Desde el 2004 América Latina ingresó a una etapa de alto crecimiento (5,1% promedio anual 2004-2008) con baja inflación (6,8% a/a), superávit fiscales (1,7% del PIB), menor vulnerabilidad externa dada por una cuenta corriente superavitaria, caída del porcentaje de la deuda pública (de 62,2% del producto en 2003 a 36,1% en 2007) y aumento de las reservas internacionales (150% de crecimiento acumulado desde 2003).
Sin embargo, actualmente el shock externo que facilitó gran parte de este fortalecimiento macroeconómico se está debilitando. La pregunta es qué tan sólida queda la región luego del huracán de cola que recibió durante cinco años.
La tasa de crecimiento mundial esperada para 2008, según el optimista FMI, es de 4,1% a/a cuando en el último lustro había sido de 4,7% a/a en promedio. La desaceleración de la economía también se hace sentir en los países demandantes de materias primas exportadas por la región. China e India han crecido al 10,7% a/a y 8,8% a/a promedio desde 2004 respectivamente. Para 2008 se estima que lo hagan al 9,2% a/a y 8,0% a/a. Este factor oscurece las perspectivas en cuanto al posible incremento de las exportaciones y crecimiento de América Latina. Cabe resaltar que, si bien el aumento del producto de Latinoamérica ha sido alto, en comparación con el resto de las regiones emergentes el desempeño no ha sido tan espectacular. Desde 2004 África ha crecido a un promedio de 6,2% a/a, países en desarrollo de Asia al 9,2% a/a y el grupo de los emergentes en general al 7,5% anual, tasas bastante mayores al 5,1% a/a que promedió la región.
En segundo lugar, gran parte de las mejoras financieras que posibilitaron mayores inversiones en los países emergentes (Perú y Brasil ya son investment grade) parecerían haber dependido de un contexto internacional de bajas tasas, en especial en Estados Unidos y de un mercado "bullish", es decir optimista y con gran apetito por el riesgo. Desde septiembre 2002 el índice de riesgo país de los emergentes ha caído de manera casi permanente llegando a un mínimo en junio del año pasado. A partir de allí subió lenta pero continuamente hasta los 299 bps (a comienzos de septiembre 2008) para terminar creciendo 80 puntos (27%) en 26 días. Los países latinoamericanos, en particular, han presentado una tendencia similar: el riesgo país de Brasil creció un 23% el noveno mes del año (240 bps a 296 bps) y en Argentina la suba fue de un 27% (671 bps a 852 bps) en el mismo período. Gran parte de la desmejora se debe a la crisis financiera que están sufriendo los Estados Unidos, Europa y Asia, provocando que ante la incertidumbre los inversores se refugien en activos más seguros, como dólares o bonos del tesoro americano, obligando a los emergentes a subir la tasa para retener fondos.
Pero el factor externo que más influyó en el desempeño macroeconómico y en especial sobre las cuentas fiscales han sido los precios de los productos de exportación. Este período presenta algunas características particulares: 1) La duración promedio de booms en el petróleo y los alimentos era de 18 meses, pero esta vez ya lleva más de 80 y 45 meses respectivamente. 2) el fenomenal aumento, de más de 400% en el petróleo y más del 100% en los alimentos, no es comparable con los aumentos que en promedio habían tenido en el pasado (54% y 38%) y 3) la amplitud de productos que abarca, no sólo aumentan los bienes complementarios, sino también los sustitutos. Estas cuestiones han llevado a un debate entre especialistas a nivel mundial sobre las causas del shock de precios. ¿Se debe a factores estructurales, como un incremento de demanda por un cambio de patrón en el consumo de regiones en desarrollo como consecuencia de un mayor ingreso, o lo que los está impulsando es una cuestión especulativa, una burbuja?
A la luz de la evidencia otorgada por las caídas en las últimas semanas parecería que la razón era una combinación de ambas. Como consecuencia de los factores estructurales es de esperar que los precios de los commodities se mantengan altos, pero que en el futuro no crezcan como lo hicieron durante este último año y medio por falta del empujón especulativo. En agosto el índice del precio de alimentos del FMI creció un 29% a/a cuando el promedio del año es de 40% a/a, mientras que el de petróleo aumentó un 63% a/a cuando su promedio en 2008 es de 74% a/a.
