Las ideas económicas que triunfaron en las elecciones constituyen un verdadero “tren del terror”: reprogramar la deuda para hacer un “jubileo”, ir de punta contra las AFJP, políticas de redistribución de ingresos, que los ricos paguen más impuestos (como si no hubieran pagado), cerrar la economía, etc. El tren que chocaría contra ellas es que para hacer déficit cero en el cuarto trimestre la baja de gasto público tiene que ser de más del triple de la que ya se hizo. En el medio, una economía en implosión.
Los “progres” que ganaron el 14 de octubre piensan que sería fantástico no pagar la deuda. En su imaginación (bastante maltrecha por cierto) está la fantasía de que no pagar la deuda permitiría tener disponible recursos para gastarlos domésticamente en el financiamiento de subsidios para los jefes de familia desempleados, luchar contra la pobreza extrema, bajar impuestos y porqué no “quedarse” con algún “vueltito” en pago del servicio que le hacen a la Nación de librarla de “esta moderna forma de dependencia que es la deuda”.
Lo absurdo, ridículo, incoherente e irresponsable de una propuesta de este tipo en parte queda demostrada automáticamente por algunos de sus mentores que hacen gala de tener un prontuario antes que un currículum de ideas económicas. Tomemos solamente dos ejemplares de tan “lúcidas” ideas. Por un lado, está el ex presidente Alfonsín que será recordado bien por su aporte a la consolidación de la democracia que todos los argentinos conquistamos y mal porque nos sumió, junto con las “brillantes” propuestas de Menem en plena campaña electoral, en la peor crisis económica de nuestra historia como fue la hiperinflación del ´89. Por otro, está el ex gobernador Duhalde que fundió a la Provincia más rica del país, Buenos Aires y a su banco estatal el que, para que siguiera vivo le tuvo que transferir el “pufo” que tenía a todos los ciudadanos de la Provincia (como siempre, en esta Argentina corrupta, corporativa, prebendista, demagógica y populista, las ganancias se privatizan y las pérdidas se socializan).
Implicancias
El no pago de la deuda y planteado de esta manera al estilo “jubileo”, implicaría un achicamiento todavía más grande de nuestra restricción presupuestaria porque no sólo tendríamos que bajar el gasto público en $12.000 millones para ir a déficit cero como hoy, sino también tendríamos un problema adicional de stocks por la fuga de capitales que se produciría. De esta manera, combinaríamos una implosión de la actividad económica adicional a la actual por la fuga de capitales con una explosión del valor del dólar porque nos quedaríamos más rápido que corriendo sin reservas en el Banco Central. Así que los “progres” pro jubileo que se hagan los rulos acerca de las virtudes reactivantes del no pago de la deuda.
Siguiendo dentro del marco de la economía normativa, una pavada totalmente diferente a la progresista de las virtudes reactivantes del no pago de la deuda, es la pavada oficialista de Cavallo y su gente acerca de las virtudes reactivantes del pago de la deuda pública a pesar que implique un ajuste en el gasto público sin intereses ya y ahora de 4,5% del PIB ($12.000 millones de déficit nacional pre 10 de julio cuando se anunció la política de déficit cero) sin un sólo peso de crédito voluntario por parte del sector privado. Luego de tres meses supuestamente de déficit cero, las caídas de actividad económica son espectaculares. Así que de reactivación nada. Todo lo contrario. Cavallo, luego de ser el campeón de la reactivación, se está convirtiendo en el campeón de la depresión económica.
Esta absurda idea de las virtudes reactivantes de la ortodoxia viene de los tiempos del primer Ministerio de Economía de Cavallo con Menem. En esa época, Argentina crecía a tasas del 8% porque estaba recibiendo capitales de manera violenta debido a la baja en la tasa de interés en el mundo desarrollado y a la reforma de mercado que nosotros estábamos haciendo. En esa misma época, Cavallo y sus seguidores decían que no tenía sentido hacer superávit fiscal aprovechando la suba espectacular de la recaudación producida por el crecimiento de la economía, porque sino crecían las presiones para gastar más por parte de terceros como las Provincias y/o porque tener superávit fiscal retroalimentaba el ciclo de crecimiento al bajar más todavía el riesgo país. En realidad, estas dos ideas eran para justificar una política fiscal irresponsable como la que Cavallo siempre aplicó mientras tuvo financiamiento.
¿Qué hemos conseguido con tanta discusión superflua y mentirosa?
Hacer una política fiscal bien procíclica y no anticíclica como debería ser: se gastó todo durante el ciclo expansivo y ahora que vino el ciclo contractivo, ayudado por todos los dislates de política económica posibles desde marzo para acá, hay que hacer un ajuste fiscal monstruoso que está provocando una implosión de la economía. Hay que ser ortodoxo porque orotodoxo en materia fiscal es simplemente cuidar el peso que se tiene, pero de ahí a adjudicarle virtudes exageradas como las de generar crecimiento a tasas sostenidas, confianza, etc. de manera caprichosa en función de las conveniencias de corto plazo, hay una gran diferencia.
