "capitalismo salvaje" de afuera y no a la estupidez local. Nuevamente comenzamos a oír las teorías conspirativas o que "ahora vienen por la tierra y el agua".
Los Argentinos no nos damos cuenta que estamos debatiendo temas que hace décadas ya que no se discuten en el mundo. Y precisamente eso es lo que genera tanta estupefacción en el exterior, como para que O’Neill, Köhler, Krueger, Tietmeyer, Lula, Serra, Batlle y todo el mundo haga los comentarios que hace, amén de habernos convertido en una curiosidad académica y un conejillo de indias para casos de catástrofe financiera.
Pero a diferencia de los ’80, el desempleo y la pobreza son mucho mayores hoy. Con casi el mismo atraso cambiario entre Martínez de Hoz y la Argentina pre-devaluación, la pregunta es: ¿por qué? Primero, porque la apertura fue mucho mayor y por mucho más tiempo, desde un punto de partida en el cual la industria local era ineficientísima (liderada por el sector público, claro). Segundo, porque al privatizar las empresas públicas encontramos tantos ñoquis como para convertirnos en la trattoria del mundo (esto es lo que suele llamarse "desempleo oculto"), que al aggiornar la economía quedaron al descubierto. Y tercero, porque la apertura comercial combinada con fuerte atraso cambiario y un régimen laboral tan bizantino como el que tenemos, derivó en procesos capital-intensivos que desplazaron al trabajo.
Pero la realidad hoy es todavía más compleja porque además del "consenso" de la mano del cual nos fuimos al demonio (la culpa es del "capitalismo salvaje"), Duhalde no está haciendo nada razonable para afrontar la peor crisis de la historia y se limita a patear la pelota lo más alto, fuerte y lejos que puede (lo cual no es mucho, por cierto, dada la magnitud de la crisis que impone sus propios tiempos y la mediocridad que lo caracteriza) a la par que le embarra la cancha al próximo Gobierno, llevando el debate hacia temas irrelevantes (pagar con reservas o defaultear a organismos, acuerdo con el FMI sí o no -cuando el acuerdo por sí solo no nos resuelve nada-, Plan social más o menos, etc., etc.) o perseverando en políticas erróneas como el crédito dirigido a sectores particulares (¿qué es sino la hipotética baja de impuestos sólo para construcción y autos? ¿por qué el ministro de turno tiene que decidir quién gana y quién pierde? ¿es que acaso tiene una concepción socialista de la economía en su cabeza?).
En cierto sentido, es lógico que si la Convertibilidad tuvo tanta adhesión por parte de los círculos de poder, a los que aquí se le tiene casi "xenofobia", la respuesta "progre" (que se piensa que vive en Suecia) hoy sea tan fuerte como lo es. Más aún cuando tienen alguna figura de renombre mundial para agarrarse como Stiglitz, quien de la noche a la mañana se convirtió en su héroe, o Hausmann, con la idea de pesificar más todavía, incluso a los multilaterales. Para poner las cosas en blanco sobre negro, hacer esto último sería una locura tan grande como declararle la guerra a Estados Unidos. Aunque las locuras no nos atemorizan a los argentinos, ya que en 1982 le declaramos la guerra a Gran Bretaña.
Pero debemos tener mucho cuidado, ya que el mundo cambió significativamente desde comienzos de los ’90 a la fecha. La Argentina encontrará hoy mucha menos tolerancia que a hace 10 años, así como un ambiente mucho menos benigno cuando no directamente hostil. La economía mundial se tambalea, con Estados Unidos en franca desaceleración, Japón sumido en la inercia y Europa tan sólida como un flan. Los mercados de valores se desinflan alrededor del globo, alcanzando mínimos de 7 años. Crisis como el Tequila en 1994, Asia en 1998/7, Rusia 1998, Ecuador 1999, Brasil 1999, Turquía 2000/1, Argentina 2001/2 y muy probablemente Brasil 2002 o 2003, ciertamente han puesto más cautelosos a los inversores.
Más todavía si tenemos en cuenta que el gobierno americano (más precisamente Otto Reich el secretario para Asuntos Latinoamericanos del gobierno de Bush) ha dicho que sólo ayudará a los países que luchen contra la corrupción (cuando aquí se agranda permanentemente, ver sino la posible nueva coima en el Senado ahora por el 2% que Barrionuevo quiere imponer a los ingresos de los bancos para financiar la "reestructuración bancaria" y los sobresueldos en negro en Diputados), que tengan democracias limpias (el "Adolfo" quiere derogar todo si gana para empezar de cero) y que sigan las política económicas de USA (en Argentina parece inevitable torcer el péndulo que empezamos luego de las elecciones legislativas de octubre de 2001 hacia el populismo).
