La Economía en el Cuarto Oscuro

Las transiciones presidenciales de los últimos 20 años encontraron escenarios económicos complicados y esta vez se suma una crisis institucional.

Por quinta vez desde que volvió la democracia se elige presidente en la Argentina y, como cada domingo electoral de estas dos últimas décadas, el escenario económico que espera al nuevo mandatario es difícil.

Para reconocer las diferencias y similitudes con la economía de hoy, LA NACION repasó los números que encontró cada ministro de Economía en 1983, 1989, 1995 y 1999, y también los indicadores que quedan hoy, en 2003, para la nueva administración.
Antes de empezar la recorrida, se detalla un dato común que recorre las dos décadas: “En épocas de elecciones, aparece cierta tendencia al empeoramiento del resultado fiscal. Los niveles de déficit generalmente se profundizaron en los dos años previos a las elecciones, recuperándose en el primer año del gobierno sucesivo”, apunta Luciana Díaz Frers, economista del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec).

1983: la democracia

El 30 de octubre de 1983 las urnas salieron de su letargo tras el gobierno militar. En los actos y debates preelectorales, el tema económico pasó a segundo plano en la campaña electoral, en un país sensibilizado por las revelaciones sobre las violaciones a los derechos humanos y ajeno por completo a los datos económicos.

“Lo mejor de esta transición fue la recuperación de la democracia, ya que en materia económica se iba a iniciar la primera de dos décadas perdidas”, dice José Luis Espert, economista de la consultora Espert & Asociados. Ese año, los números de la inflación eran de entre 17 y 18% mensual y en un año había acumulado un 434 por ciento. También había un 27,7% de la población con sus necesidades básicas insatisfechas y la tasa de interés era muy elevada: el call money a 7 días cotizaba a 290 por ciento.

“Ya empezaba a vislumbrarse el problema fiscal que acompañó a todos los gobiernos de los últimos 20 años -explica Nadin Argañaraz, presidente del Ieral de la Fundación Mediterránea-, en el país hay incentivos perversos en materia fiscal para recaudar poco y gastar mucho.”

Lo cierto es que la economía estaba desequilibrada y las mala utilización de herramientas de política fiscal, monetaria y de deuda comenzaban a hacerse notar.

Para Marcos Buscaglia, profesor de economía y finanzas del IAE de la Universidad Austral, “Raúl Alfonsín recibe el país con la tasa de inflación bastante alta, el país venía de una devaluación y deuda significativas (US$ 25.440 millones). La industria estaba en problemas y también el salario había caído mucho”.

El índice de empleo, que llegaba al 4,7% de la población económicamente activa, no era un drama todavía. “En la década del 80 hubo dos problemas, el primero fue el deterioro de la calidad del empleo ya que el empleo en negro creció diez puntos en diez años y también hubo una caída pronunciada del salario real”, recuerda Ernesto Kritz, de Sel Consultores. “La herencia que luego recibió Menem no era mala en términos de ocupación pero sí lo era en término de ingresos”.

1989: la hiperinflación

El 14 de mayo de 1989 se votó otra vez mientras la economía se debatía entre los coletazos de la hiperinflación, que alcanzó en el año un astronómico crecimiento de 4924 por ciento. En la campaña, los candidatos hablaban de ajustar y de reducir los gastos del Estado con un lápiz rojo.

La pobreza había aumentado hasta llegar al 47,3% y las tasas de interés eran altas, de 119,52% en call money a 7 días.
“Además de la híper, había una enorme distorsión de precios relativos y recesión, lo que se suma a la mayor tasa de desempleo de la década hasta ese momento, lo que constituyó un cóctel muy difícil”, explica Nadin Argañaraz. “Pero la bomba había dejado de ser una amenaza y ya había explotado, con eso se encontró Carlos Menem”.

La tasa de desempleo subió y constituyó un récord para el país, alcanzando papertyper.net un 7,6% que hoy parece muy bajo. “Hubo un importante deterioro del trabajo y de la productividad”, recuerda Ernesto Kritz.

Esta transición fue sustancialmente peor que la anterior porque se había instalado en la gente el temor a la inflación y ese recuerdo difícilmente abandone la memoria de los argentinos.
“Aumentó la pobreza, se dolarizó la economía y aumentó la fuga de divisas al exterior, el nuevo presidente recibió un país en llamas y la inflación le dio tiempo libre de presiones para que hiciera reformas para solucionarla, por eso pasaron las leyes de emergencia económica y reforma del Estado”, apunta Marcos Buscaglia, del IAE.

“Lo peor de esta transición fue el inicio del proceso hiperinflacionario y además la violencia y el descontrol social latentes”, dice José Luis Espert.

