Durante la semana que pasó, la compra récord de dólares hecha por el Banco Central para mantener estable el precio de la divisa generó una serie de especulaciones que recordaron épocas no muy lejanas, cuando se propiciaba, por ejemplo, la consulta diaria del riesgo país. Especialistas de distintas tendencias relativizan los tan difundidos temores actuales.
En los últimos tiempos del gobierno de la Alianza se vivió una suerte de histeria colectiva impulsada por los cambios que se daban minuto a minuto en el índice de riego país. Era casi un deporte nacional que los medios se encargaban de alimentar todos los días creando una ansiedad social sobre un valor del que el grueso de la gente no tenía la más mínima idea que representaba. Pero allí iban los argentinos preocupados por las cifras que escalonaban proporcionalmente a la crisis política que tenía un gobierno que había nacido herido de muerte al mostrase incapaz de hacer algo distinto del menemismo.
Así el enemigo el riesgo país que no se detenía y explicaba todo los males como la recesión, la falta de inversión y trabajo, la inseguridad jurídica. Y hasta dio justificación a las travesuras de la famosa tarjeta Banelco, que ofrecía el entonces ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, para sacar leyes con la velocidad que imponía, precisamente, la incontenible suba del riesgo país.
Después, todo explotó y poco importó que, luego de la devaluación, el índice pasara de los 1.000 puntos a más de 5.000 y el país se quedara fuera de los mercados. No se habló más del riesgo país aunque estuviera por las nubes iniciándose, paralela y paradójicamente, la reactivación de la economía. Lo importante fue azuzar a la opinión pública para crear un clima de inestabilidad e inseguridad permanente.
En el 2002 los números de la desocupación y la pobreza fueron la discusión nacional hasta que la polémica salió de la tapa de los diarios. Después se instaló el déficit comercial con Brasil y cuánto sería el porcentaje que finalmente se aceptaría del canje de la deuda en default. De manera espasmódica espasmódicas todos estos temas se instalan en la agenda pública de un día para el otro y de la misma manera desaparecen. No se trata de desconocer la importancia que tienen estas estadísticas a la hora de interpretar la situación económica. Pero tomadas asiladamente como el centro de conflictos y catástrofes tienen más que ver con operaciones políticas que con la necesidad de ilustrar a la sociedad sobre las ventajas y desventajas que cada uno de estos temas presenta.
El nuevo riesgo
En los últimos días, el fenómeno de alertar sobre próximas tempestades vino de la mano del precio del dólar y los “esfuerzos” del Banco Central para que no caiga más allá de los $2,80. Todo fue a partir de que el BCRA hizo la compra record al adquirir en un solo día, 160 millones dólares.
Casualidad o no, pocos días después, más específicamente el domingo pasado, los titulares informaban que el FMI prefiere que caiga el dólar para evitar que suba la inflación. Y esto es porque, dicen los técnicos, el gobierno emite pesos para absorber los dólares que ingresa al mercado y se teme que la abundancia de pesos pueda disparar la inflación. “El Banco Central hace exactamente lo que debe hacer que es compra los excedentes absorbiendo liquidez y colocando papeles en el mercado. Es una de las operatorias económicas más ortodoxas y más normal del mercado financiero”, explicó a Debate el economista Aldo Ferrer.
Esos instrumentos financieros de políticas monetarias permiten al Central retener los excedentes y acumularlos en sus reservas. “Si sobra dinero en el mercado se piensa que puede generar algún efecto inflacionario. Pero no es el caso argentino donde todavía hay aumento de la demanda de dinero. El debate que se instala es porque hay interese en juego que quieren tener un tipo de cambio atrasado para privilegiar la especulación financiera y hacer diferencias fenomenales con la tasa de interés doméstica”, agregó quien hoy es candidato para presidir el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Durante junio ingresaron muchos dólares al mercado argentino a través de una combinación de exportaciones, inversiones directas, repatriación de capitales y hasta movimientos especulativos de corto plazo. Pero el BCRA y el modelo económico tienen herramientas para compensar el desequilibrio temporario.
José Luis Espert es un economista con pocos pelos en la lengua para dar definiciones y pensamiento ortodoxo. Fue crítico de la convertibilidad y también lo es de cómo se instrumenta el modelo de la devaluación. Pero en esta discusión del dólar se muestra realista. “No sé por qué empezaron a encender las luces de alarma. Es una estupidez. Nadie se preocupaba durante la convertibilidad cuando el Banco Central compraba dólares a un peso y había un déficit fiscal monstruoso. No se entiende porque ahora con cuatro puntos de superávit primario hay que preocuparse. El gobierno no se está financiando con emisión monetaria sino que es un gobierno que tiene superávit fiscal y que está comprando dólares. Quisiera que los genios que hoy se preocupan por las compra del Central me expliquen porque no se quejaban antes.”
Puntos de vista
El economista cree que se mal interpreta la cuestión monetaria. “Acá hay un gobierno que está decidiendo acumular reservas, que ha tomado la decisión de no hacer un acuerdo con el Fondo y repagarle toda la deuda que tiene con el organismo – que son 5 mil millones al año- y se paga con dólares. Entonces tomó la decisión de acumular reservas. Para eso se necesita un superávit fiscal enorme”.