Y por si todo lo anterior fuera poco, las nuevas conducciones del FMI y del Tesoro americano están presionando fuertemente por una política de bail-in (no a los salvatajes masivos sino que se arreglen solos acreedores y deudores)+chapter 11 (proceso "automático" de reestructuraciones de deuda ante defaults) para las crisis de deuda soberana, lejos de los mega-paquetes de asistencia financiera de la era Clinton-Camdessus. En vistas de todo esto no debiera sorprendernos que los flujos de capital hacia mercados emergentes cayeran este año a su nivel más bajo desde 1992 (estimados en u$s 123 mil millones para 2002 y u$s 151 mil millones para 2003 por el Institute of International Finance, cuando en 1996 alcanzaron los u$s 335 mil millones -esto es, una caída de 63%-). Latinoamérica es por lejos la región más afectada, con una caída de 60% en los flujos desde 1999 en comparación con una caída de 20% para el agregado de países emergentes. En nada se parece este escenario a aquel frenesí que desató el Plan Brady y las reformas pro-mercado en la década del ’90 en América Latina. O sea, "vivir de prestado" como en los ´90 no será muy difícil.
¿Qué debemos hacer entonces? Para tomar el camino correcto no hace falta inventar la pólvora. Basta simplemente con imitar a aquellos países a quienes podemos parecernos y a los que le va bien: Chile, Australia y Nueva Zelandia. ¿En qué consiste? En integrarnos al mundo para vivir del comercio, tener altas tasas de ahorro interno, respetar los derechos, educar a la gente (basta de "alpargatas sí, libros no") y tener políticos como la gente (para lo cual necesitamos una profunda reforma de la política). Nada más y nada menos. Todo lo contrario del "consenso" que pareciera ir recobrando (recobrando porque, es muy importante tenerlo claro, ya fue aplicado cuando Duhalde puso en marcha desde enero de 2002 las recomendaciones del Plan Fénix) fuerza hoy en día que es cerrar más la economía, proteger la industria, vivir al día y pasar por encima de los derechos y contratos a gusto y piaccere del Gobierno de turno, o sea, la receta para ir derechito por más fracaso.
En definitiva, está en manos de los políticos y de la sociedad argentina decidir si nuestro personaje publicitario "Walter" se sentirá a gusto o no en la Argentina de los próximos años. La opción está, lo que no podemos alegar es desconocimiento.
*) La receta del denominado "Plan Fénix" (en alusión a la mítica Ave Fénix, que salió volando de las cenizas, probablemente nos termine haciendo volar por el aire también) para "momentos como los actuales, signados por el estancamiento, la concentración de la riqueza, el aumento de la pobreza y la exclusión, y la pérdida de la capacidad de decidir nuestro propio destino dentro del orden mundial contemporáneo" consiste en:
"El abandono de un tipo de cambio fijo -cualquiera sea el camino que se elija- requiere, entre otras, de las siguientes condiciones previas y simultáneas: aumento del nivel de reservas hacia el promedio del año 2000; reordenamiento y saneamiento de las cuentas públicas; un sistema de seguro de desempleo que coloque a todos los hogares por encima de la línea de pobreza [según "Chiche" Duhalde erradicamos la indigencia con los 150 Lecop, ¿o no?] y un salario mínimo equivalente [¿no pretende la ministra Camaño bajar el desempleo también con el Plan Jefes y Jefas?]; renegociación de la deuda con quita y suspensión del pago de intereses [fuimos más lejos todavía y suspendimos casi todos los pagos y ahora nos encaminamos a una "mega-quita"]
; aumento de las protecciones efectivas relativas de las manufacturas más diferenciadas [con una depreciación real del 40% ya entramos de lleno en la sustitución de importaciones]; imposición de retenciones a las exportaciones con fuertes ventajas comparativas presentes, tales como petróleo y energía [hicimos eso y más ya que se las metimos al agro también]; medidas para reducir la apertura financiera tales como imposición a las operaciones de moneda y fiscalización por el BCRA [con el default y control de capitales logramos eso y mucho más]; compensación de efectos de la depreciación sobre los saldos de deudas y créditos de sectores de ingresos medio-bajos y pequeñas empresas [piénsese en el jubileo que están lanzando desde el Congreso, con la postergación y re-postergación del CER, la condonación del acumulado para ciertos créditos y su reemplazo por el inexistente CVS para casi el 50% de la cartera de los bancos]."