La Argentina del "modelo productivo" nacido en 2002, va rumbo a una nueva frustración en el sentido de que luego de una crisis fenomenal como la de 2001 y el salto espectacular a tasas casi chinas que tuvo la actividad económica, nos espera un 2009 recesivo, con alta inflación, dudas acerca de la capacidad de pago de la deuda pública, fuga de capitales y volatilidad cambiaria.
Han sido muchas las veces en el último medio siglo en las cuales estuvimos parados en la misma estación. Siendo Argentina un país chico, que tiene todo para crecer y estando incluida la pobre Africa dentro de la economía planetaria, no puede ser que nuestra tasa de crecimiento, en los más de 60 años que van desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, haya sido de un paupérrimo 2,8% anual mientras el globo lo haya hecho al 4%, también anual.
¿Cuáles con las causas de semejante decadencia?
Desde el punto de vista fiscal, las economías de alto crecimiento en el período, han mostrado estados muy pequeños, o sea con baja participación de los impuestos y del gasto público en términos del PBI y exiguos déficits fiscales y, a veces, hasta superávits. Nosotros, hasta la hiperinflación de fines de los ´80, tuvimos déficits fiscales promedio de casi 6% del PBI (más que EE.UU en el mismo período) y desde 1990 hasta ahora fueron de menos del 1%. En parte por eso es que desde la convertibilidad hasta hoy hemos crecido al 3,6% en promedio anual, por encima del 2,3% del período 1950-1990.
Pero todavía queda mucho por hacer ¿Por qué? La hiperinflación de fines de los ´80 puso de manifiesto la dificultad para continuar dándole a la maquinita de la emisión monetaria para financiar el gasto público y los desaguisados fiscales. El default de 2001, la pesificación de 2002, la salvaje reestructuración de la deuda de 2005 y el nuevo default desde enero de 2007 por las mentiras que Moreno comete desde el INDEK con la inflación, eliminaron por mucho tiempo la posibilidad de emitir deuda con alto seniority en el mercado internacional de capitales.
Con los Kirchner, la presión impositiva sobre los que están en blanco ha llegado a ser récord histórica de 48% del PBI, similar a Europa y totaliza 34% del PBI si incluimos la economía informal. Pero como no alcanzaba, el gobierno de Cristina Kirchner inauguró la etapa confiscadota. Ya sabemos que la primera estación recorrida fue un fracaso. Las retenciones móviles fueron bochadas por el Congreso. Pero 24 horas después de festejar el día de la madre, la Presidenta envió al Congreso un proyecto de ley para robarse los ahorros que millones de argentinos estaban haciendo para su vejez en el sistema de capitalización. Y ya se habla que podrían ir por los fondos en las ART.
El convencimiento al que debería llegarse (y del cual el país todavía está muy lejos) es que el tamaño del Estado y los déficits fiscales que ha aparejado están en el centro de nuestra inestabilidad macro del último medio siglo, hecho que ha sido un veneno para el crecimiento económico a tasas altas. El camino, es un estado mínimo que no agobie con impuestos al sector privado y que se dedique a devolver, obsesivamente, los ingresos recaudados a través de bienes públicos como educación básica, salud básica, seguridad, justicia y diplomacia.
Una consecuencia positiva de un Estado mínimo dedicado a tareas esenciales, es que le deja un gran espacio al sector privado para que gaste e invierta ¿Porqué creemos acaso que siendo EE. UU el epicentro de la actual crisis financiera mundial, el dólar sube frente a casi todas las monedas, pero en particular frente al euro y la TIR de los bonos americanos está cercana a cero en términos reales? Muy simple, el Estado en la Unión pesa el 25% del PBI, mientras que el europeo se lleva casi el 50% del valor agregado por el viejo continente. La flexibilidad, rapidez…el "nervio" para recuperarse de la segunda peor crisis de la historia, sin duda es mayor en el país del norte que en el bello "museo" europeo.
Otro de los factores sensibles para el desarrollo, es la apertura de la economía. Contar con una economía bien abierta al mundo es crucial para lograr las tan ansiados ganancias de productividad que, a su vez, son centrales para el crecimiento económico en el largo plazo. Es la competencia la que hace a los países más eficientes y concentrarse en lo que mejor hacen. No es a través del subsidio, la protección y la promoción, que algún día fabricaremos grandes computadoras, sino concentrándonos en lo que mejor hacemos hoy para elevar nuestros niveles de vida. De esa manera, a lo mejor, podremos fabricar en Argentina un verdadero iphone.
