Para el economista José Luis Espert, a pesar de que los números macroeconómicos sean extraordinarios, el objetivo del Gobierno por alcanzar la equidad distributiva no se cumplió.
Entrevistarlo es fácil. Lo difícil es encontrarlo. Con un conocimiento del sector agroalimentario que le viene de familia (poseen campos en la localidad bonaerense de Pergamino), Espert no cede un centímetro de honestidad intelectual al analizar algo tan complejo como la economía argentina. Y sus pronósticos, en realidad, sentencias, tienen el particular destino de cumplirse. Algo que John Kenneth Galbraith el economista norteamericano que fue jefe de gabinete del presidente John Kennedy apreciaría. Para él los pronósticos de los economistas cumplían una regla de oro: nunca acertaban. No es el caso de Espert. Veamos si no…
– Genoma: ¿Vamos bien o vamos mal?
– José Luis Espert: Depende de qué quieras mirar. Una cosa es el fracaso en la mejora en romper en la inequidad y otra cosa es cómo marchan los números macro… que son extraordinarios. Ahora si el objetivo declamado es la equidad distributiva podemos hablar de fracaso.
– G: O sea…
– JLE: Si uno mira las estadísticas de los países emergentes, tal como es el caso de la Argentina, simpre después de grandes colapsos, hay grandes recuperaciones. ¿Por qué? Porque las sociedades aprenden algo del gran colapso. ¿Qué se aprendió en nuestro país? Lo primero que aprendió nuestra elite local, y aquí incluyo a empresarios, sindicalistas, funcionarios y periodistas, aprendió que no se podía emitir más moneda para cubrir el déficit fiscal. En el 2002, además, se le agregó que ni siquiera se podía tener déficit fiscal. No importa cómo se financiara. Esto no implica quitarle mérito a la recuperación, pero en sociedades con niveles moderados de desconocimiento como la nuestra, esto no es menor.
– G: Entonces vamos bien…
– JLE: A ver. Hoy hay superavit fiscal. No obstante, la recuperación del 2002 no es la más fuerte de todas. El trienio 2003/2005 se parece al período ‘92/’95, cuando el PBI creció un 35%. En el ‘95 la economía argentina se sacudió con el efecto tequila originado en el default mexicano. No obstante, entre el ‘96 y el ‘98 crecimos otro 22%. A mediados del ‘98 la economía se para. ¿Por qué? Porque nadie estaba dispuesto a invertir con costos similares a los de Estados Unidos y con un endeudamiento externo insostenible, que derivó en nuestro propio default en el 2001. Seguramente este cuarto año (2006) será mejor que el de 10 años atrás. Por eso estimo que ahora, la tasa de crecimiento para este año se ubicará entre un 8 a un 9%.
– G: Empezamos a festejar…
– JLE: No. Es probable que la Argentina tenga un crecimiento a una tasa menor, porque el impacto positivo de este cambio conceptual hacia superavits fiscales y el contexto internacional tan extraordinariamente favorable para lo que produce nuestro país será cada vez menores. El principio de la utilidad marginal decreciente. Aquí hay que subrayar que el gasto público es cada vez mayor y que las tasas impositivas cada vez más pesadas.
Además, la Argentina es básicamente un país “animalesco” en cuanto a reglas de juego. Y esto a largo plazo se paga. Se paga la falta de respeto a los Bush, a los Chirac, al repudio a los que no entraron al canje, etc. Esta estrategia defaultea no solo al gobierno sino a los privados: no exportar carne, no exportar gas a Chile. Para ver si esta situación termina en crisis dependerá de cómo responda el Gobierno. Pero, si uno ve a los países a los que les fue bien se da cuenta que estas cosas no las hacen.
– G: ¿En este escenario qué es el agro para este Gobierno?
– JLE: Primero, la buena noticia para el sector es que el Gobierno persigue como objetivo un dólar caro. No como en la época de Martínez de Hoz o de Menem. La mala noticia es que para la administración Kirchner el agro es un problema. Exporta alimentos, que es casi un bien público y como el mundo está atravesando un momento único en crecimiento (gracias básicamente al empuje de China e India) y este commodity está muy demandado, hay viento favorable. Pero el Gobierno quisiera que los alimentos fueran un bien público para mejorar la distribución en la Argentina. En realidad, en eso es coherente con su historia: el peronismo no ha sido un “amigo” del sector. Para ser justos, tampoco lo han sido los radicales. Ambos coincidían en diagnosticar que al agro debería ser proveedor de la industria.
– G: Entonces ¿el campo sólo puede esperar más confrontación?
– JLE: Lo que sucede es que con estos números macroeconómicos, donde la pobreza estará por debajo del 30%, el desempleo abajo del 10%, un crecimiento del 8% y la indigencia por debajo del 10%, el Gobierno cree que está en lo cierto, que cada paso es un acierto. Claro que, pensando en el largo plazo, creo que se está haciendo un desastre. Y además, la dirigencia agropecuaria es de terror. Uno es dueño de su destino… si uno tiene un sector permanente violado, algo de culpa tenés. Lo que creo que va a pasar es que el Ejecutivo va a intentar distribuir el ingreso; fijar sueldos por decreto; pelearse con todo el mundo (excepto Chavez y Castro) y cerrar la economía. Así las cosas la Argentina, en un corto plazo, va a volver a discutir cómo crecer.
– G: ¿Cómo salimos?
– JLE: Hay que copiar lo que hicieron aquellos países a los que les fue bien como Chile, México, Australia y Nueva Zelanda. ¿Qué hicieron? Bajaron el gasto público, los impuestos, abrieron la economía, hicieron una profunda reforma educativa, instalaron reglas de juego claras, mejorar su sistema de salud. En fin, pavimentaron el camino para que la meritocracia pueda acceder al poder.
Nota Original: REVISTA GENOMA | 01/04/2006