José Luis Espert advierte que, si bien no existe posibilidad de que se produzca una hiperinflación, sí existen riesgos de que “se tomatice la economía”.
La Argentina, pese a que la inflación se acelera, no va camino a un “Rodrigazo”, ni a una hiperinflación. Esa inflación real elevada afecta directamente al crecimiento económico y es posible que “se tomatice la economía”, con caída en el consumo si es que se observan precios elevados en los productos más necesarios para la economía doméstica. El diagnóstico es de José Luis Espert, uno de los economistas más cuestionados por el presidente Néstor Kirchner. El titular de Espert & Asociados, consultoría macroeconómica, cree que Cristina Fernández de Kirchner se impondrá en las próximas elecciones, pero también que, si no realiza algunos ajustes, tendrá problemas en el segundo año de mandato, en 2009. Lo afirmó en una entrevista telefónica concedida a LA GACETA.
-¿Cuánto le cuesta a la Argentina tener dos inflaciones: una real y otra oficial?
-La inflación verdadera está entre el 20% y el 25% anual y eso al país le cuesta, por ejemplo, que los sueldos reales estén cayendo, mientras la pobreza y la indigencia suben; que la distribución del ingreso se profundice y que se incrementen las probabilidades de que, en algún momento, haya una desaceleración importante en el crecimiento económico. Y esto, posiblemente no se observe en el escenario para 2008; tal vez, en 2009. Esto, probablemente, a Cristina le cueste alguna derrota política en las elecciones legislativas de ese año. Y a todo esto hay que sumarle todo lo que el Gobierno hace para mentir sobre la inflación, con un costo muy alto: destruyó el sistema estadístico nacional y hoy ningún dato del país es creíble. Así, ante los ojos del mundo, está defaulteando otra vez la deuda, porque le oculta datos reales a aquel que tiene bonos ajustados por CER el verdadero aumento de la deuda.
-Más allá de las críticas del Presidente hacia su persona, ¿cómo evalúa la gestión?
-Néstor Kirchner colaboró para la recuperación económica, entre 2003 y 2004. En ese período aumento el superávit fiscal, algo que se venía produciendo desde la gestión de Eduardo Duhalde y hasta creció la recaudación de impuestos. Hasta allí, nada más. A partir de entonces, todo ha sido por la suerte de tener un dólar devaluado en todo el mundo y el impacto que tuvo en el precio de la soja o del trigo. Kirchner también tuvo el mérito de mantener congelado, hasta 2004, el gasto público. Todo esto se produjo a pesar del mamarracho de programa económico que tenemos. Sin dudas esto no existiría de no haber sido por este regalo del cielo que el precio del trigo, del maíz, de la soja y de las materias primas, en general, en niveles históricos y elevados.
-Actualmente sigue latente la posibilidad de que el Gobierno incremente las retenciones a las exportaciones…
-Acá hay que ponerlo en claro. Para los gobiernos populistas de Argentina, en general -este es uno más de los tantos que tuvimos-, el campo es un problema. Es el enemigo de esos gobiernos, porque se trata de uno de los sectores eficientes en la economía y de donde salen los alimentos para venderle al mundo. Para poder desarrollarse, el campo debería percibir los precios internacionales de los granos en una concepción de economía abierta. Pero las gestiones populistas odian ese escenario. Y eso se explica en las retenciones a las exportaciones y en las prohibiciones para exportar. No le queda otra alternativa que aumentar las retenciones, que son los instrumentos para que los alimentos sigan siendo altos y , además, les permita recaudar más.
-¿Qué se puede esperar para la transición institucional?
-No va a pasar nada hasta el 10 de diciembre. En todo caso apuntaría a responder esta pregunta de dos maneras. La primera: si Cristina piensa que todos los cambios que hay que hacer serán graduales y en el marco de una acuerdo social, está condenada al fracaso; no en 2008, sino en 2009. La segunda: si Cristina fuera lógica con la idea de un proyecto eterno de poder, alternándose con su marido, debería introducir ajustes. Pero para hablar de ello, antes hay que entender los desajustes: el país pasó de tener una inflación anual del 5%, en 2003, a una inflación de entre el 20% y el 25%; va rumbo a un déficit fiscal y ahorca con impuestos al sector privado, en una economía en crecimiento. Encima, desde ahora tiene que pagar U$S 7.000 millones por la deuda al año. A todo esto también hay que sumarle que, como consecuencia de tener dibujada la inflación, están cerrados los capitales externos. Mal que le pese, entonces, tiene que hacer ajustes. ¿Cuáles son? Si el gasto crece al 50%, debe hacerlo al 10%; si (Hugo) Moyano fija aumentos de salarios al 30%, el Gobierno debe procurar que no vayan más allá del 10%; también debe aumentar un 10% el dólar y en el mismo porcentaje reajustar las tarifas, para no tener que volver a prender velas a partir de 2009.
-En el Gobierno dicen que no están dispuestos a enfriar la economía…
-La economía se va a enfriar sola. De hecho, diría que este supuesto triunfo que consiguió con el boicot al tomate es el primer indicador de que, cuando los precios suben demasiado, hay caída del consumo. Cuando los funcionarios kirchneristas sostienen que no van a enfriar el consumo, observemos que el consumo del tomate, por ejemplo, se enfrió solito, como consecuencia del precio disparatado. Y acciones de la sociedad de esta naturaleza pueden generalizarse si los precios siguen altos.
-¿Sirven los últimos acuerdos de precios?
-Es todo pour la galerie. La población no cree que haya acuerdos de precios, ni que la inflación anual es del 8%. No cree en el programa económico. La plata real no rinde como antes. Hay una ilusión monetaria y probablemente Cristina gane en las elecciones. Esa ilusión monetaria se da, por ejemplo, cuando la gente cree que si le suben el salario un 25% es más rica que antes, pero en realidad no le rinde en el consumo. Es verdad que la economía creció en los últimos cinco años, pero no al ritmo que dice el Gobierno. Esta gestión no tiene oposición y, cuidado, que una acción que puede medir cierto rechazo de la gente a la gestión son los indicadores. Si realmente la población creyera en los índices oficiales de crecimiento, Cristina debería ganar con el 60%, con el rating de Perón, y aparentemente lo hará con el 40% o el 45%, según algunas mediciones que se realizaron.
Nota Original: LA GACETA | 14/10/2007