Para no tener que devaluar hay que bajar el gasto público

Los gobiernos no pueden determinar exógenamente el tipo real de cambio de equilibrio de una economía, sino que lo hacen de manera inducida a través de las consecuencias de sus decisiones de política económica y otros factores, como por ejemplo, shocks de precios internacionales que afectan los términos del intercambio.
Por lo tanto, cuando un gobierno decide ir hacia una fijación nominal, para que el tipo real de cambio que está detrás de ese nominal sea de equilibrio, debe actuar de manera absolutamente consistente.

Desde una perspectiva de flujo de fondos, el tipo real de cambio de equilibrio de una economía puede definirse como el valor o sendero del tipo real de cambio consistente con un PBI que se encuentra en su nivel de pleno empleo sin aceleración en la tasa de inflación y con una balanza de pagos que esté en una posición tal que cualquier déficit en la cuenta corriente es financiado por una tasa sostenible de ingreso de capitales.

Los determinantes del tipo real de cambio de equilibrio más salientes son: la propensión a ahorrar de una comunidad, las ganancias de productividad del sector productor de bienes comerciados, los términos del intercambio, el stock de deuda pública, el nivel de gasto público y su composición, la política comercial y la política laboral.

Argentina, por ser un país pequeño, sin progreso tecnológico y que por lo tanto depende de la entrada de capital para poder crecer (deudor neto), no puede sostener tipos de cambio reales muy bajos (lo cual no tiene nada que ver con decir que sí es sostenible el tipo real de la década del ´80 de plena salida de capitales) porque la deuda que se tomó para financiar la etapa de expansión (déficit en cuenta corriente) en algún momento hay que pagarla (“efecto tequila”) y ahí es cuando hay que generar el superávit en cuenta corriente que es el que causa el aumento del tipo real de cambio hacia su nivel de equilibrio.
Así, la trayectoria estable de esta variable, indicaría niveles más altos que los observados desde abril de 1991 hasta ahora.

En cuanto a las ganancias de productividad no queda claro si fueron éstas o un gran aumento de la oferta de los factores de la producción (trabajo y capital) los que han estado detrás del fuerte crecimiento argentino de los últimos años.
Por lo tanto, no podemos estar tranquilos por el lado de las supuestas ganancias de productividad, que el tipo real de cambio de hoy sea de equilibrio. Lo mismo si se analiza la evolución de los términos del intercambio.

Queda por hacer consideraciones acerca de la política económica del Gobierno. En ese sentido, una característica saliente del Plan de Convertibilidad desde su lanzamiento, a sido la enorme inconsistencia de decisiones de política económica que lo han rodeado: no puede irse a una fijación nominal y a una drástica apertura de la economía cuando al mismo tiempo no se desregula profunda e inmediatamente el mercado laboral y, fundamentalmente, aumentar el gasto público primario (el que excluye el gasto en intereses de la deuda pública) en dólares (verdadero numerario) por u$s 30.000 millones o 123% desde Abril de 1991 (ver Cuadro adjunto). Todo esto sin dudas ha llevado a una apreciación real del tipo de cambio no menor.
Sino, observemos a la tasa de desempleo en récords históricos y a una tasa de ingreso de capitales en los primeros años del plan claramente insostenible.

Por supuesto que los gobiernos cuando deciden ir a una fijación nominal creíble como ha sido la experiencia argentina, no pueden resistir la tentación de aumentar el gasto público e “inflar” así el gasto interno, más aún cuando existe la posibilidad de financiarlo con recursos externos porque se tarda bastante tiempo en pagar los costos políticos y económicos de ese grueso error de política económica (no ocurre lo mismo cuando los déficits fiscales se financian con emisión monetaria o con colocación de deuda pública).

Estas serie de observaciones no persiguen de ninguna manera sugerir que hay que alterar la Convertibilidad, dado que esto
es imposible por nuestro pasado hiperinflacionario sino que pretenden puntualizar que los gobiernos deben tomarlas como un dato importante a la hora de diseñar la política económica.
Lo que sí es cierto, para quitarle un poco del “cholulismo” que a veces tiene en la Argentina la discusión del tema cambiario, es que no podemos tampoco “festejar” la pérdida de un instrumento de política económica (la devaluación) debido a nuestro “prontuario” macroeconómico porque cuando la economía requiere de una corrección cambiaria, ésta no se hace y tampoco acompaña el resto de la política económica, el ajuste viene sólo por el empleo y la actividad (¿no es ésta otra forma de “estafa”?).

La sensación que existe, dadas las medidas de política económica anunciadas el 12/08/96, es que hay una decisión estratégica de seguir manteniendo este modelo de altísimo nivel de gasto público nominal (en el Cuadro adjunto, u$s 54.000 millones anuales o más sin contar intereses de la deuda pública) con el mismo esquema de financiamiento que el existente hasta ahora (recaudar más impuestos, vender más activos públicos o tomar más deuda pública) y que ha quedado claro qué consecuencias macroeconómicas tiene en el largo plazo: volatilidad en la tasa de crecimiento, alto desempleo, bajo nivel de ahorro interno.

Es necesario que se produzca un cambio de precios relativos bajando nominalmente el gasto público (y acercarlo algo a lo que hubiera sido un congelamiento nominal desde el inicio de la convertibilidad) donde sea y cómo sea para poder “barajar y dar de nuevo” y dejar de estar pendientes en si se consiguen o no los u$s 265 millones semanales de deuda pública en el mercado que el Gobierno debe tomar de aquí hasta fines de 1997 para cerrar su “caja”, aún suponiendo que el año que viene la economía crece 4%, se privatiza por u$s 1.000 millones y los Organismos Internacionales desembolsan préstamos por u$s 1.300 millones.

Como dice un viejo dicho popular: “Hay que aprender a perder para empezar a jugar”. ¿Perderá el sector público el enorme peso que todavía tiene en la economía para dedicarse en serio a sus funciones indelegables? Sería deseable que así ocurra.

Ámbito Financiero – Pág. 10 – 10 de Septiembre de 1996

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José Luis Espert

Doctor en Economía

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