Se podría hablar infinitamente del desastre financiero que era Aerolíneas antes de su venta a la española Iberia en 1990, de su mala “privatización” realizada durante la presidencia de Carlos Menem y de la vuelta a sus déficits de más de u$s 1 millón diarios ahora que está otra vez en manos del Estado.
Pero sería caer en el error de ver sólo el árbol y perderse el bosque. Los Kirchner son militantes del poder al que además conciben como la manera más eficiente de hacer negocios. Ocurrió con el Proceso en los ´70, fueron menemistas en los ´90 y ahora se muestran como la encarnación de la defensa de lo derechos humanos y la vuelta de las ideas progresistas a la Argentina luego del oprobio militar y el fallido capitalismo salvaje de los riojanos.
El default (pesificación de tarifas más la no renegociación de los contratos) a las empresas privatizadas es para que los inversores estratégicos extranjeros en las empresas de servicios públicos durante los ´90, se vayan del país y dejen su lugar al Estado empresario (Enarsa, Arsat, AySA, Correo Argentino, Aerolíneas Argentinas, Thales, Tandanor), al Estado interventor (TGN, Metrogas, Autopistas del Sol) o sino y sin más vueltas, directamente a empresarios amigos del matrimonio santacruceño.
A la reestatización de Aerolíneas hay que verla como un eslabón más en la cadena de medidas populistas que los Kirchner consideran que hay que tomar para permanecer fuertes en el poder luego del giro ideológico hacia la centroizquierda que hizo la sociedad argentina a partir de la crisis de 2001/2002. Y de paso, algún otro negocio podrán hacer.