Ya que vivimos en una nación plagada de exageraciones en la que su gobierno arrasa con la Justicia, su ministro de Educación deja a gran parte del país sin clases con tal de posicionarse como candidato y encima es apoyado por su Presidente y a su instituto de estadísticas (el INDEC) se lo transforma en un medio más para hacer propaganda de los actos de gobierno bajo el chocante eufemismo de «cambios metodológicos» en el Indice de Precios, podemos hablar también de exageraciones fiscales.
En tan sólo 5 años (2003-2007), desde que comenzara en el país una de las recuperaciones económicas más espectaculares que hayamos vivido, el gasto público crecerá $ 171.000 millones (221%), alcanzando el lamentable récord absoluto del último medio siglo tanto en términos del PBI (32,1%) como en dólares corrientes (u$s 80.000 millones). Si ajustamos al dólar por la inflación norteamericana, todavía le falta crecer 25% para alcanzar el máximo de u$s 100.000 millones de la convertibilidad en 1999 y 70% para el máximo absoluto de los últimos 50 años de u$s 136.000 millones de 1979.
Entre las subas más importantes cabe citar el gasto salarial, responsable de 25% de los $ 171.000 millones. Aquel a su vez es consecuencia de un fuerte crecimiento del empleo público y más todavía de los salarios estatales. En segundo lugar y en igualdad de condiciones con 15% de responsabilidad, se ubicarán las jubilaciones y la resucitada obra pública, que terminará 2007 muy cerca de 4% del PBI recuperando todo lo perdido por la hoy maldecida convertibilidad. Muy cerca, en tercer lugar con 12%, se ubicarán los subsidios que el gobierno entrega al sector privado para que los precios de mercado no reflejen la escasez generada por la ruptura de contratos con las privatizadas y el destrozo de mercados como el de los alimentos (por la prohibición de exportar carnes, lácteos y las intervenciones a Liniers y al Mercado Central de Buenos Aires) que el mismísimo gobierno ha provocado. Ultimo lugar para los intereses de la deuda pública, con 5,4% de participación.
Los anteriores números son una muestra fiel de que la reciente frase de la ministra Felisa Miceli, «el gasto público es una inversión social en vez de un gasto», no son palabras que se las lleva el viento. Lo mismo decía Eduardo Duhalde cuando llevaba al colapso financiero a la provincia de Buenos Aires siendo gobernador en los 90, por su despiadada lucha con Carlos Menem en la interna peronista. La clase política argentina siempre tiene una excusa para gastar más «con fines sociales». Pero por más «social» que sea, la duda es por cuánto más tiempo será financiable y sostenible un gasto público tan alto.
Sin duda que Kirchner es un recordman mundial: récord de crecimiento, de reservas en el Banco Central, de aumento del empleo, de presión impositiva sobre el sector blanco y respecto del superávit fiscal, primero un récord de nivel y luego otro en su desaparición. Todo dentro del primer período de gobierno. Nada mal por ser alguien que se autotitula como un emblema de la nueva política.
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Como no podía ser de otra manera en un gobierno del santacruceño, los ingresos del Estado también experimentarán un aumento récord: $ 178.000 millones en tan sólo 4 años, dejándolos en lo más alto del podio con 32,2% del PBI, 5,4% por encima del anterior récord fijado por el propio Kirchner en 2003, de 26,8%. La suba de la recaudación respecto del momento anterior a que éste asumiera la conducción de nuestro país ha sido de 9,5% del PBI (2,5% por retenciones y 2% por el impuesto al cheque).
De nuevo, como con Miceli y su «gasto en inversión social», el diagnóstico (compartido por gran parte de nuestro progresismo) del recaudador federal Alberto Abad de que las crisis fiscales en la Argentina han ocurrido por culpa de que se pagaban pocos impuestos, ha sido llevada a la práctica con particular enjundia. Si tenemos en cuenta que le evasión de impuestos alcanza a 1/3, los que están en blanco soportan el equivalente a 48% del PBI de presión impositiva, similar al promedio del G7 aunque con bienes públicos ( seguridad, educación básica, salud pública, Justicia) más cercanos al Africa subsahariana.
Si entre 2003 y 2007 los ingresos fiscales crecieron $ 178.000 millones y el gasto público subió $ 171.000 millones, la mejora fiscal ha sido de tan sólo $ 7.000 millones, pasando de un déficit fiscal de $ 6.100 millones en 2002 a un insignificante superávit de $ 1.100 millones en 2007 ¡a pesar de que estuvieron disponibles $ 178.000 millones para ello! O lo que es lo mismo, se aprovechó menos de 4% de los recursos para darles solidez a las cuentas públicas. El resto se gastó en su totalidad. Y eso que estamos en épocas de vacas gordas porque la economía está creciendo por quinto año consecutivo a una espectacular tasa de más de 7,5%. «Pequeña» conducta irresponsable cuando el manual más esencial del manejo de la hacienda (particular, y más si es pública) diría que en la bonanza hay que ahorrar para gastar en épocas de vacas flacas. Es grave que estando en el pico del ciclo expansivo iniciado en 2003 ya nos estemos quedando sin superávit fiscal (0,1% del PBI). Lo es más todavía si se tiene en cuenta que, en su obsesión distribucionista, Kirchner ajustó hasta ahora sólo las jubilaciones mínimas, mientras que las que están entre $ 540 y $ 1.000 mensuales y en particular las superiores a $ 1.000 mensuales lo hicieron muy por debajo de la inflación y el aumento de la recaudación previsional. Al mismo tiempo, la Justicia está fallando en el sentido de que el ajuste de 13% en los haberes decidido por el Presupuesto de 2007 sólo subsana el problema de la falta de movilidad para el presente año pero no para el período 2003-2006. Apenas la Corte Suprema convalide estas sentencias el «agujero» fiscal que habrá que pagar será del tamaño de los «agujeros negros» que generan las estrellas supermasivas, de unas 30 veces la masa del Sol, cuando explotan.
Además, se están haciendo pagos y emitiendo deuda en BOCON (otra vez) para consolidar deuda vieja de proveedores del Estado, jubilados y ex empleados de YPF por u$s 800 millones anuales que Miceli no los pone como gasto público cuando lo son aquí y en la China (el mismo dibujo hacía Cavallo en los 90 y terminó saliendo por la ventana).
La situación fiscal de base es tan delicada que por eso Miceli todos los meses cuando anuncia el resultado, sólo habla del gobierno central (se «olvida» de las provincias) antes del pago de intereses de la deuda. Si las incluyera y dejara de dibujar, el superávit desaparecería por completo. No en vano además el gobierno ha reestatizado el sistema previsional (genera mucha recaudación en el corto plazo) y la bancada kirchnerista en Diputados quiere un Banco Central más al servicio de los objetivos del gobierno: ¿será para darle más redescuentos al Banco Nación para que éste le preste al Tesoro?