Reservas del Central suben con prudencia fiscal y monetaria

Parecería que la Presidente ha dado la orden de terminar con el entuerto comercial con Brasil que desencadenó por acción u omisión, al permitir las decisiones de la ministra de Industria Débora Giorgi y de su secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno.

Pero la algarabía no debería durar demasiado. Seguramente, el Gobierno volverá a cometer el mismo error de cerrar la economía a la competencia importada y con ello ganarse represalias como el parate de los embarques de soja por parte de los chinos o el cierre de la frontera brasileña a nuestras exportaciones de autos, o las demoras para cerrar el interminable acuerdo con el Club de París por las trabas argentinas al ingreso de las delicatessen alimentarias provenientes del Viejo Mundo.

Es que hay dos cosas que los que acompañan al ministro de Economía, Amado Boudou, o no entienden o disimulan muy bien sobre por qué las reservas del BCRA ya no crecen como antaño y su relación con la reducción del superávit comercial.

La primera es la caída en picada de la tasa de ahorro doméstica. Desde 2005 la situación fiscal no ha parado de deteriorarse a tal punto que hoy, con ingresos que superan a los de 2004 en más de $ 500.000 millones, tenemos un déficit del 2% del PBI, sólo un 1% del PBI menos que el recesivo 2009. Sin crédito internacional y sin requerir del crédito interno (y no afectar negativamente la actividad económica) para financiar el desequilibrio en las cuentas públicas, el Gobierno recurrió a la confiscación de los ahorros privados (eliminó el sistema de capitalización) y el uso de las reservas del BCRA (además del financiamiento monetario).

Por otro, el sector privado también ha experimentado (y experimenta) una fenomenal expansión de su gasto. En primer lugar están los excepcionales precios de los productos que la Argentina todavía le vende al mundo que le dan más ingreso disponible para gastar. Segundo, el Gobierno sigue una política de tasas de interés bien negativas en términos reales (cuando se las compara contra la inflación) para que la gente no ahorre y se consuma «todo». Tercero, no nos olvidemos del tremendo impacto expansivo de corto plazo sobre el consumo interno del «inflador» salarial de la dupla Moyano-Tomada que ha hecho que los salarios en dólares ya sean iguales a los de diciembre de 2001, antes de que el dólar se multiplicara por cuatro en el primer semestre de 2002.

Es lógico que con semejante deterioro fiscal y consumismo privado (por la política fiscal, monetaria y salarial del Gobierno) la tasa de ahorro doméstica se desplome. Con algo de inversión, sin entradas de capitales y tipo de cambio más o menos fijo, el financiamiento de un eventual déficit de las cuentas externas sería con reservas del BCRA. La segunda cosa que el Gobierno no comprende es que la disminución en la tasa de ahorro doméstica que su propia política económica provoca, no impacta de manera uniforme sobre el saldo comercial (exportaciones menos importaciones) que la Argentina tiene con los distintos países del mundo.

Depende de los precios relativos con cada uno de ellos (los tipos reales de cambio bilaterales), de cómo están en promedio durante el «modelo productivo» en comparación con la convertibilidad y de lo que ha pasado «en el margen» dentro del programa inaugurado después del colapso del 1×1 a fines de 2001.

Durante la convertibilidad, la Argentina se volvió muchísimo más cara contra EE.UU. y Europa que contra Brasil porque nuestro principal socio del Mercosur vivió una etapa de enorme inestabilidad de precios con fuerte apreciación de su moneda. Por eso la Argentina tenía déficits comerciales con EE.UU. y el Viejo Continente, al mismo tiempo que superávit con Brasil. Convenía vacacionar en Miami en vez de Ipanema.

Desde la megadevaluación Argentina de 2002, el tipo real de cambio bilateral contra Brasil no ha sido demasiado diferente del período previo a la devaluación brasileña de enero de 1999 (sólo el 15% inferior) porque ellos compensaron su baja inflación apreciando su moneda y nosotros compensamos la devaluación de la nuestra con una inflación récord mundial. Pero contra EE.UU. y Europa hemos devaluado mucho en términos reales comparado con los 90. El Primer Mundo se ha vuelto carísimo para nosotros.

Por eso es que recién desde 2007 tenemos déficits comerciales con EE.UU., seguimos con superávits con Europa y sin embargo contra Brasil hemos estado durante todo el modelo productivo con déficit.

Después de 2002, todo el mundo se volvió caro para nosotros (aunque cada vez menos por nuestra alta inflación en dólares) pero, relativamente hablando, uno de los países menos caros es Brasil. Por eso, mientras la Argentina crezca, lo más probable es que tengamos déficits comerciales crecientes con ese país: en 2011 a lo mejor llegaremos a los u$s 7.000 millones desde los más de u$s 3.000 millones de 2011.

Cerrar la economía al comercio restringiendo importaciones, es hacerlo sobre las consecuencias y no sobre las causas del estancamiento en las reservas del BCRA. La manera adecuada (o sea, descartando una aceleración del impuesto inflacionario) para que vuelvan a aumentar las reservas a la velocidad de hace algunos años, es con moderación fiscal y monetaria, probablemente algo lejos del credo K y menos en un año de elecciones presidenciales.

Seguir por el camino del cierre de la economía, además de perjudicar al agro, a la exportación industrial, a los salarios reales y al empleo argentino, nos llenará de conflictos comerciales con todo el mundo.

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José Luis Espert

Doctor en Economía

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