La evolución de la recaudación impositiva hizo trepar el superávit fiscal primario a la cifra record de $4.000 millones en el primer trimestre, algo que, además de triplicar la
meta acordada con el Fondo Monetario Internacional, suscitó la discusión entre los economistas. Como durante 2004 el superávit fiscal primario podría representar el 4% del Producto Bruto Interno (un punto por encima de lo acordado en la carta de intención que se firmó con el organismo) y superar los $10.000 millones, las alternativas de uso del excedente son numerosas.
En este contexto, el Gobierno anunció la rebaja del impuesto al cheque, el incremento de los salarios de empleados públicos y la suba de jubilaciones mínimas, que afecta a 1.700.000 miembros de la clase pasiva. En la vereda de enfrente, los tenedores de bonos de la deuda pública en default reclaman que el dinero se destine a honrar los compromisos que el estado tiene con ellos.
Los especialistas también tienen algo que decir: rebajas graduales de impuestos, la constitución de un fondo anticíclico fiscal (FAF) y la mejora de la eficiencia de la administración tributaria son algunas de las propuestas que esgrimen. En diálogo con Nuevos Bancos y Seguros, los economistas Carlos Pérez (Fundación Capital), Ignacio Chojo Ortiz (Grupo Bapro) y José Luis Espert (Espert & Asociados) analizaron la situación fiscal del país.
Una situación precaria
A pesar de las diferencias de criterio, los especialistas consultados coinciden en señalar que el actual escenario fiscal no será permanente. De hecho, según Carlos Pérez, director de la Fundación Capital, «la abundancia fiscal, sostenida principalmente por impuestos distorsivos, como las retenciones a las exportaciones y el tributo al cheque, y con algunas partidas del gasto público reprimidas, es precaria».
Sin embargo, desde su óptica, la solvencia fiscal refleja el éxito de una «política fiscal prudente» del ministro de Economía Rodolfo Lavagna. «El Gobierno supo capitalizar la indexación de la recaudación de impuestos, aunque sin indexar de igual manera el gasto público. Esto es lo que le permitió obtener el superávit primario fiscal. Lo cierto es que la presente situación es mejor que la de las dos décadas pasadas», afirma Pérez.
A juicio del consultor José Luis Espert, la discusión acerca del superávit es «ficticia». Como contrapartida, propone la elaboración de un «programa económico sólido». «El Gobierno ya anunció paquetes de reducción de impuestos y aumento del gasto que, como mínimo, van a insumir los cuatro puntos de superávit que teníamos a principios de año. El debate pierde sentido porque ya se están gastando el excedente», precisa.
«El incremento de las jubilaciones y salarios del sector público demandarán $1.300 millones anuales, la rebaja del impuesto al cheque tendrá un costo fiscal de $ 700 millones, el paquete de promoción industrial insumirá unos $1.500 millones y, por último, la importación de energía a precio internacional tuvo un costo de $1.500 millones. De esta manera superamos un punto del PBI, que representa casi $4.300 millones», ejemplifica Espert.
«En síntesis: la discusión acerca de qué podríamos hacer con el excedente ya es una cuestión pasada, porque el dinero ya se gastó. En cambio, el debate posible es el siguiente: qué habría que hacer si se repite este superávit, por encima de los tres puntos del PBI», analiza el economista.
Por su parte, Ignacio Chojo Ortiz afirma que, en el marco de la historia económica de la Argentina, alcanzar una recaudación cercana a 3% del PBI es una cifra optimista y elevada. «Es una cifra factible, que no implica resignar metas de crecimiento económico y, al mismo tiempo, tampoco impide llevar adelante políticas de carácter social», sostiene.
«Bajo una cierta hipótesis de crecimiento, el Gobierno tiene libertad de acción sobre el excedente —agrega—. Pero este contexto de superávit no será eterno. El incremento tributario permanente no está garantizado, y tampoco es cierto que se podrá mantener el bajo gasto público que, en términos nominales, hay actualmente».
«Este momento sumamente positivo, de fuerte expansión económica y aumento de la recaudación tributaria, con salarios congelados y sin pago de la deuda externa, no se va a sostener perpetuamente», concluye el directivo del Grupo Bapro.
Rebaja de impuestos
A pesar de las opiniones cruzadas, lo cierto es que el excedente fiscal despertó el debate. De acuerdo a José Luis Espert, es aconsejable eliminar con un cronograma los impuestos distorsivos, como el tributo al cheque y las retenciones a las exportaciones, que suman $ 17.000 millones.
«Si la Argentina quiere obtener un superávit de 3 puntos del PBI y cerrar un acuerdo con los acreedores, es preciso armar un programa económico coherente. De lo contrario, en el exterior se van a tomar todos los reaseguros posibles para exigir al Gobiernoel tener cada vez un mayor superávit», observa.
¿Por qué el eje es la reducción de impuestos? Según Espert, «es necesario contar con una estructura impositiva neutral, que afecte en la menor medida posible las decisiones de inversión del sector privado. También se debería bajar a la mitad el IVA y el Impuesto a las Ganancias, una medida que se podría concretar reduciendo o eliminando la coparticipación».