Ante el corte de financiamiento pre 10 de julio quedaban dos alternativas. No hacer déficit cero, mantener el déficit de 4,5% del PIB con el que veníamos hasta el 10 de julio, flotar el tipo de cambio y emitir. Esto hubiera provocado la hiperinflación otra vez. La otra es la adoptada por el Gobierno, hacer déficit cero bajando todos los gastos excepto los intereses de la deuda. Si se hubiera decidido el 10 de julio, ante el corte de financiamiento y luego de la oportunidad perdida en la última década, no pagar la deuda, seguramente hubiéramos tenido una crisis en ese preciso momento muy similar a la provocada por la primera alternativa de no bajar el déficit, emitir y flotar.
Combinación Explosiva
Entonces, desde el punto de vista normativo es “injuzgable” como buena o mala una política, como la de déficit cero, que nunca fue pensada por los que la lanzaron y que fue ideada sólo como una manera de evitar el “incendio” hoy ¿Puede evitar el incendio mañana? Difícil. Es claro que rechazar el déficit cero cuando se cortó el financiamiento, emitir y flotar o la otra de plantarnos y bajar todos los gastos incluidos los intereses (reprogramando al deuda), nos llevaba al caos. No hicimos ninguna de las dos, pero de todas maneras es muy probable que vayamos a una crisis más adelante, a pesar de que aparentemente hicimos “la mejor”, por la triple y explosiva combinación que se viene de: 1) una economía que ya venía en recesión (dicho sea de paso, es indecente que el Ministerio de Economía diga que la economía creció corregida por estacionalidad en el segundo trimestre del año), 2) recesión que se transforma en implosión económica a partir del “apretón” fiscal del déficit cero y 3) un consenso político post elecciones muy proclive al “jubileo” cuando en realidad hay que cortar gasto público por $3.700 millones entre octubre y diciembre (60% del gasto público sujeto ajuste) en vez de los $1.300 millones del tercer trimestre.
Lo que realmente es “juzgable” desde el punto de vista normativo, es la oportunidad perdida en la última década para dejar de hablar de los problemas fiscales cuando hoy el Estado argentino recauda $40.000 millones más que hace 10 años.
Esto sí que ha sido de terror. Hoy juzgar como buena o mala a la política del déficit cero no tiene sentido porque simplemente será un “puente” que nos lleve a la reprogramación de la deuda principalmente porque Cavallo se gastó todo lo que recaudamos en una década, en particular, entre 1991 y 1996.
Reforma Previsional
Se está generalizando en la clase política la idea de que la desesperante situación fiscal que estamos sufriendo está causada por la privatización del sistema previsional.
Los que sostienen esto o tienen mala fe o son ignorantes. La recaudación de impuestos en la última década creció $40.000 millones (100%), con una recaudación previsional que se duplicó respecto del primer trimestre de 1991 a pesar que el Estado, desde fines de 1994, pierde recursos a manos de las AFJP por cerca de $4.000 millones por año. El verdadero problema es que el gasto público sin intereses también creció $40.000 millones (120%). Por lo tanto, tenemos un fisco con un resultado igual al del primer trimestre de 1991 cuando el país estaba en el medio de un caos y es obvio que ya estamos casi en el medio de un nuevo tipo de caos en el 2001.
Inclusive hoy la recaudación total de impuestos supera a de 1994 en $7.700 millones. Por lo tanto, una primera cosa que debe quedar clara es que la privatización del Sistema de Seguridad no es la causa del déficit fiscal. Más aún, si la recaudación de la Seguridad Social no hubiera caído $4.000 millones desde 1994 ¿qué garantía tendríamos de que no se hubieran evaporado rápidamente en las manos de los políticos si son ellos los que se gastaron los $40.000 millones de mayor recaudación de una década?
Por el principio de la partida doble, la evolución de la deuda pública tiene que ver con el déficit fiscal. Si hay déficit sería de esperar que la deuda pública aumente y si hay superávit que baje. Ha sido el déficit fiscal que hemos tenido el que ha hecho “volar” la deuda pública y no la privatización del sistema previsional. Cuando algunos dicen que el 40% de la deuda pública se explica por las AFJP, lo que hacen es multiplicar los $4.000 millones de pérdida de recaudación entre puntas por 7 (la cantidad de años que lleva el nacimiento de las AFJP en 1994). Usando ese criterio parcial también podría decirse que no son las AFJP las que explican el 40% del aumento de la deuda desde 1994 sino el aumento de salarios provinciales que hubo para las elecciones en 1997 y así se podría hacer con todo aumento del gasto que haya ocurrido desde 1994 hasta ahora (el total creció $14.000 millones hasta 2000).
Pero hay un punto conceptual fundamental aquí que es superior a lo nombrado antes y sobre el cual es necesario machacar. Lo que hizo la reforma previsional fue blanquear (parcialmente) una deuda implícita del sistema estatal. Si bien es cierto que el sistema estatal perdió recaudación desde fines de 1994, también dejó de generar una deuda implícita con los aportantes que se traspasaron al sistema privado.
Nota Original: ÁMBITO FINANCIERO | 16/10/2001