A mitad de camino

La reforma de los Bancos Centrales fue una de las claves en la agenda económica latinoamericana los ´90. El objetivo era restaurar la confianza en la política monetaria y vencer así la guerra contra la inflación, la principal amenaza económica de la región. El avance ha sido importante, pero ¿está todo dicho?

La reforma se asentó sobre cuatro pilares, todos ellos interrelacionados. Lo prioritario era darle al Banco Central un mandato claro siendo este objetivo generalmente la contención de la inflación (1). Para esto era imprescindible que tuviera independencia política para el diseño de la política monetaria (2) y autonomía operacional para llevarla a cabo (3). Así, se le prohibió, o limitó, la posibilidad de financiar los déficits fiscales. La contra cara de estas atribuciones y facultades era la responsabilidad de las autoridades frente a la sociedad (4).

En principio los Bancos Centrales se embarcaron en estrategias de estabilización de la inflación basadas en un ancla nominal -el tipo de cambio- perdiendo de esta forma gran parte de la capacidad para conducir la política monetaria. Hoy, se inclinan hacia tipos de cambio flotante tras comprobarse la vulnerabilidad de los esquemas de paridad fija en un mundo de alta movilidad de capital y su incompatibilidad con los desequilibrios fiscales.

Igualmente, se abandonaron los targets monetarios, dados la dificultad de predecir los agregados monetarios en el corto plazo y la inestabilidad de la demanda monetaria latinoamericana. Así, llegó el momento del “inflation targeting” que utiliza la tasa de interés de corto plazo y que depende, en última instancia, de la credibilidad y reputación del Banco Central.

En 2004, con la excepción de Costa Rica, Republica Dominicana y Venezuela los países de América Latina presentaron tasas de inflación inferiores a los dos dígitos. Esto contrasta con la situación prerreformas: en 1990 la inflación promedio fue de casi 500% y en ningún país se observo una inflación de un dígito.

Sin embargo, quedan varios desafíos pendientes. Primero la reducción en la inflación no alcanzó para que la tasa converja a la observada en los países desarrollados, salvo en Chile, Perú y los dolarizados Ecuador y Panamá. En parte esto se debe a políticas monetarias restrictivas, siendo un claro ejemplo Brasil, donde hay quejas constantes por los altos valores de la Selic (la tasa de interés de referencia). En Argentina el problema es la multiplicidad de objetivos: no queda claro si lo que se busca es cumplir con los targets de inflación o que el tipo nominal no se deprecie.

Por lo tanto, los Bancos Centrales terminan resolviendo un problema donde al objetivo de reducir la inflación sujeto suman la minimización de los efectos adversos de sus políticas sobre el PIB. La clave es continuar fortaleciendo la credibilidad de las autoridades monetarias, es decir apuntalar a los pilares 2 y 3: a mayor solidez, menores son las tasas que se requieren para lograr simultáneamente estabilidad de precios y un camino estable para el PIB.

En este sentido deberá mejorarse la transparencia de los Bancos Centrales de América Latina que según estándares internacionales se halla por detrás de Europa, Asia y Oriente Medio y también reforzar su autonomía. Si bien en teoría la independencia esta asegurada, la inestabilidad de las principales autoridades en sus cargos establece dudas sobre su cumplimiento (las principales autoridades se mantienen en sus cargos 2,5 años en promedio cuando sus mandatos van de entre 4 y 6). Es el caso de Alfonso Prat Gay en Argentina, quien prefirió renunciar a la posibilidad de un nuevo mandato cuando vio que la composición del Directorio del Banco Central sería función del grado de amistad con el Presidente argentino Kirchner.

Otras cuentas pendientes son restaurar la confianza en la moneda local como instrumento de ahorro y mantener la consistencia de la política monetaria a la luz de oleadas de entradas de capital, estimuladas por un contexto internacional auspicioso, condiciones estables y perspectivas regionales favorables. Sin embargo, estos desafíos van más allá del fortalecimiento de los cuatro pilares de la reforma.

Pero restaurar la confianza en la moneda local como mecanismo de ahorro es una quimera si los gobiernos no aseguran la estabilidad macroeconómica y la viabilidad del endeudamiento público. No se pueden reducir las expectativas inflacionarias en contextos de déficit fiscales o con niveles de endeudamiento insostenibles.

La reforma de los Bancos Centrales fue un importante avance en la región. Sin embargo, tanto la mejora observada como el poder lograr superar los desafíos pendientes requieren políticas fiscales prudentes. ¿Habremos aprendido la lección?

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José Luis Espert

Doctor en Economía

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