La red de seguridad contra corridas bancarias que el BCRA ha constituido con u$s 6.100 millones es un buen disuasivo para la pérdida de depósitos de los bancos por un “efecto tequila”.
De todas maneras, sería erróneo pensar que con ella sola la economía queda absolutamente a resguardo de crisis de financiamiento externo porque seguimos replicando, aún después de la crisis mexicana, un modelo de política económica que, básicamente, es inconsistente: altas tasas de endeudamiento externo neto que se usan de manera tal que no queda asegurado el repago de la deuda que se está tomando.
La deuda externa neta argentina (pública y privada), en los casi seis años de convertibilidad que han transcurrido ha aumentado más de 66%, pasando de u$s 60.000 millones a fines de 1990 a u$s 100.000 millones a fines del presente año (u$s 6.600 millones de incremento promedio anual).
Bajo el supuesto de una medición estrecha del déficit fiscal como la del Gobierno (que demuestra de todas maneras que ha habido un gran aumento del gasto público), durante el primer período de expansión (1991-1994), Argentina gastó los u$s 6.600 millones por año que tomaba prestado neto en el mercado internacional de capitales en financiar la inversión en construcciones e importación de maquinaria y equipo que realizaba el sector productor de bienes no comerciados internacionalmente (construcción y servicios).
Este es el que genera el 70% del empleo en Argentina, así es que se crearon 460.000 puestos de trabajo. Sin embargo, la tasa de desempleo pasó de 6,3% en octubre de 1990 a 12,2% en octubre de 1994 debido a que el aumento en la oferta laboral por 1.400.000 personas fue más que compensada por el efecto distorsivo de los sindicatos en el mercado laboral, que ayudaron a que el salario promedio de la economía pasara de u$s 460 mensuales (primer trimestre de 1991) a u$s 715 (último trimestre de 1994) mensuales (55% de aumento).
Este proceso de endeudamiento externo neto que realizaba Argentina para financiar la inversión del sector productor de bienes no comerciados internacionalmente (la inversión bruta interna fija creció 25,5% por año en los primeros cuatro de convertibilidad y el consumo 10%) es el que permitió que la economía creciera al espectacular ritmo anual de 8,9% durante 1991-1994, pero también es el que está detrás de las duras consecuencias del “efecto tequila” y el elevado riesgo que las agencias calificadoras le dan a la Argentina y que tanta irritación causan a los ministros de economía de turno.
Esto es así porque cuanto más crecimiento se tiene basado en el del sector productor de bienes no comerciados internacionalmente (construcción creció 17,1% por año y servicios al 9,0% por año durante el lapso 1991-1994) menor será la tasa de ahorro de la economía y ésta es el reaseguro que tiene el colocador de la deuda externa de que su deudor podrá pagarle en el futuro (el atenuante que tiene esta visión crítica es que las exportaciones hoy están creciendo al 12% anual).
En la nueva etapa de expansión económica que se inicia en 1996, Argentina repite los niveles endeudamiento externo neto del período 1991-1994 por u$s 6.600 millones anuales.
La diferencia es que en el lapso 1996-1997 esos fondos externos, esencialmente, están y seguirán siendo aplicados al financiamiento del déficit fiscal (que en gran parte son los intereses de la deuda externa pública) que ya ha aparecido aún en una visión estrecha como la que hace el Gobierno.
O sea, los dólares netos que el sector público ingresa por la cuenta capital de la balanza de pagos mediante la colocación de bonos de todos los “colores” posibles, salen por la cuenta corriente bajo la forma de intereses de la deuda externa pública.
La inconsistencia básica sigue existiendo como en el primer período de expansión: la contrapartida del endeudamiento externo neto que hace la Argentina desde hace seis años o es la inversión en el sector productor de bienes no comerciados internacionalmente o es el déficit fiscal; no queda asegurado el repago del pasivo externo.
Por el contrario, una política económica consistente desde el punto de vista macroeconómico, hubiera sido invertir el endeudamiento externo neto en el sector que produce bienes comerciados internacionalmente (esto recién comienza a producirse ahora como en el caso de la minería), lo cual hubiera traído como consecuencia futura deseable la necesidad de menores tasas de endeudamiento externo neto para que la economía crezca.
A su vez ello hubiera requerido que, en un régimen de libertad de precios como el vigente, la política fiscal fuera más prudente en cuanto al aumento del gasto público y el mercado laboral más desregulado para evitar distorsionar los precios relativos hacia una apreciación real del tipo de cambio tan importante como la que existe hoy y que está demostrada por la tasa de desempleo récord histórica en el 17,4%.
La red de seguridad que el BCRA acaba de constituir por u$s 6.100 millones con fondos externos trata de evitar, cuando se produce un “tequila”, la corrida bancaria (salida de capitales) y la caída en la oferta de crédito que redunda en una profunda recesión como ocurrió a partir de abril de 1995. Pero ello no remueve de ninguna manera la inconsistencia macroeconómica básica del modelo de la convertibilidad ya comentada.
Esta se traduce en la dificultad de mantener una tasa estable de crecimiento porque un “efecto tequila” con esta red de seguridad no podrá evitar, de todas maneras, que la demanda de crédito caiga ante el temor de la devaluación por un déficit fiscal que se torna difícil de enjugar cuando escasea el financiamiento externo. Por lo tanto habría efectos recesivos aunque probablemente más leves.
Incluso, para que las cifras de creación de 199.000 empleos en el período mayo 1996-octubre 1996 que ha anunciado la Secretaría de Programación Económica sean consistentes con un aumento del crédito hipotecario y personal que en los últimos cuarenta y cinco días ha sido igual que en los primeros diez meses de 1996 (u$s 1.700 millones), es lógico que la construcción y algunos sectores de servicios como el comercio estén recuperando rápidamente el terreno perdido en el último año y medio (a partir de los datos del INDEC, el empleo en la industria, con suerte, no ha seguido cayendo) y de esta manera Argentina estaría volviendo a replicar, aunque más suavemente, el modelo 1991-1994 “mezclado” con el del período 1996-1997 y con un mercado laboral algo desregulado para que el tipo real de cambio no se aprecie tanto.
Si 1997 comienza así, esta tendencia hacia la inconsistencia podría profundizarse dado que por un lado las Provincias están acelerando las privatizaciones para gastar más en un año electoral y la Nación puede llegar a privatizar el Banco Hipotecario Nacional para hacer obra pública en las Provincias.
Después de la crisis de la deuda de los 80, la hiperinflación y el efecto tequila de los 90. ¿Cuánto sufrimiento adicional se necesita para volvernos macroeconómicamente responsables?.
Ámbito Financiero – Parte principal – 17 de Enero de 1997