En Argentina estamos mal. O se discute solamente el problema fiscal, o cuando se discute también el problema externo se lo hace con el eufemismo de que existe un problema de “competitividad”, cuando la manera de llamarlo en todo el mundo es de “tipo real de cambio”. ¿Se puede tapar el sol con las manos?
Una de las muchas conclusiones que ha dejado una década de globalización y de reformas de mercado en el mundo emergente es que la economía es como la moda “cuanto mejor la estación peor la resaca”. O sea, en el comienzo de la década de los ´80 el consenso era que país que no tuviese entrada de capitales era un mal país: Dicho de otro modo, país que no tuviese déficits en cuenta corriente era un mal país.
En los ´90 Argentina pasó ser un gran país. A lo largo de 8 años, recibió entradas brutas de capitales de u$s 174.000 millones con un déficit en cuenta corriente de u$s 76.000 millones y un aumento de la deuda externa de u$s 88.000 millones. Las violentas salidas de capitales que terminaron con devaluaciones masivas en México, gran parte del Sudeste Asiático, Brasil y el default Ruso pasaron a poner en duda la “ortodoxia” instalada hasta ese momento: “recibir capitales externos es bueno en sí mismo”.
La euforia descontrolada de gobernantes y gran parte del sector privado generó un nuevo, doble e hipotético paradigma: vivir de prestado era posible para siempre y no importaba en qué se invertía la plata que recibíamos.
Así es que llegamos a hoy, donde solamente se discute el problema fiscal y cuando se toca el problema cambiario de Argentina se lo hace con eufemismos. Ejemplo: si lo único que importa es cerrar el agujero fiscal, reventemos a impuestos al sector privado, que pague impuestos hasta que cierre la brecha o metamos preso a medio mundo que evada impuestos. Grueso error. Si se quiere atacar el problema cambiario desde el lado fiscal lo que hay que hacer es bajar el gasto público.
Y aquí aparecen dos respuestas por parte de la ortodoxia instalada hasta ahora. No hay problema cambiario y el gasto público es inflexible a la baja. A la primera afirmación se la responde de manera más que contundente con dos respuestas.
La primera es que con una tasa de desempleo del 15% desde hace 4 años negar un problema de tipo real de cambio es como negar que la tierra gira alrededor del sol. La segunda y más sutil es mirar la composición de nuestro déficit en cuanta corriente.
Como se puede observar en el cuadro adjunto, el desequilibrio corriente de la balanza de pagos tiende a acercarse a 5% del PBI ¡sin crecimiento de la economía! O sea que es todo para pagar servicios y rentas de los no residentes que invirtieron sus capitales, ya sea vía préstamos o inversión extranjera directa en Argentina.
Además, a este pago de rentas al exterior lo hacemos cada vez con más deuda externa (ver cuadro adjunto) porque la inversión extranjera directa en Argentina, con la cual se llenan la boca nuestros burócratas de turno, tiene como contrapartida la formación de activos de argentinos en el exterior, la cual ronda hoy los u$s 80.000 millones.
Quiere decir que estamos tomando deuda externa, o sea deuda con no residentes de Argentina para pagarles a ellos mismos los intereses de esa deuda o las utilidades de aquellos extranjeros que invirtieron en nuestro país. En definitiva, Argentina está intermediando recursos entre los no residentes que nos prestan o invierten aquí y los mismos no residentes que cobran esas rentas. Cualquier parecido con los juegos a la Ponzi es mera casualidad.
O sea, la “bendita” entrada de capitales, que hasta ahora sigue siendo símbolo de buena salud, ya comienza a ser una espada de Damocles, porque el de hoy es endeudamiento externo contra nada y más aún, es más endeudamiento cuando ya su nivel sobrepasa el 50% del PBI en un contexto donde los precios de lo que exporta Argentina (commodities) están por el piso acompañado recientemente por el fracaso de la reunión de la OMC en el tema de los subsidios agrícolas.
Respecto de la inflexibilidad del gasto público, la lección de hipocresía de nuestros políticos es fenomenal. Todos los años el gasto aumenta y luego ese nivel más alto pasa a ser inflexible a la baja. Cuando sobre finales de la década del ´80 alguna vez “voló” un inodoro en el Congreso contra quien en ese momento sugería privatizar una parte insignificante de la vieja Aerolíneas Argentinas en manos del Estado, ¿alguien hubiera imaginado al peronismo en el papel de gran privatizador en los ´90?
De la misma manera, los políticos que hoy se desgarran por el supuesto costo social de bajar el gasto público ¿cómo le van explicar a la gente si ocurre un ataque especulativo sobre Argentina si lo único que puede hacer el Estado, sin demasiado costo económico como es equilibrar al Fisco, se ha transformado en un verdadero sainete de falta de coraje y mentiras cruzadas entre el nuevo oficialismo y la nueva oposición.
Nota Original: ÁMBITO FINANCIERO | 21/12/1999