«Es vital ser muy agresivo en la rebaja de impuestos —continúa—. La Argentina puede llegar a tener un problema de desaceleración en el crecimiento en un año o dos si no reduce tributos».
Es que para el consultor, «la presión impositiva en la Argentina formal es salvaje y provoca que más de la mitad de la economía opere en negro». «Así como durante la década del 90 el issue de política económica consistía en no aumentar el gasto
público para mantener el régimen de convertibilidad, actualmente el issue es bajar impuestos y no aumentar más el gasto. La presión impositiva tiene tres consecuencias principales: ineficiencia productiva, menores tasas de inversión que las que se tendrían si la economía fuera más blanca y exclusión social».
Una visión diferente tiene Ignacio Chojo Ortiz, para quien la proporción del superávit que se destine al pago de la deuda externa debe evaluarse teniendo en cuenta tres elementos internos: el estímulo a la producción y la inversión; la situación social y la necesidad de mejorar la eficiencia de la administración estatal. «El equilibrio de estos tres factores es esencial», enfatiza.
Desde su perspectiva, también sería aconsejable reducir el impuesto al cheque. «Impide que la gente se bancarice, lo cual también obstaculiza el blanqueo impositivo», opina.
Sin embargo, a diferencia de Espert, Chojo Ortiz considera que en el corto plazo no es necesario eliminar las retenciones a las exportaciones. «Como el tipo de cambio es elevado en términos reales y hay altos precios internacionales para nuestros productos de exportación, la tasa de utilidades del sector agroexportadores muy elevada —explica—. Y como la canasta de alimentos está integrada por productos de exportación, se encarece el consumo interno».
«Por lo tanto, las retenciones, actualmente, tienen una doble ventaja: sirven para desligar el precio interno de la canasta alimentaria del de exportación y, al mismo tiempo, no impiden que los exportadores obtengan utilidades significativas», finaliza.
Prevención
Ante la coyuntura de abundancia fiscal, la Fundación Capital propone conformar un fondo anticíclico fiscal (FAF). Según Carlos Pérez, director de la entidad, es preciso adoptar una «solución intermedia». «Las posturas extremas son peligrosas: el enfoque heterodoxo puede provocar un estallido del mercado, mientras que las posiciones híper ortodoxas podrían provocar problemas sociales. Lo que está claro es que la Argentina atraviesa una emergencia doble: económica y social».
El instrumento, que estaría conformado por el dinero excedente —de acuerdo a Pérez—, tiene varios beneficios: «Eleva la capacidad de repago de la deuda externa y aumenta la capacidad de repago de la deuda social. Además, tiende a estabilizar el tipo de cambio y la evolución del ciclo económico», resume.
El esquema del FAF toma como supuesto el mantenimiento de la relación entre la recaudación y el PBI. «Esto es difícil, porque hay que hacer muchas reformas fiscales, pero es factible de cumplir», aclara el economista.
El FAF funcionaría de esta manera: «Si la recaudación se va a mantener como porcentaje del PBI, la recaudación anual nominal —a lo largo del tiempo— debe ajustarse por la tasa de crecimiento real de la economía y por la inflación anual de la economía. Por otro lado, el gasto público nominal, para que sea constante en términos per cápita y reales, se debería ajustar por la inflación y por el crecimiento poblacional».
Las estimaciones de los técnicos de la Fundación Capital entonces son las siguientes: «En la medida que en la economía sea mayor que el crecimiento de la población, el incremento de la recaudación será superior al aumento del gasto. Así se va generando un excedente en el superávit primario fiscal. De esta forma nos aseguramos que, a lo largo del tiempo, habrá un excedente respecto a los 3 puntos del PBI comprometidos y se podrá ir acumulando el fondo anticíclico», apunta Pérez.
Sin embargo, la entidad advierte que, para llevar adelante la constitución del FAF, es preciso saber si la abundancia fiscal es sostenible. «Al respecto, el cómo se reestructura la deuda pública no es un tema menor para tratar de que la abundancia fiscal no se transforme en déficit fiscal a futuro», indica Pérez.
Fondo: a favor y en contra
El economista Chojo Ortiz coincide con la idea de implementar un fondo anticíclico fiscal. «Sería prudente destinar parte del excedente a una herramienta de este tipo, como una contingencia que prevea que la actual situación no se va a mantener. Y en la medida que ese fondo también se destine a la compra de divisas, es una vía para sostener el tipo de cambio», explica el ejecutivo.
Por su lado, José Luis Espert considera que el FAF no constituye una solución. «Este fondo se asemeja a los 4 puntos del PBI que pide el Fondo Monetario porque el país no es confiable. De igual manera, el FAF es una manera de ahorrar previendo que se va a presentar una situación económica adversa. Es reconocer que no estamos haciendo las cosas bien».
«Por el contrario —propone el consultor—, debemos diseñar un plan económico coherente. El problema es que cada vez hay menos tiempo para hacerlo, porque la situación mundial está empeorando: el precio de la soja cayó, la tasa de interés está
subiendo y en los últimos dos meses se produjo un ajuste muy fuerte en los mercados. En cualquier momento se pedirá que el país destine un mayor superávit al pago de la deuda y resultará difícil zafar. Con el actual programa, la Argentina no cierra ni
con los acreedores ni con el Fondo».