IMPACTOS. El primer canal por el que un menor incremento (y hasta posible caída) en el precio de los commodities afectará a los países exportadores es a través de la balanza comercial. En 2007 el saldo de la región fue de US$ 45.834 millones, pero deteriorándose con respecto a años anteriores. La razón es que si bien las exportaciones continúan creciendo fuertemente (12,7% a/a), las importaciones aumentaron su valor más que las primeras (19,1% a/a). Pero más preocupante es el hecho que el aumento de las exportaciones está explicado en un 70% por mayores precios, mientras que por el lado de las importaciones aproximadamente el 65% del incremento se debe a cantidades. Por lo tanto, una eventual reversión de los términos de intercambio dejaría muy vulnerable al sector externo.
El segundo canal, donde las políticas nacionales tienen un mayor campo de acción para suavizar el ciclo, es a través del otro gemelo, el superávit fiscal. Para adueñarse de parte de la renta de la explotación de recursos naturales, los gobiernos de los países han implementado distintas políticas como la nacionalización de empresas extractoras de recursos naturales (en algunos casos con expropiación mediante), regalías, retenciones a las exportaciones o impuestos diferenciales sobre la renta.
Actualmente la región, contrario a su historia, muestra solidez en sus cuentas fiscales. De acuerdo a un trabajo de Zambrano (2008) los países exportadores de commodities tenían en 2007 un superávit fiscal de 1,1% del producto, pero al calcular el balance estructural -sin el efecto de factores coyunturales- el resultado deja un déficit de 2,5% del PIB. En la misma línea, Izquierdo y Talvi (en un documento para el BID) afirman que en 2006 el superávit observado para las siete economías más grandes de la región (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela) era de 1,1%, pero el estructural, medido como lo hace Chile desde 2001, se situaba en -4,1% del producto. La brecha entre el resultado fiscal observado y el estructural demuestra la importancia de los precios internacionales sobre las cuentas públicas.
El deterioro estructural pone de manifiesto la prociclicidad del gasto público en la mayoría de los países de la región, con la excepción de Chile y Brasil quienes presentan un gasto acíclico (no tiene relación con la evolución del PIB). Si bien los ingresos primarios son mayores que los gastos primarios (19,4% y 17,1%), el último dato (2007) muestra que el ritmo de crecimiento de los ingresos se está desacelerando (1% en 2006 y 0,6% en 2007), mientras que los gastos crecieron 0,5% del producto, tendencia que según la Cepal se mantendría en 2008.
El problema del gasto es que la inversión pública está dentro de los niveles (en % del PIB) más bajos de la serie (1,6% del producto aproximadamente), comparables a los de 1990/91 y muy por debajo del nivel alcanzado en 2000. El menor gasto en obra pública implica poca flexibilidad y aumenta la vulnerabilidad ante shocks externos adversos.
El hecho de tener que actuar pro cíclicamente cuando el contexto internacional deja de ser favorable y la inflexibilidad del gasto ante esta situación, es lo que algunos autores califican como la perversa interacción entre la volatilidad externa y la estructura de la economía que genera un sesgo hacia el déficit fiscal en economías emergentes.
CONCLUSIONES. Para evitar cometer los mismos errores que en ciclos pasados, los gobiernos deberían orientarse por los resultados estructurales para llevar a cabo medidas que permitan la sostenibilidad del gasto en el largo plazo (actualmente el único que sigue esta pauta es Chile), evitando la volatilidad con que cuenta en algunos de los países, como la Argentina.
Actualmente la situación mundial está empezando a dar signos de desmejoras para Latinoamérica, por lo que la perspectiva es que en el futuro no se siga creciendo como en estos últimos cinco años. De todos modos, la región se encuentra mejor posicionada (como se comentó al principio de esta nota) que en el pasado para enfrentar un contexto internacional menos favorable. El tema de fondo es que, dado que la mayor parte de la solidez macroeconómica se debe a factores exógenos, las políticas deberían acompañar la suerte.