Víctima de sus propios errores

Las dificultades que la economía argentina pueda sufrir de ahora en Inés estarán causadas por nuestras propias inconsistencias de política económica que, de manera “prolija”, hemos mantenido durante la convertibilidad y no como sostiene la posición estándar en nuestro país, que dice que los problemas serán consecuencia del espectacular ajuste financiero Internacional que se está produciendo.

Como puede observarse en el cuadro adjunto, el desequilibrio en la cuenta corriente de la balanza de pagos de la Argentina durante la convertibilidad fue creciente desde los U$S 5500 millones en 1992 hasta U$S 10.000 millones en 1994, fruto de una política fiscal fuertemente expansiva que hizo del déficit fiscal financiado externamente un instrumento para crecer y alimentar una inversión del sector privado que supera al ahorro.

El mal manejo de lo fiscal puede mostrarse con contundencia
si tenemos en cuenta que, a pesar de haber eliminado el Estado empresario, con déficit operativos de U$S 24.000 millones adicionales de recaudación de impuestos nacionales respecto de 1992, hoy seguimos teniendo déficit público. Y, lo que es peor, la mala institucionalidad fiscal de la Argentina no permite ser optimistas sobre la evolución futura de las cuentas de nuestro fisco.

Déficit Insostenible

Un mensaje claro que surgía del déficit externo de 1994 de U$S 10.000 millones era su no sustentabilidad. O lo que es lo mismo, la Argentina, ahorrando solamente 16,4% del PBI (a pesar de haber crecido casi 30% entre 1992 y 1994), no podía (ni puede) mantener por muchos años tasas de crecimiento del 8-10% anual porque hay que ser consistentes: para ciertos niveles de ahorro Interno hay asociados determinados niveles de crecimiento de equilibrio estable, seteris paribus todo le demás.
Si se ahorra poco, hay que crecer a tasas bajas para poder sostenerlas.
¿Cuál era la respuesta adecuada que debía Economía a partir del tequila? Con un instrumento menos de política económica que se ha perdido por la hiperinflación, Como es el tipo de cambio, y con un mercado laboral muy regulado, la política fiscal debía ser extremadamente austera y la política monetaria sumamente dura.
Esto es así por la necesidad de evitar una apreciación real que sea difícil de sostener y que por lo tanto termine altísimas tasas de desempleo como las que tenemos.

Central bien, pero mal

El BCRA ha actuado desde 1995 de manera correcta, aunque insuficiente. Aumentó los encajes bancarios, mejoró los mecanismos de supervisión de los bancos e incrementó los capitales mínimos. Sin embargo, la política fiscal ha seguido una dinámica contraria a la necesaria para que la caja de conversión argentina no tenga efectos perversos sobre el empleo y la asignación de recursos. En 1996, el desequilibrio del sector público llegó a los U$S 8800 millones y en 1997,
con U$S 5300 de mayor recaudación de Impuestos nacionales, el déficit fiscal solamente se reducirá, en el mejor de los casos, U$S 2300 millones respecto del año pasado, hasta alcanzar los U$S 6500 millones.

Sus consecuencias negativas sobre la tasa de ahorro se ah hecho sentir. Hoy, la Argentina ahorra 17,5% del PBI, casi lo mismo que en 1995, cuando estaba asociada con la salida de capitales, y solamente 3 puntos más que en 1992, a pesar de que la economía creció el 23%.

Sigue siendo insustentables tanto el sendero de crecimiento que hemos tendido en la primera etapa de la convertibilidad como el que siguió a la recuperación postequila, y en el “centro” de la explicación del porqué está la enorme apreciación real que tiene la economía (quien lo dude, que mire la tasa de desempleo).

Esta a su vez se debe a que, al fijarse se por ley el tipo de cambio en 1991, no se fue prudente en las políticas monetaria (en plena etapa de ingreso de capitales se bajaban encajes) y fiscal (siempre hubo déficit). Tampoco se fue lo suficientemente agresivo con la reforma laboral y otras que están totalmente “paradas” desde que lo político comenzó condicionar a la economía en 1994.
En el corto plazo, a todo lo anterior hay que sumarle la baja en los términos de intercambio que desde mediados de 1996 generó la caída de precios internacionales de los granos.

FMI al rescate

Finalmente, hay un argumento de “moral hazard” (daño moral) de por qué a la Argentina le cuesta ser razonable en materia de política económica. Luego de todos los desaguisados realizados antes del efecto tequila, cuando se produce la devaluación mexicana, tanto el FMI como el Banco Mundial acudieron de manera presurosa y poco condicionada a “rescatar” a la Argentina.
Así fue como el acuerdo firmado en marzo de 1995 hubo que renegociarlo dos veces en un año y medio debido a permanentes incumplimientos. Hoy, con un acuerdo stand by firmado a principios de 1997, recibe como “reprimenda” del FMI el anuncio de un acuerdo a tres años desde 1998.

Como decía un viejo refrán: “Cuanto mejor es la estación peores son los saldos, pero lamentablemente no hay ninguna razón para que no vuelva a ocurrir nuevamente en el futuro”.
Madurar es doloroso pero no costará muchísimo más de lo necesario, si siempre las culpas las ponemos afuera.

La Nación – 1 de Noviembre de 1997

Picture of José Luis Espert

José Luis Espert

Doctor en Economía

TESIS DOCTORAL
PAPERS
DIPUTADO NACIONAL
Libros
LA ARGENTINA DEVORADA
LA SOCIEDAD CÓMPLICE
NO VA MÁS
CADENAS INVISIBLES
Prensa
ARTÍCULOS
TELEVISIÓN
RADIO
Scroll al inicio