Las variaciones del dólar y sus consecuencias depende del lugar donde se analicen. Esta claro que cuanto más caro esté el dólar habrá una mayor protección a la industria nacional, aumentarán las ganancias de los exportadores y subirá la recaudación impositiva vía retenciones. Y cuanto más bajo cotice el gobierno podrá comprar más billetes que irán a engrosar las reservar que permitirá, a su vez, pagar sin tantos apremios la deuda pública. Hasta el salario de bolsillo, medido en dólares, se recuperaría. Lo que es útil entender son las variaciones cambiarias desde todas las variables en juego. Porque si se analizan en forma aislada, el dólar es muy barato o muy caro de acuerdo al interés que se mire.
Según Ferrer en el fondo se debaten muchos intereses contradictorios que complican algo que tiene explicación sencilla y es que el tipo de cambio es un indicador de la capacidad de una economía de competir internacionalmente. “Cuando se tiene una moneda nacional cara, como ocurrió con la convertibilidad, se privilegia la importación sobre la producción nacional y termina fracturando el aparato productivo. Argentina se especializó en ese tipo de error durante la tablita de Martínez de Hoz y la década del 90, y las consecuencias fueron las que estamos viviendo con pobreza y desempleo. Y para colmo la burbuja especulativa terminó en el default.”
Para diputado nacional y economista de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) Claudio Lazano sostener un dólar competitivo tiene como contrapartida que la tasa de interés tiene que estar alta para evitar que los pesos empujen la inflación. “La estrategia oficial es, por un lado, comprar dólares para aumentar las reservas y, por el otro, esterizar la expansión monetaria mediante la emisión de los títulos Lebac con tasas de hasta el 8 por ciento. De esta manera se va acumulando una deuda de corto plazo y recomponiendo la lógica especulativa del negocio financiero”, explicó a Debate. Los datos le dan la razón. El 60 por ciento de los activos de los bancos están en la cartera de prestamos dados a los estados nacional y provincial. El último miércoles el Banco Central renovó vencimientos de Lebac por $ 1.300 millones con tasas que duplican las que pagan los bancos. Lozano considera que para los bancos sigue siendo más rentable colocar depósitos en títulos públicos. “Así como funciona el sistema el costo de mantener el dólar en los valores que quiere el gobierno va contra el aparato productivo porque se rehabilitó un circuito financiero especulativo que debilita la posibilidad de que la banca pueda estar al servicio de la producción.” El diputado considera que debería haber una política monetaria más rígida para evitar incertidumbres con la paridad cambiaria y la tasa de interés. Entiende que no se ha roto la cultura especulativa del movimiento de capitales. “Si se tuviera un esquema por el cual se centralizara la operatoria en divisas en el Banco Central y el canje de pesos por divisas estuviera relacionado a determinadas funciones y no por una lógica especulativa, el gobierno podría darse el lujo de mantener el tipo de cambio con una tasa de interés baja porque no se podría sacar tan fácilmente la plata al exterior como ocurre hoy. El costo que tiene del funcionamiento de este sistema monetario y cambiario es la desaceleración de la economía que ya está ocurriendo porque este año se crecerá menos que en 2004.”
La Argentina sigue culturalmente dolarizada a pesar de que se terminó la convertibilidad. En esa cultura se basó la intentona de dolarizar la economía, una aventura que prendió en Ecuador llevándolo al fracaso. Pero todavía se piensa, se comercia y se hacen contratos en términos del dólar cuando en el mundo ya están instaladas otras referencias monetarias como el euro, el yen japonés y últimamente el yuan chino.
Según Ferrer, el actual nivel de la divisa norteamericana es razonablemente competitivo. Pero señala que hay que seguir de cerca la evolución de los precios internos a pesar de que se muestran estables. “Si hay desfasaje entre el tipo de cambio y los precios internos se correr el riesgo de que los empresarios encuentren que es más conveniente volver a importar que producir aquí.” Para Lozano la política del gobierno intenta articular un difícil equilibrio entre el interés de los acreedores y el negocio de los exportadores. “Para financiar una estrategia de desarrollo el país tiene que tener la capacidad de poder fijar el valor del dólar y de la tasa de interés. Es un esquema contradictorio porque para sostener un dólar alto hay que mantener una tasa alta y si se sigue elevando la tasa se cae el dólar y con él la renta extraordinaria de los sectores
exportadores.”
Por último, para Espert el precio de 3 pesos por dólar es razonable sin inflación salarial y cree que dejar flotar la paridad traería una inestabilidad al mercado que sería mucho peor.
La discusión vale porque evidencia que la Argentina volvió a tener política monetaria como la mayoría del los países en el mundo. Las variaciones del dólar es consecuencia directa de un importante ingreso de divisas que son indispensables para que seguir fortaleciendo un sistema financiero y productivo que, si bien salió de la crisis de 2001 y 2002, todavía está lejos de consolidarse y satisfacer las necesidades de desarrollo económico y social. Este masivo ingreso de capitales demuestra también que se mantiene un grado importante de confianza más allá de las especulaciones del mercado y de algunos medios que ponen en duda la capacidad del Central para mantener al dólar dentro de una banda acorde con las expectativas del sector productivo y las obligaciones financieras internas y externas.