Siendo Argentina un país de muy bajo crecimiento tendencial, desde mediados de los 70 hay dos períodos claramente diferenciados. Uno va desde el Rodrigazo en 1975 hasta la hiperinflación de fines de los ´80 con un crecimiento de 0% en promedio anual y otro que se extiende desde el lanzamiento de la convertibilidad en 1991 hasta nuestros días con una expansión de la economía de 3,8% por año. En el primero, un indicador del grado de apertura de una economía como la suma de exportaciones más las importaciones con respecto al PBI, tuvo un promedio de 15,6% y en el segundo de 24%. Países como Chile e Irlanda, en períodos de alto crecimiento (5,1% y 6,1% promedio anual), han tenido ratios de 50% y 100% respectivamente. Es muy claro, hay que abrir la economía ¿o nos creemos que competir con todo es bueno sólo para deportistas de elite?
En cuarto lugar, la educación con toda la inversión en capital humano que ella implica, es un factor fundamental para explicar decadencia o el éxito económico de los países. Cuando vemos los bochazos masivos en los exámenes de ingreso a las Universidades argentinas y los cada vez más frecuentes problemas de comportamiento de los alumnos en la escuela primaria, queda claro que estamos frente a un problema.
Por otro lado, el PISA (Programe for International Student Assessment) que es un examen internacional que se realiza cada tres años y evalúa para alumnos de 15 años de edad sus conocimientos y habilidades necesarios para la vida adulta en lectura, matemáticas y ciencias, en su edición de 2007, arrojó resultados alarmantes. En Ciencia, quedamos en el 7º peor lugar entre el total de 57 países que participaron y también en el 7º peor lugar entre los 27 países no-OECD. En Lectura fuimos el 4º peor en ambos grupos y en Matemática 6º y 5º respectivamente. Nada para festejar, salvo nuestra reinserción en estas pruebas de las cuales nos alejamos con la crisis de 2001.
Finalmente, en temas institucionales, es decir, en materia regulatoria, estabilidad de las reglas de juego, efectividad del gobierno y lucha contra la corrupción, según el último ranking del Banco Mundial y sobre 195 países, estamos mejor respecto de la media de nuestro grupo de pertenencia de los países de bajo crecimiento y por debajo de aquellos de alto crecimiento económico.
En definitiva, para quebrar una frustración que parecería ser eterna (tal vez por ello nuestra música insignia sea el tango), es necesario, en materia comercial ir una apertura unilateral con tipo de cambio competitivo, estructura arancelaria baja y uniforme, con total desgravación de las exportaciones. Sino, se podría optar por un segundo mejor que es ir a un acuerdo de libre comercio con países desarrollados y circunscribir el Mercosur, solamente a un área de libre comercio.
También es importante la estabilidad política y la seguridad jurídica. Aumentar el ahorro público a través de una política de equilibrio fiscal, fortalecer el sistema financiero para que los mayores ahorros permanezcan en el país, establecer regulaciones prudenciales para que los bancos financien inversión en lugar de gasto público o consumo privado, defender la rentabilidad productiva (o sea, la no prebendaria ni corporativa), pues es una fuente crítica de financiamiento de la inversión.
Fiscalmente es esencial reducir el gasto público clientelista y mejorar su calidad, hay que reducir significativamente el peso de los impuestos sobre la actividad económica formal, directamente eliminar la totalidad de los impuestos que gravan el comercio exterior, esto es, retenciones y aranceles a la importación y si se quiere proteger a algún sector, el instrumento no distorsivo es el dólar.
En educación, hay que aumentar la exigencia escolar a través de exámenes nacionales que sean determinantes de la promoción, derogar el estatuto del docente para crear los incentivos para una carrera docente meritocrática y concentrar el financiamiento público en los sectores que más lo necesitan.
Como se ve, no es una agenda imposible de llevar a cabo ¿Qué tenemos los argentinos que ni siquiera somos capaces de copiar o imitar a los que les va bien de manera sostenible? Nada, solamente habría que hacerlo.