Nota publicada en La Nación
Las modificaciones de Ganancias que el Gobierno tiene incorporadas en el Presupuesto 2017 tienen un costo fiscal de $ 27.000 millones, o sea, que su financiamiento “ya está” contemplado. Las comillas son porque por más que el Gobierno diga cómo lo va a financiar, hay que ver si puede hacerlo como dice. Al final del día, el mercado decide.
Los cambios que agregan el proyecto del massismo (uno de los salientes es que es más generoso en la suba del mínimo no imponible y exime de Ganancias al aguinaldo) suben aquel costo fiscal a un total de unos $ 65.000/ $ 75.000 millones, o sea, entre $ 38.000 y $ 48.000 millones más que el proyecto oficial.
Ese adicional se financia (siempre según el massismo) con $ 16.000 millones de mayor recaudación por mayor consumo (debido al aumento del ingreso disponible por su generosa baja de Ganancias) y entre $ 16.000 y $ 20.000 millones que provendrían del producido del impuesto al juego, a la renta financiera y a las mineras (los laderos de Massa dicen que estas cifras se las pasaron de la AFIP). Total de fuentes entre $ 32.000 y $ 36.000 millones que dejan un agujero fiscal adicional, a los $ 27.000 millones del macrismo, de entre $ 6000 y 12.000 millones que elevarían el déficit oficial del Presupuesto 2017 de $ 660.000 millones en una cifra insignificante… si las cifras de un ex kirchnerista como Massa fueran ciertas.¿Serán?
Respecto de las fuentes de financiamiento que propone Massa, los $ 16.000 millones de mayor recaudación por mayor consumo es un misterio bíblico. Sobre el impuesto al juego, en la provincia de Buenos Aires el canon es de 34% más entre 1% y 2% para las benéficas, más 12% de Ingresos Brutos, totalizan cerca del 50%. Al otro 50% que resta hay que sumarle el 21% de IVA ya que el juego no está gravado con IVA, por lo tanto todo lo que se paga con IVA es costo, cosa que no pasa en otras industrias.
O sea, el juego ya está recontragravado y hasta de manera distorsiva. Así que una decisión más razonable que agregarle un impuesto nacional sería si la Argentina quiere tener juego o no y no dar tantas vueltas. Además, pensar que la demanda por el juego quedará constante con un nuevo impuesto es tan ridículo como la declaración del jefe del Frente Renovador de que “el ahorro es especulación” razón por la cual lo quiere gravar. Lo más probable es que el juego caiga y se recaude mucho menos que lo estimado.
En cuanto a gravar los intereses de los plazos fijos (superiores a $ 1.500.000) con Ganancias, como propone el massismo mediante su incorporación a la declaración jurada anual de las personas físicas, primero se debería hacer un ajuste por inflación para no gravar el componente inflacionario (casi el 100%) que tiene la tasa de interés (los salarios tienen un ajuste implícito por inflación con la suba del mínimo no imponible y los ajustes de las escalas).
El problema es que no se puede recurrir a un solo ajuste por inflación anual. Imaginémonos que la inflación del primer semestre fue a un ritmo de más del 60% anual, la del segundo a uno del 25% y que una persona hizo un plazo fijo por $ 1.500.000 en el último trimestre del año. En teoría tendrían que relacionarse los intereses ganados con la inflación del último trimestre, pues la inflación promedio del año fue muy superior a la del período en el que estuvo invertido el plazo fijo. Complicadísimo.
Así que gravar con Ganancias los intereses de los plazos fijos es chino. Además y lo más importante ¿poner un impuesto en una economía totalmente desmonetizada al insumo para que haya crédito para las empresas y familias? Más absurdo todavía. Esto traerá como consecuencia menos depósitos, menos crédito y más tasa de interés, aunque es cierto que la teoría de las Finanzas Públicas diría que todas las fuentes de ingresos tienen que estar gravadas con Ganancias. Pero esto es la Argentina, un país diferente donde casi todo es anormal.
Una reflexión similar cabe para la incorporación a Ganancias de los intereses de las Lebac en manos de particulares, con un agregado. Hace poco la AFIP equiparó a las Lebac con los títulos públicos, con lo cual quedaron desgravadas. Ahora se las grava creándose una distorsión con los títulos públicos. O sea, habrá bonos del Estado que pagarán Ganancias y otros que no. Un disparate.
Sobre gravar con Ganancias los dividendos distribuidos por las empresas la teoría dice que hay que incorporar los dividendos en la declaración del individuo pero al mismo tiempo darle un crédito por el impuesto ya pagado sobre esa renta del capital en cabeza de la sociedad que distribuye el dividendo. De esta manera se integra el impuesto a las empresas con el impuesto a los individuos para evitar la doble imposición de la renta del capital. Nada de esto está contemplado en el proyecto de Massa.
Finalmente, las retenciones a la minería. Las retenciones tienen que ser cero para toda actividad exportadora. Son una penalidad a la exportación así que bien eliminadas están por el gobierno de Macri. Si está debidamente comprobado y cuantificado en pesos el daño ambiental y sobre la salud de los pueblos aledaños a las minas, hay mejores impuestos para mejorar el bienestar. Pero nunca uno a la exportación. La apertura al comercio es la única tabla de salvación.
Sobre el gravamen sobre los inmuebles improductivos. Pregunta: ¿tiene Massa acaso un detector de ladrillos que producen cosas de otros que no? Además, Massa acompañó el proyecto de Macri de blanqueo de capitales que incluía inmuebles ¿y ahora los quiere gravar? Poco serio.
Todo esto demuestra dos cosas.Es absurdo discutir un proyecto de reforma impositiva a la vera de un año de elecciones. Todos harán más o menos demagogia con ello para no llegar a demasiado. Segundo y fundamental. La discusión sobre Ganancias no tiene nada que ver con el problema macroeconómico de corto plazo de por qué no crecemos, que es lo que busca la modificación del impuesto.
La Argentina hace cinco años que está en estanflación porque el modelo que aplica cada tanto requiere de un “service” o ajuste que consiste en una fuerte devaluación real y una importante baja del déficit fiscal que, con estos niveles récord históricos y mundiales de presión impositiva, no cabe duda que tienen que venir de la baja del gasto público (suba de tarifas y racionalización de personal).
Si no lo hacemos, 2017 tal vez muestre un crecimiento económico estadístico por lo malo que ha sido 2016, pero después, el “no ajuste”, pasará la factura. La economía tiene sus leyes y son impiadosas. No deparan en costos sociales y políticos. Simplemente ocurren. Como la ley de gravedad. Y a veces parece que la Argentina decidió, otra vez, tirarse desde un piso alto sin red de contención.
El autor es economista