Desde que comenzó la recuperación de la actividad económica en 2003 y hasta 2007, la recaudación de impuestos a nivel nacional y provincial creció en la impresionante cifra de u$s 58.000 millones (un 8,7% del PBI). Sin embargo, en 2007 el fisco ya no tenía superávit fiscal alguno. La expansiva política fiscal de Néstor Kirchner desde 2003 había realizado su trabajo.
En marzo de 2008, el Gobierno de Cristina de Kirchner fue contra el campo en busca de la rentabilidad agropecuaria con las retenciones móviles para hacerse, infructuosamente, de u$s 4.000 millones anuales de mayores impuestos. En abril del mismo año, el exministro de Economía Martín Lousteau viajaba a los EE.UU. en búsqueda de nuevos préstamos del BID y el Banco Mundial por un total de u$s 15.500 millones, el doble del capital que vencía con ellos en el período 2008-2011. También fracasó.
En octubre de 2008 se anunciaba la eliminación de las AFJP, lo que significaba mayor recaudación para la ANSES por u$s 4.000 millones por año y un ahorro en los pagos de deuda por otros u$s 5.000 millones entre 2009 y 2012. En noviembre, el Congreso sancionaba a instancias del Ejecutivo la reforma de la carta orgánica del Banco Nación para poder hacerse como mínimo de u$s 2.700 millones de mayores préstamos.
Ya en 2009, más precisamente en febrero, se hizo un canje de Préstamos Garantizados con un ahorro en los pagos de deuda de u$s 4.100 millones entre 2009 y 2012.
Pero como el dinero seguía sin alcanzar, en 2010 el Gobierno rompió con la poca independencia que quedaba del BCRA y nombró a la superkirchnerista Mercedes Marcó del Pont como presidenta. A partir de ese momento el Banco Central ha sido poco menos que el monedero de Cristina de Kirchner. Ya le transfirió al Tesoro u$s 24.100 millones de reservas o el 5% del PBI (se extenderán a más de u$s 32.000 millones si les agregamos los casi u$s 8.000 millones del proyecto de Presupuesto para 2013), Adelantos Transitorios en pesos desde 2003 por u$s 17.100 millones (un 2,1% del PBI) y «utilidades» por u$s 10.000 millones (un 2,5% del PBI) para totalizar más de u$s 51.200 millones o el 9,6% del PBI (excluyendo los u$s 10.000 millones del pago al FMI con reservas, deuda de los Gobiernos que aparece en el pasivo de los bancos centrales).
Entonces, los recursos del sector privado de los que se ha hecho el Gobierno desde 2003 hasta la fecha entre recaudación (suba de $ 750.000 millones, u$s 156.000 o el 10% del PBI) más el señoraje transferido desde el BCRA (u$s 51.200 millones o el 9,6% del PBI) totalizan u$s 207.200 millones (un 19,6% del PBI), monto superior a la deuda pública incluyendo holdouts. Y va por más porque las necesidades de caja de 2013 entre déficit fiscal y pagos mínimos de deuda están hoy por arriba de los u$s 30.000 millones (un 5% del PBI).
La Argentina tendrá en 2012, 10 años después de la peor crisis de su historia, el segundo déficit fiscal más alto en 20 años del 4,6% del PBI, sólo superado por el fatídico 2001 con un 5,4% del PBI.
Y según los datos del FMI de su último «Fiscal Monitor» de hace una semana, a pesar de que la década 2003-2012 es una de las de mayor crecimiento económico de nuestra historia, las necesidades financieras del Gobierno en 2012 serán del 8,1% del PBI, cifra que nos coloca en la mitad de la tabla de los 30 países emergentes que el FMI lista. Pero con un déficit fiscal que, ajustado por el componente cíclico (desde 2003 hemos crecido muy por encima de nuestra tendencia de largo plazo), llega al 4,9% del PBI, el tercero más alto del grupo.
Con tan sólo haber ahorrado un impuesto nuevo como las retenciones a las exportaciones por un 2,7% del PBI y el impuesto al cheque que recién comenzó a recaudarse en los hechos (por la crisis) desde 2003 por un 1,7% del PBI, total un 4,4% del PBI, hoy casi tendríamos equilibrio en las cuentas públicas y una tasa de inflación lejos del podio mundial.
La dinámica del déficit fiscal durante la última década ha sido la misma que durante la convertibilidad. Crisis fiscal (1989 y 2001), recuperación (1991-1993 y 2002-2004) y deterioro (1994-2001 y 2005-2012). La diferencia es que el boom inicial de recaudación (por el shock favorable de términos del intercambio) fue mucho mayor durante el modelo productivo que en la convertibilidad, razón por la cual el punto de máximo superávit fiscal fue superior durante el primero que en el segundo.
Pero a la larga terminamos con déficits fiscales parecidos, aunque con consecuencias distintas sobre la economía, cambiamos default por inflación récord mundial, por la diferente manera con la cual se financiaron: deuda externa versus emisión monetaria.
Aún estamos a tiempo de impedir que la inflación deteriore más la macro de corto. Hace falta un plan antiinflacionario para lo cual es clave bajar el déficit fiscal. ¿Es un ajuste? Obvio que sí, pero mucho más justo y menos distorsivo que el que ocurre hoy en el sector privado por una inflación que se acelera y una economía que dejó de crecer.
(*) Publicada en pagina 7 de la edicion impresa de Ambito Financiero del 18-10-2012