El jueves 1 de noviembre se anunció algo más grave que el default de la deuda. Desde ese día daría la sensación que el país hará un paseo por el “tren del terror” de la indisciplina fiscal, la emisión monetaria, el cierre de la economía y el intervencionismo estatal que nos llevará a una crisis en la que algunas del pasado parecerán un verdadero “Spa” o a una economía más parecida a la de la edad de piedra que a una a la altura del primer mundo.
Si se lo juzgara a Cavallo a la luz de su actividad como policy maker en los últimos 20 años se llega a la conclusión de que para él las deudas no se pagan. El problema es que desconocer la realidad siempre nos lleva a problemas, porque las deudas se pagan o por las buenas o por las malas. Por las buenas es ahorrar para los períodos en los cuales vence la deuda y por las malas es como históricamente Cavallo ha reaccionado: licuando, confiscando o defaulteando como ahora en el medio de grandes caos económicos.
En 1982 cuando era presidente del BCRA y ya se había convertido en una pesadilla peor que la de Freddy Krueger para todo gerente financiero de bancos por la tonelada de circulares que emitía todos los días, con tasas de interés controladas emitió moneda a lo loco dejando flotar el tipo de cambio. La consecuencia fue obvia. Un fogonazo inflacionario impresionante que licuó deudas empresarias y también los depósitos de los indefensos ahorristas. En 1989 fue el ideólogo del Plan BONEX, una de las estafas más groseras que se hayan cometido contra los depositantes en el prontuario macroeconómico que es la Argentina. Cuando llegó al Ministerio de Economía en 1991, reconoce la deuda con los bancos acreedores pero la patea para adelante con el Plan Brady. Reconoce luego con los Bocones deudas con jubilados y proveedores del Estado de décadas pero también las patea bien lejos del horizonte de ese momento.
Sistema Previsional
Después privatiza el sistema previsional generando un costo fiscal para el Estado de más de $4.200 millones por año sin tomar previamente ningún resguardo fiscal. Luego baja los aportes patronales con un costo fiscal de más de $3.400 millones por año y nuevamente no tomó ningún resguardo fiscal. Para coronar el “festival de bonos” se gastó durante su primera gestión como ministro de economía $35.000 millones de recaudación haciendo explotar más todavía el déficit fiscal y el endeudamiento público. Cuando teníamos que empezar a pagar las deudas acumuladas durante la convertibilidad porque ya desde afuera no nos prestaban más, la pateamos para adelante con el Megacanje a una tasa de interés que como mínimo fue 5 veces más alta que el potencial de crecimiento económico de Argentina (siendo realistas y no voluntaristas). Finalmente y como no podía ser de otra manera, “volcamos” y se vino el default.
Consecuencia
Sí, los anuncios del jueves 1 de noviembre explicitaron algo que constituye una consecuencia lógica de la irresponsable política fiscal seguida por Cavallo entre 1991-1996 y la cadena de pavadas de política económica que hizo desde marzo hasta aquí (planes de competitividad, hechar al presidente del Banco Central, financiarse con reservas excedentes, poner bonos truchos de un gobierno que defaultea su deuda como respaldo de los depósitos de la gente, convertibilidad ampliada, factor de empalme) que es que la deuda pública, en las condiciones originalmente contratada, es impagable. Probablemente también lo sea la nueva.
Los anuncios del jueves 1 de noviembre no constituyen una estatización de deudas privadas + un programa serio para pagar la deuda post-default sino un jubileo. Los que fundieron empresas, a pesar de haberse financiado con la DGI, reciben una condonación de sus deudas impositivas (a través del mecanismo de capitalización) o un plan de pagos hípergeneroso. Los que no pagaron los impuestos a la seguridad social quedan exentos de multas. Los que negrearon en el pasado ahora pueden ingresar los fondos al país y capitalizar sus empresas sin pagar impuestos. Los que tienen iniciadas acciones penales por no pagar impuestos, si no existiera requerimiento fiscal de elevación a juicio, tienen su plan de regularización impositiva.