1995: el desempleo

El domingo 14 de mayo de 1995 se supo que Carlos Menem se había ganado en las urnas cuatro años más de gobierno.

Algunos indicadores habían mejorado con respecto a la transición anterior, como la indigencia, que había bajado de 16,5% en 1989 a 16,5% y la pobreza, que pasó de 47,3 a 24,8 por ciento. También, convertibilidad mediante, se había controlado la inflación, que fue de 1,6% ese año.

La contraparte fue el déficit comercial generado por el abaratamiento de los bienes importados a causa de la apertura comercial (US$ 4659 millones en 1993 y 1994), que sumado a los intereses de la deuda comenzó a demandar cuantiosos pagos al exterior. La deuda externa había trepado a US$ 87.091 millones.

Dos elementos externos influían en la economía local, por un lado el efecto tequila mexicano, que golpeaba la credibilidad de los mercados emergentes, entre ellos la Argentina. Y por el otro el aumento internacional de los commodities, que favoreció las exportaciones del país y lo ayudó a superar los efectos del tequila.

“El precio de los commodities agrícolas fue central para la rápida recuperación y a partir de ahí las exportaciones argentinas pegaron un salto cualitativo”, dice Espert. “Pero los niveles de pobreza y desempleo estaban rampantes.”

La desocupación se había convertido en un problema grave. En mayo de 1995 llegó al 17,5% de la población económicamente activa.

“Era serio, durante el tequila hubo una destrucción importante del empleo, una caída moderada de los salarios reales y también bajó la calidad del empleo”, explica Ernesto Kritz.

“La situación era bastante mejor que en la transición anterior pero en ese momento empezó a ser preocupante el crecimiento del gasto público”, apunta Marcos Buscaglia.

1999: deuda y recesión

Tras la elección del 24 de octubre de 1999, Fernando de la Rúa inició su mandato con un fuerte desequilibrio en las cuentas del Estado.

“Había reservas internacionales, el sistema financiero parecía sólido pero la situación fiscal era difícil”, dice Buscaglia.

La deuda externa alcanzaba los 121.877 millones de dólares y el déficit fiscal variaba entre 4 mil y 10 mil millones de dólares, según quién hiciera las cuentas.

En ese cambio de gobierno, la recesión económica llevaba más de un año y los índices de desocupación y pobreza estaban en el orden del 14,2% el primero y del 26,7% el segundo.

“En el frente externo, Brasil empieza a tener complicaciones y nos jugaba en contra y en materia de políticas, así como en los 80 se había liquidado la opción monetaria con la emisión descontrolada, en los 90 se empezó a destruir la posibilidad de endeudamiento”, resume Argañaraz.

En esta ocasión hubo una transición con baja de precios, la inflación era negativa y llegaba a 1,8 por ciento.

2003: después del default

“Hace falta un programa fiscal para empezar a aplicarlo el 26 de mayo mismo”, dice el presidente del Ieral, resumiendo en este enunciado la prioridad que deberá tener el ministro de Economía del nuevo gobierno. “La situación es dramática, para hacer algo tan poco pretencioso como volver a los niveles de pobreza de 2001 tenemos que crecer al 5% anual por nueve años”, explica.

“A pesar de lo que diga Roberto Lavagna, es de un gran cinismo decir que no hay incendios por apagar”, sostiene Buscaglia.

Y explica que “la situación social está muy complicada, la deuda aumentó por encima de 20.000 millones de dólares, cifra enorme en un producto bruto interno que ahora es de apenas 100.000 millones de dólares. Y los índices de pobreza e indigencia son importantes. Aunque no hay que subestimar el hecho de que no haya estallidos sociales, a estos problemas hay que resolverlos”.

La devaluación de enero del año último produjo un aumento de la pobreza, que alcanza al 54,3% de la población, y se mantiene el índice de desempleo en el 22,3%, aunque si se consideran los subsidios del plan Jefas y Jefes de Hogar la cifra baja al 17,8 por ciento.

“La masa de ingresos del trabajo en términos reales cayó 30% durante 2002 y visto en perspectiva, en los últimos 20 años esta transición es la más seria en el punto de vista del mercado del trabajo”, asegura Kritz.

“Mirando hacia adelante, si se quiere lograr crecimiento y recuperar los años perdidos, hay que parir a la Argentina de nuevo e ir a un auténtico capitalismo competitivo”, dice José Luis Espert.

La deuda pública argentina es de 129.794 millones de dólares. Y al próximo gobierno le queda sobre la mesa la agenda de reuniones con acreedores para la ardua tarea de refinanciarla.

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José Luis Espert

Doctor en Economía

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