Duhalde es artífice de la peor crisis de la historia argentina. Fogoneó el default, pesificó y devaluó sin plan alguno. Sin embargo, si sigue "sentado" sobre los salarios públicos, deja de hacer populismo con el gasto social y no emite mucho por el corralito y el corralón, puede evitar la hiperinflación.
Hablar del Presidente Duhalde y su capacidad de gestión en materia macroeconómica, es hablar de una persona que más que un currículum tiene un prontuario. Fundió la provincia más grande y rica del país con la excusa de haberle dado salarios dignos a los maestros bonaerenses que hoy cobran en una moneda "trucha" como el Patacón. Destrozó al Banco de la Provincia de Buenos Aires con créditos "dibujados" o incobrables y luego le transfirió el "muerto" a los pobres pagadores de impuestos bonaerenses cuando el gobierno provincial le colocó un bono de u$s 1.200 al BAPRO para "capitalizarlo".
Durante 1999, en plena campaña presidencial que terminó con De la Rúa como presidente de nosotros los sufridos argentinos, Duhalde vociferaba contra el FMI y el pago de la deuda haciendo subir el riesgo país a niveles desconocidos hasta ese momento. Dos años más tarde, a mediados de 2001, durante la campaña electoral para la renovación del Congreso, formó parte de la horda de personajes que pedían "palo y palo" contra los bancos por la fuga de capitales, olvidándose que en ellos también había depositantes que iban a sufrir un default del Estado.
También era de los que querían ir de punta contra las AFJP con el falaz argumento del déficit fiscal que había provocado la privatización del sistema previsional, perdiendo de vista que la estafa del default iba a "matar" los ingresos de los futuros jubilados. Incluso, hoy mismo fogonea o tolera las poco civilizadas iniciativas previsionales de la Ministro de Trabajo Graciela Camaño que pretende hacernos volver a la edad de piedra en la seguridad social cuando propone, por ejemplo, la posibilidad de que la gente opte por volver a reparto cuando lo que habría que hacer, pensando en una Argentina seria hacia delante, sería eliminar de plano el sistema estatal de jubilaciones.
Duhalde siempre quiso tener a un hombre de empresas como Ministro de Economía y si bien tuvo el buen tino de no hacerlo cuando llegó a la Presidencia, cometió el horror de reeditar a nivel nacional el Ministerio de la Producción (provincial) para un empresario bien corporativo y prebendario como José Ignacio De Mendiguren, uno de los padres (de ninguna manera el único) de la pesificación, la estafa más grande que los contratos privados hayan sufrido en la historia argentina. Además, como senador, fue uno de los tantos que aplaudió el default de la deuda anunciado a lo "macho" por Rodríguez Saá cuando el caudillo de San Luis estrenaba su cargo de Presidente ante el Congreso. Todo esto sin tomar en cuenta frases célebres como que "estamos condenados al éxito" cuando en realidad estamos en la peor crisis de la historia por culpa de él y de personajes que deberían desaparecer de la vida política argentina como Menem, Cavallo, de La Rúa, Alfonsín y tantos otros.
A partir de todo lo anterior muchos piensan que vamos "de cabeza" a la hiperinflación. Sin duda que podemos ir, pero hoy no es algo inexorable. Se puede evitar. Es cierto que estamos fuera del planeta tierra debido al default del cual Duhalde es artífice (aunque el papel central lo tiene el "outsider" de la política de Rodríguez Saá) y también es verdad que la situación social tiende a ser explosiva, pero ir a la hiperinflación es una cosa totalmente diferente. En general, los que dicen que inexorablemente vamos a la híper son los que hoy proponen la dolarización como remedio mágico para todos nuestros males. A su vez son los mismos que jamás vieron alguna inconsistencia de política económica en la última década dentro de la convertibilidad y consideran que los que defaultearon y devaluaron son descerebrados que llegaron a la "Suizo-Argentina" y por placer destruyeron todo lo que encontraron sano a su paso.
