Cavallo está jugando con fuego

Más allá de los triunfos pírricos que Cavallo pueda obtener en el corto plazo como por ejemplo no endeudarse a “tasas ruinosas”, el usar las reservas del Banco Central y los encajes de los depósitos para financiar su irresponsable política fiscal, técnicamente es una aberración y estratégicamente suicida.

Uno de los motivos por los cuales los problemas de Argentina se agravan todos los días es que no los enfrentamos de una vez por todas. Estando al borde de la cesación de pagos, el año pasado en vez de bajar dramáticamente el gasto público inventamos el blindaje financiero. Hoy seguimos estando en la misma situación de “cuasi default” y al gobierno no se le ocurre mejor idea que sancionar el sexto impuestazo en los últimos siete años (el impuesto sobre las transacciones financieras) y comenzar a utilizar las reservas y los encajes bancarios para financiar el déficit fiscal.

Veamos lo que está haciendo Cavallo con la política monetaria que hasta hace poco era más inmaculada que la Virgen María.

En el curso de abril el gobierno se llevó del BCRA alrededor de u$s426 millones de reservas que formaban parte de lo que se denominan “reservas excedentes” acumuladas, supuestamente, con las ganancias de capital que el BCRA hizo por el manejo de las mismas y/o los intereses ganados sobre las reservas y no transferidos al Tesoro. Lo que sorprende e irrita es el cambio permanente no sólo de las reglas de juego sino de las opiniones de los que hacen política económica en función de sus necesidades y/o conveniencia. Cuando esos u$s426 millones estaban en el BCRA fuera de las “fauces” del Tesoro se decía desde el gobierno que teníamos “sobreconvertibilidad”, que cualquier corrida contra el peso podía ser “aguantada” sin problemas porque existían reservas excedentes. Hoy que ya no están porque se usaron para pagar el papel higiénico en el sector público, desde el gobierno se nos dice que no importa porque los u$s426 millones eran “excedentes”. Sin palabras.

Avance

Uno de los grandes avances logrados en los últimos 10 años en el plano de lo monetario ha sido el consenso de que el sistema bancario debía tener un importante colchón de liquidez establecido por el BCRA para hacer frente a corridas sistémicas y así en caso de ocurrir, afectar lo menos posible el crédito privado. Más aún, cada vez que desde 1996 hasta ahora ocurrieron grandes saltos de la incertidumbre por crisis externas (el Sudeste Asiático en 1997, Rusia en 1998, Brasil en 1999, etc.) o internas, la “gran liquidez” de nuestro sistema financiero fue un disuasivo suficiente para evitar corridas bancarias.

Pero como siempre ocurre en nuestro país, con ausencia de sentido común y sobreabundancia de pragmatismo político, hasta las cosas más importantes cambian en función de la conveniencia de turno. En efecto, las normas sobre los encajes bancarios también ya comenzaron a relajarse. A fines de marzo y luego de que el sistema financiero perdiera más de u$s4.000 millones de depósitos, el BCRA decidió una baja de requisitos de liquidez de 2% pasando de 20% a 18% a partir de abril. De esta manera, se inyectaron al sistema financiero cerca de u$s1.500 millones que sirvieron para que los bancos pudieran renovar las Letras de Tesorería a pesar de la caída de depósitos ocurrida durante marzo.

Pero la renovación de las Letras no era suficiente para financiar un déficit fiscal desbocado con mercados externos cerrados. El Tesoro no tenía forma de enfrentar sus pagos en abril y no tuvo mejor idea que alterar la función (sana) de los Requisitos Mínimos de Liquidez (que los depósitos tuvieran un respaldo líquido en dólares para la eventualidad no poco probable de una corrida sistémica de depósitos). Así se forzó al sistema bancario a usar u$s2.000 millones de los requisitos de liquidez para suscribir un nuevo bono del Tesoro. Consecuentemente, en menos de un mes las reservas líquidas en dólares que respaldan los depósitos han disminuido de u$s14.000 millones a u$s11.000 millones sin tomar en cuenta los u$s2.000 millones que ahora están en títulos públicos argentinos. Y Cavallo ya no sólo se ha llevado en dos semanas desde su asunción como Ministro de Economía los u$s426 millones de reservas excedentes sino también u$s2.000 millones de dólares líquidos del respaldo de los depósitos. Todo para no bajar el gasto público. Cualquier parecido con la “Mancha Voraz” es mera coincidencia.

Aunque esto terminara aquí, ya sería grave. El problema es que esto es sólo el comienzo de la dilapidación de las reservas de liquidez del sistema bancario. Con el riesgo país que no baja y la imposibilidad de colocar nuevos bonos en el exterior (una situación de default técnico), Cavallo apunta a utilizar crecientemente las reservas para financiar el déficit y las amortizaciones de la deuda. Para ello se sancionó rápidamente el decreto Nº439 que modifica la Carta Orgánica del BCRA. Este decreto baja los encajes bancarios al permitir a los bancos computar el encaje técnico como efectivo mínimo y elimina la posibilidad que los requisitos de liquidez los constituyan los bancos en dólares directamente en el exterior y obliga a la vuelta al viejo método de encajes (depósitos) constituidos directamente en el Banco Central.

Irresponsabilidad

La irresponsable política fiscal que se ha seguido durante la convertibilidad y que lo tuvo a Cavallo como padre de la criatura no sólo se gastó los casi u$s30.000 millones de privatizaciones, los u$s40.000 millones de mayor recaudación, aumentó el endeudamiento externo del país en u$s90.000 millones sino que ya usó más de u$s2.400 millones del sistema financiero consolidado (incluyendo al BCRA) cuando éste está para respaldar a los tenedores de base monetaria y los depositantes y piensa ir más allá todavía con la baja de encajes que por decreto Nº439 acaba de hacer (al permitir computar el efectivo en bancos como efectivo mínimo) por u$s3.000 millones y la posibilidad de usar a los bonos que emita para financiar el déficit fiscal como integración del encaje (aquí tiene un máximo de u$s8.000 millones suponiendo que usa los anteriores u$s3.000 millones).

Más allá de las tecnicalidades del caso, el objetivo es continuar echando mano de los dólares líquidos para mantener los servicios de la deuda sin necesidad de convocar a la voluntad de los bancos cada vez que se lo quiera hacer. Será ahora decisión exclusiva del Banco Central decidir como se invierten los fondos de los bancos constituidos como encajes. El Banco Central, según surge de la carta de Pou a Cavallo, no está de acuerdo con esta política. Sin embargo, Pou no renuncia y hace lugar a que estos cambios imprudentes y fundamentales de la política financiera ocurran. ¿Dónde ha quedado la supuesta independencia del Banco Central? ¿Por qué Pou no ha renunciado antes de permitir tamaña irresponsabilidad?. Quizás la respuesta la podemos encontrar sólo en la bendita política.

El camino elegido por Cavallo es típico de los gobiernos irresponsables que eluden los problemas para no pagar los costos políticos de ajustes inevitables. La solución “política” es siempre postergar el ajuste dilapidándose las reservas. El problema con este tipo de pragmatismo es que se liquidan las reservas que permitirían un ajuste controlado, condenando al país a realizar de aquí a un tiempo un ajuste caótico.

Nota Original: ÁMBITO FINANCIERO | 24/04/2001

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José Luis Espert

Doctor en Economía

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