Por el lado del gobierno, se defaultea la vieja deuda armándose una ingeniería financiera especial que genera una gran pérdida contable a los bancos y AFJP para obligarlos a que le den al Estado los nuevos préstamos “garantizados” (Don Corleone quedó como un “pan de Dios” al lado de Cavallo) y el plan para pagar la deuda post-default tiene un desfinancimiento de por lo menos $4.000 millones en el 2002. Planes de competitividad con un costo fiscal de $750 millones, baja de impuestos al trabajo por $1.000 millones, plan hídrico por $500 millones, baja de aportes a las AFJP por $2.300 millones y ahorros por planes sociales por $550 millones. O sea, que si Cavallo lograra antes de fin de año refinanciar los más de $90.000 millones de bonos y se ahorrara los $4.000 millones de intereses que está pensando, la situación fiscal no sería demasiado distinta a la de hoy que es la que nos llevó a la cesación de pagos. Incluso, las contribuciones patronales a cuenta de IVA que regirían desde 2003 tienen un costo fiscal anual de $5.000 millones a los que habría que sumarles $380 millones por la eliminación del impuesto a los intereses de las empresas.
En definitiva, fiesta para todos los insolventes y desprecio por la parte financiera porque a los bancos se les evapora la ganancia con el canje, bien al estilo Cavallo. El que pagó impuestos como loco y se fundió, alpiste y el que le prestó al Estado también.
Pero hay otra cosa mucho más preocupante que el plan anunciado el jueves 1 de noviembre y que es la cuestión ideológica que ya venía insinuándose desde antes del 14 de octubre y que el jueves 1 tomó mucho más cuerpo todavía: la sensación de que las ideas de la insensatez han ganado mucho terreno. Argentina hace 70 años que está enferma de un capitalismo prebendario, corporativo, populista y demagógico cuya única preocupación es redistribuir ingresos desde algún ganador del modelo de política económica de turno hacia los perdedores. Ahora los supuestos ganadores del modelo son bancos y AFJP, entonces hay que ir contra ellos todo lo que se pueda.
Los perdedores son los que forman la “patria productiva”, entonces redistribuyamos desde la “patria financiera” hacia la “patria productiva”.
Bien Común
Esto no es serio. En ningún país del primer mundo la política económica se hace para “sonar” a unos en beneficio de otros y menos se invoca desde el gobierno la buena onda para que todo salga bien. En los países serios las cosas se hacen bien y la política económica se instrumenta pensando en el bien común y la persecución del bien común hoy no tiene nada que ver con las ideas para el largo plazo que se vienen anunciando desde los días previos al 14 de octubre y que el jueves 1 tomaron más cuerpo todavía. Primero, el propio Presidente ha dicho que el Estado se pondrá al frente de la reactivación económica. Yo le pregunto al Presidente ¿le parece que hemos tenido poco Estado en la última década? Por si nadie de sus colaboradores se lo ha explicado, el gasto público sin intereses, dentro de un régimen supuestamente duro como la convertibilidad, creció $40.000 millones, atrasó el tipo de cambio como nunca en la historia, fundiendo a medio país a pesar de que tenemos una apertura “trucha” como el Mercosur.
Surrealismo
Segundo, la disciplina fiscal ya quedó en la historia. Por un lado, nunca, desde que se anunció la política de déficit cero hemos tenido déficit cero, sí tuvimos el “no pago”. Ahora, sin sonrojarse el gobierno anuncia bajas de impuestos y subas de gasto primario con el default de la deuda y el crecimiento económico que el default traería como fuentes de financiamiento. Directamente surrealista. Además, hemos vuelta a la emisión de dinero con los bonos “truchos” que cada Provincia emite. O sea, la vieja indisciplina fiscal financiada con emisión monetaria de nuevo.
Finalmente, los industriales dicen que no quieren la devaluación pero piden cierre de la economía, más aranceles para importar, derechos específicos, salvaguardias, compensación por el daño generado por Brasil y toda la parafernalia de instrumentos para profundizar el modelo de capitalismo corporativo de los últimos 70 años que ya demostró que está muerto por lo menos en dos oportunidades. Una fue con la hiperinflación y la otra es ahora con el default de la Deuda Pública.
Lo que realmente necesita el país es tener capitalismo en serio que le sirva a la gente y no este “trucho”, corrupto, prebendario, demagógico y populista que nos está matando y nos matará de nuevo si lo profundizamos como todo parece sugerirlo el consenso. El capitalismo competitivo requiere de verdadera disciplina fiscal, apertura total de la economía, un tipo de cambio realista, reglas iguales para todos y un Estado que se dedique a sus funciones esenciales como salud, educación básica, seguridad, justicia y defensa exterior.
Nota Original: ÁMBITO FINANCIERO | 09/11/2001