Ahora que la situación financiera internacional tiende a ser menos favorable por la suba de tasas de interés es cuando habría que reemplazar las groserías y la poca sofisticación por la sutileza y la inteligencia. Poco probable en un año electoral.
Hace tres años la actividad económica tocaba fondo luego de sufrir el peor colapso de su historia y comenzaba una recuperación extraordinaria sólo superada en magnitud por la de los dos años posteriores al lanzamiento de la convertibilidad en abril de 1991. El crecimiento desde el segundo trimestre de 2002 hasta hoy ha ocurrido poco debido a la mejora de los precios internacionales de nuestros commodities de exportación (mejora que ya ha desaparecido) y mucho por la violenta caída en la salida de capitales de los argentinos hacia el exterior que pasó en base anual de U$S 26.000 millones (17% del PIB) en el segundo semestre de 2001 a U$S 4.000 millones (3.5% del PIB) a mediados de 2002, nivel absolutamente normal en Argentina para años de mucho crecimiento económico de acuerdo con las propias estadísticas del Gobierno.
A su vez, que los argentinos volvieran a tener alguna confianza en su país fue porque recibieron un shock de expectativas favorable de proporciones inconmensurables. Luego de escuchar casi todos los días durante una década completa de parte de las “viudas” de la convertibilidad que si alguna vez se devaluaba el país terminaría en hiperinflación, nos desayunamos que Argentina podía alterar el valor del dólar e ir a la peor crisis económica que se recuerde sin por ello terminar peor todavía en hiperinflación.
Esto último fue posible porque primero Duhalde y Kirchner después hicieron la política fiscal más ortodoxa de nuestra historia. Jamás Argentina tuvo 5.6% de superávit primario como en 2004 o 4.5% como puede darse en 2005 aún en medio de una fiesta de gasto público tan bizarra como durante la convertibilidad (por eso la presión impositiva formal es salvaje y confiscatoria).
Estabilizada la fuga de capitales de argentinos hacia el exterior en niveles “normales”, para una economía muy cerrada al comercio internacional como la nuestra, la clave para crecer en el corto plazo es el ingreso de capitales de los no residentes. Los extranjeros trajeron capitales a la Argentina a un promedio anual de U$S 12.000 millones por año (5.5% del PIB) durante la convertibilidad. Dejaron de ingresar ahorros en 2000, comenzaron a llevárselos en 2001 (U$S 6.000 millones o 3% del PIB) y la buena nueva es que desde hace ya más de 6 meses han vuelto a apostar a favor nuestro por un valor anualizado promedio de U$S 4.000 millones o 2.5% del PIB).
En esta vuelta de los capitales del exterior el gobierno es clave en dos aspectos. Uno, en lo que no deber hacer para no ahuyentarlos. Sería bueno no dar la imagen de un país salvaje y poco civilizado con un Presidente vociferando contra un aumento de las naftas de Shell y Esso al punto de pedir un boicot, cuando en realidad no tienen nada que ver en la aceleración de la tasa de inflación o con una Casa Rosada involucrada en la coordinación del accionar piquetero contra las petroleras o amenazas a diestra y siniestra con colocar más impuestos a la exportación a aquellos productos que sigan los precios internacionales y/o la apertura de nuevos mercados en el mundo, etc.
Segundo, en lo que debe hacer. Tenemos que conseguir un acuerdo con el FMI lo más largo posible y por la totalidad de los vencimientos de capital para evitar “desangrarnos” pagándole los U$S 5.200 millones (3.5% del PIB) que vencen este año y los casi U$S 10.000 millones de 2006-2007. Podrá ser muy “cool” para Kirchner andar gritando en cuanto acto público concurra que nos queremos “desendeudar” para independizarnos del FMI, pero es absurdo pensando en la sostenibilidad del crecimiento ¿Qué es eso de andar enviando capitales al exterior desde un país pobre como el nuestro para repagarle capital al Fondo, o sea al G7, o sea a los países más ricos del mundo? Los U$S 500 millones que el pseudo líder de la revolución bolivariana, Hugo Chávez, ingresará de capitales a la Argentina para la compra de deuda pública es poco probable que redunden en un boom económico por aquí. Sería mejor usar el superávit fiscal para bajar impuestos que para desendeudarnos con el FMI.
Argentina ha finalizado un exitoso canje de deuda (cuadro adjunto). La mejora con respecto al momento previo a la renegociación es enorme. Bajamos la deuda pública respecto de nuestro PIB, devengaremos menos tasa de interés y hemos duplicado los plazos para pagarla. En comparación con un año bueno de la convertibilidad como 1998 sólo perdemos la baja de la deuda en relación al PIB. Pero el G7 en pleno nos salió a preguntar qué haremos con los que no aceptaron el canje (el 50% de los extranjeros rechazaron la propuesta argentina) que es más o menos como decir que todavía estamos en default. La “mesurada” respuesta del gobierno argentino fue darlos de baja de las estadísticas oficiales de deuda pública y decir, hasta por ley, que jamás se reabrirá el canje y que no habrá negociaciones ni judiciales ni extrajudiciales.
Respecto de las privatizadas, el otro tema realmente importante para lograr un aplazamiento de todos los vencimientos de capital con el FMI de 2005-2007, la postura del G7 es que se renegocien los contratos de los servicios públicos a largo plazo respetando el hecho de que el ingreso de capitales a la Argentina por las privatizadas fue de U$S 35.000 millones (20% del PIB) en la última década entre IED y préstamos desde el exterior.
Sin embargo, nuestro país ha respondido dando aumentos de tarifas sólo para industrias (para no pagar el costo político de aumentar los consumos residenciales) cuyo producido va a un fideicomiso administrado por el Estado que queda fuera del patrimonio de la privatizada (licuando en los hechos la participación del capital extranjero) para hacer obras de ampliación de la red. Al mismo tiempo, como el Estado pesificó a 1×1 las tarifas desde hace ya tres años y no las renegoció, la privatizada no invierte, el Estado le pone multas por incumplimiento de contrato que se van acumulando y ya son tan millonarias que en algunos casos el Estado tendría hoy un participación importante en el paquete accionario. “Linda” manera de reestatizar o de desarrollar un capitalismo de origen nacional ¿no?
Por su parte, el Presidente Kirchner también ha “aportado” lo suyo. En su discurso frente a la Asamblea Legislativa del 1 de marzo dijo que iba a desconocer todo lo firmado por Argentina en el pasado en la medida que se hubiera subrogado la legislación argentina en una internacional a pesar que todo el mundo civilizado firma tratados de protección a las inversiones extranjeras que, dicho sea de paso, también protegen a los inversores argentinos en el exterior ¿Se viene el default al CIADI?
(*) Artículo Publicado en La Nación el día 27/03/05, Página 8, Sección Economía & Negocios