Finalmente, el FMI ya no acompañará más nuestra cotidianeidad. El presidente Kirchner anunció el jueves pasado que la Argentina cancelará, antes de fin de año y usando reservas de libre disponibilidad del BCRA, la totalidad de la deuda con el organismo por casi u$s 10.000 millones que vencían en los próximos tres años.
En la última década, todos los países que recibieron préstamos del FMI ante severas crisis de balance de pagos repagaron, más tarde o más temprano (en promedio 5 años), la totalidad de su deuda con el Fondo. Ocurrió con México, Rusia, el sudeste asiático y, más recientemente, Brasil anunció lo mismo. Esto implica la obviedad de que el FMI presta cuando todo el mundo huye para evitar crisis mayores y se cobra lo prestado cuando el país comenzó a salir a flote. Un auténtico prestamista de última instancia, aunque muy mal auditor.
Eso es lo que anunció el gobierno el 15 de diciembre pasado. Un Estado que cancela su deuda con el «bombero» que lo salvó de una temeraria agudización de la peor crisis que tuvo en su historia, por más responsabilidad que haya tenido en haber apoyado previamente un plan totalmente incoherente, desde lo técnico, como fue la convertibilidad.
¿El momento elegido? Bastante predecible, por cierto. Durante los últimos veinte meses, Kirchner no paró de batir el parche de que quería «desendeudarse» con el FMI para poder realizar auténticas políticas nacionales, aunque esto ocultara la realidad de que fue él mismo quien firmó el acuerdo con el Fondo en setiembre de 2003 y luego lo defaulteó en abril de 2004. Por eso quedó totalmente descolocado cuando 48 horas antes, Brasil anunciaba que, a pesar de tener un acuerdo vigente con el FMI, iba a cancelarle todo lo que le debía. Políticamente, a Kirchner no le quedaban muchas opciones más que proceder como lo hizo. Esto de ninguna manera significa avalar, sino racionalizar (entender el motivo) su anuncio en el Salón Blanco de la Casa Rosada.
Estilizando la política fiscal del modelo productivo hasta hoy, se podría decir que consistía, por un lado, en un fenomenal impuestazo que en parte era ahorrado para ir saliendo (repagando) de la tutela del FMI y por otro, en un Banco Central que colocaba deuda remunerada para acumular reservas (lo emitido en pesos es poco) y así blindarnos frente a ataques especulativos. Ambas cosas son clave para que el dólar sea caro.
Antes de cancelar todo lo adeudado al FMI, las reservas del BCRA casi alcanzaban a los u$s 27.000 M, cantidad necesaria para respaldar 100% con divisas los pesos en circulación (base monetaria) por el equivalente a u$s 18.500 millones y la deuda remunerada (Lebac, Nobac y pases pasivos netos) del BCRA por u$s 8.500 millones. Ahora sólo queda la base monetaria con respaldo de casi 100% en divisas. Los activos de los bancos contra el BCRA tendrán 0% de respaldo en dólares.
Esta caída de golpe en casi 40% de las reservas es muy grande, pero psicológicamente el impacto es mayor todavía si se tiene en cuenta que, luego de la hiperinflación de 1989, hace ya 16 años, la idea de una moneda con mucho respaldo en divisas (como tuvimos por ley durante una década de convertibilidad), se había transformado en un bastión clave para darle credibilidad al peso argentino. Es más, una de las defensas que siempre esgrimieron los acólitos del modelo productivo fue que su criatura era superior a la convertibilidad porque, además de tener respaldo en divisas de 100% de los pasivos del Central, contaba con flexibilidad cambiaria. Ahora lo primero se ha perdido.
• Pérdida
Adoptada la decisión de salirnos del FMI repagando y no defaulteando, se la podría haber instrumentado con mesura y no de manera desbordada como se hizo. Hubiéramos seguido pagando año a año de acuerdo con el cronograma original de vencimientos con superávit fiscal, tal como se estaba haciendo desde que dejamos de cumplir el acuerdo firmado en setiembre de 2003 y todo el pasivo del Central hubiera seguido con 100% de respaldo en moneda dura.
Al perder calidad crediticia la deuda remunerada del BCRA (representa 25% de los activos del sistema financiero), puede ocurrir que los bancos pidan más tasa de interés para renovar Lebac. Si el gobierno accede, podría desacelerarse la actividad económica y si se niega, tendrá que repagar más deuda todavía ya sea emitiendo pesos (y sufrir más pérdida de reservas e inflación) o con superávit fiscal (menos demanda interna).
Por el lado del mercado cambiario, y dado que el BCRA ha perdido margen de acción al desprenderse de golpe de u$s 10.000 millones, el dólar podría quedar más arriba (nada fuera de control) de lo que estuvo hasta el anuncio. Debido a ello también hay menos margen para una política fiscal heterodoxa.
Entonces, desde el punto de vista del núcleo duro de la política económica y al revés de lo que dice Kirchner, el gobierno ha perdido y no ganado grados de libertad porque ahora tendrá que aguantarse perder más reservas, lograr menos actividad económica o sufrir más inflación.
Pero cuando Kirchner habla de que al salirnos del FMI cancelando hemos recuperado márgenes para llevar adelante «auténticas políticas nacionales», no se está refiriendo a lo anterior.
• Liberador
Para él es auténticamente liberador continuar con su proyecto de no ajustar tarifas de los servicios públicos, no negociar con los holdouts, aumentar el gasto público, profundizar los apretones a las empresas con sus nuevos acuerdos de precios, etc. sin que aparezca, en público, la incómoda voz del FMI marcándole un camino de mayor sensatez. Desde hace ya un año y medio que, al no existir acuerdo con el Fondo, éste no es impedimento alguno para políticas «verdaderamente nacionales y populares» aunque sí es la incómoda voz de la conciencia de Kirchner. Esa molestia es la que ha desaparecido para el Presidente a partir de su decisión de precancelarle toda nuestra deuda.
Pero hay algo realmente preocupante que se observa desde el contundente triunfo electoral del 23 de octubre. Kirchner es un presidente que de manera creciente se aleja de la globalización y el mundo civilizado y se acerca cada vez más a dictadores populistas como Hugo Chávez que sólo pueden mostrar como «divertido» circenses presentaciones públicas, porque la gente vive cada vez peor y más amordazada. Primero fue la pelea con George Bush en la Cumbre de las Américas por el ALCA y por la contracumbre que el gobierno le organizó a nuestro «hermano bolivariano» en Mar del Plata. Luego el cambio de gabinete, que fue un claro giro a la izquierda con despedida de Lavagna incluida, y ahora este salirse del FMI repagando con discursos no tan efervescentes como hace 30 años, pero poco modernos (y veraces) en el siglo XXI.