Si la Argentina cierra el acuerdo con los acreedores logrando una quita de 80% de valor presente como la propuesta recientemente será un mal antecedente para otros países altamente endeudados como Brasil. En el ideario izquierdista que está copando América Latina cobraría fuerza la idea de que la solución al problema del crecimiento pasa por dejar de pagar la deuda. En un Brasil que está preocupado por el bajo crecimiento, la “tentación argentina” puede ser muy atractiva y peligrosa.
Argentina dejó de pagar a fines de 2001 y injuriar a sus acreedores, sin que éstos pudieran hacer mucho más que meter presión mediante el FMI, el G-7 y algunas acciones judiciales que tienen esencialmente valor simbólico. Mientras tanto, la economía lleva dos años creciendo cerca del 10% anual, la recaudación fiscal en términos reales subió un 33% desde el piso y el gasto primario real recuperó un 21%, ergo sólo se destinó a mejorar el superávit primario (garantía de pago de los acreedores) $1 de cada $3 de suba de la recaudación.
Bajo el pretexto de un nuevo paradigma en las relaciones entre países emergentes y desarrollados, la Argentina dice estar dispuesta a comprometerse sólo en aquello que puede cumplir. Y como no está dispuesta a elevar el superávit primario al 6% del PIB de Turquía o al 4% de Brasil, se plantea un falso dilema entre realizar una oferta que sea aceptable para los acreedores (menor quita) y otra oferta que sea sustentable (mayor quita). Amparándose en la necesidad de lograr una deuda sustentable, justifica una quita extravagante e inusitada (60% nominal y 80% de valor presente), aunque menor a la propuesta irrisoria presentada en Dubai en septiembre pasado (75% de quita nominal y 93% de valor presente).
Las críticas no escasean, pero mencionemos sólo algunas. Primero, ni siquiera bajo esta quita feroz el Gobierno puede lograr un perfil de deuda sustentable. El ratio deuda/PIB pasaría aún en el caso de aceptación total de la oferta, de 140% a 80% para luego disminuir lentamente hasta 50% del PIB en los próximos 20 años. Recordemos que la Argentina se fue al default con una deuda de 54% del PIB y que Brasil está caminando por la cornisa con una deuda de 57% del PIB. ¿Cómo pretende entonces el Gobierno argentino financiar vencimientos de capital anuales de u$s 5.000 millones de deuda performing si les hace el harakiri a los acreedores externos con semejante quita, pateando los vencimientos de capital para el año 2030 o 2040 e imponiendo 5 o más años de gracia para el interés? Todo ello arrastrando sobre sus hombros una pesada carga de 70/80% del PIB de deuda. Es claramente muy difícil.
En segundo lugar, el Gobierno supone que el FMI renovará periódicamente sus créditos al país hasta 2014, para recién entonces comenzar a reducir el pasivo gradualmente hasta llegar al 50% en 2034. Ello choca de frente con la intención del FMI de reducir fuertemente su exposición a la Argentina finalizado el programa actual de 3 años en 2007. Por supuesto que también asume que el Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo mantienen constante su cartera de créditos “hundidos” en la Argentina.
La pregunta del millón, es si la quita debería ser todavía mayor o si debería incluir también a los organismos, de modo tal de lograr una deuda razonable en términos del producto dentro de algunos años. La respuesta es un NO rotundo. La verdadera solución pasa por el mismo tema de siempre: el crecimiento sostenido. La única forma de reducir la carga de la deuda es crecer sostenidamente y a tasas altas, para lo cual juega en contra el matar a los acreedores con una quita como la propuesta. La Argentina necesita reinsertarse al mundo, abriendo su economía, saliendo decentemente del default y realizando todas las reformas estructurales necesarias como para ser competitiva.
Desafortunadamente se ha instalado en los países de América Latina la sensación de que la única forma de ganar competitividad es devaluando el tipo de cambio, que en la práctica significa abaratar el costo de la mano de obra. La verdadera competitividad, tanto en Argentina como Brasil, Chile o cualquier otro país, pasa por recrear las condiciones para que un capitalismo genuino surja y perdure. Para ello es necesario mantener un estricto equilibrio fiscal consolidado (incluyendo provincias y empresas públicas que muchas veces quedan fuera de los estados contables), estabilidad monetaria, adecuadas políticas prudenciales por parte de la banca central, apertura comercial, reducir las cargas laborales que atentan contra la generación de empleo en blanco, seguridad jurídica que pasa por el respeto de las instituciones y educación genuina, en lugar de enfrentar alumnos a “trabajadores educativos”.
Sin reformas estructurales que promuevan un capitalismo competitivo, no habrá crecimiento sostenido, y sin él será muy difícil salir de la situación de pobreza actual y cualquier carga de deuda pública será insostenible.
Nota Original: AMÉRICA ECONOMÍA | 18/06/2004