No es, ni fue así. Después de la política fiscal más irresponsable de la historia (por más que los menemistas se esfuercen en "dibujar" lo contrario, la deuda externa pública explotó desde 1991 y el atraso cambiario de Martínez de Hoz quedó "enano" al lado del de la convertibilidad), era inexorable tanto el default como la devaluación. Sí es cierto que un default "civilizado" obligaba a sentarse con el acreedor con vergüenza y pedirle que nos refinanciara con quitas de capital la deuda de la cual vivimos una década entera y más aún cuando los acreedores del Estado también eran (en última instancia) los depositantes de plazos finos de los bancos. Finalmente, la pesificación no tuvo nada que ver con la devaluación y fue una estafa grosera e innecesaria.
La hiperinflación es un fenómeno monetario para lo cual hay que ver la demanda y la oferta de dinero. Hasta ahora la demanda de dinero ha dado muestras de una estabilidad que sorprende, más aún luego de una devaluación nominal del peso de más de 70%. El circulante del público está hoy en 3,5% del PIB, 1% del PIB menos que en julio de 1999, máximo de la serie de una década de convertibilidad. Incluso, la caída del 22% en términos reales se produjo antes del "corralito" de diciembre de 2001. O sea, sorprendentemente no hemos tenido una caída de la demanda real de dinero en lo que va del año. Sin duda que la cantidad de restricciones de "picapiedras" que se han impuesto desde fines de 2001 hasta ahora para retirar efectivo, más la probabilidad de una estafa en masa a los depositantes, haya ayudado a mantener alta la demanda de circulante por parte de la gente. Pero de todas maneras no deja de sorprender (por el buen resultado que es) que hoy la cantidad de saldos monetarios reales que la gente quiere tener sea igual que el del promedio de la "joyita" de la convertibilidad de 3,5% del PIB.
En cuanto a la oferta, el crédito interno neto del BCRA para los bancos en lo que va del año fue de $10.000 millones. El fisco federal por su parte recibió poca plata del BCRA dado que no está pagando la deuda que hoy ya tiene un devengamiento de intereses de 8% del PIB (debido a lo cual estamos fuera del planeta) y por el lado del resultado primario, en el margen, está con un ligero superávit merced a un impuestazo gran parte no coparticipado de 2,5% del PIB que más que compensa la suba de gasto social, el efecto Olivera-Tanzi y la caída en la recaudación por caída de la actividad económica. Las provincias "apuntan" a un déficit primario de 2% del PIB (tampoco pagan la deuda) financiado con no el "no pago" a proveedores y bonos truchos cuya cotización no se destroza hasta ahora y no generan un problema grave de "Ley de Gresham" (como era de esperar) porque el gobierno central al aceptarlos para el pago de impuestos los está rescatando luego de que las Provincias los emiten. El problema hacia adelante aquí es ¿qué gasto primario se bajará si le rueda de emisiones de bonos provinciales es creciente y el gobierno federal continúa permitiendo que con ellos se paguen impuestos nacionales?
Sorprende hasta ahora que un peronista bien rancio como Duhalde no aumentara los salarios públicos como en los ´70 y ´80 después de un aumento del dólar de 270%. El miedo a la hiperinflación ha tenido, hasta ahora, un efecto "miedo" bien grande. Obviamente que la duda es si Duhalde seguirá "sentado" sobre el gasto primario "no social" y sobre el gasto primario social marginal (más alto que el del primer semestre). Si lo hace, todo el problema monetario de muy corto plazo queda concentrado en el sistema bancario (el de mediano incluye la renegociación de la deuda pública) y aquí el tema central son los amparos. Por eso el FMI cuando habla de la necesidad de fijar un "ancla nominal" se concentra en el problema bancario.
Duhalde no tiene espíritu para hacer grandes cosas, pero puede evitar que estalle en el país la tercera bomba atómica (la híper) luego que fue protagonista de las dos anteriores (default y devaluación) ¿Seguirá teniendo sentido de supervivencia?