La estrategia de Cavallo de hacer déficit fiscal para crecer y ganar competitividad con el factor de empalme, en el mejor de los casos, agravará la depresión económica y además prende nuevamente la "mecha" de la crisis de la deuda y una devaluación descontrolada en el mediano plazo.
En números redondos, el déficit consolidado de Nación (sin dibujos), Provincias y los pagos con Bonos fue de $15.000 millones en 1999, $13.000 millones en 2000 y en los últimos 8 meses anualizados ya estamos en $17.000 millones, o sea, 6% del PIB. Hemos estado dos veces en los últimos 8 meses al borde la cesación de pagos. Una en noviembre de 2000 de la cual zafamos con el Blindaje y otra en mayo de 2001 de la cual zafamos con el Megacanje a tasas de interés "ruinosas" para el largo plazo que en realidad ya empiezan a doler desde hoy. Por ejemplo, la reciente ampliación de una emisión de Bono Global a un spread de 865 puntos básicos, el doble del riesgo país que necesitamos para un "crecimiento vigoroso". En definitiva, es claro que la situación fiscal está totalmente fuera de control y en un sendero claramente insostenible.
El ajuste fiscal necesario para transformar al fisco en solvente, es de un tamaño gigantesco. Son $15.000 millones que tienen que venir sólo por el lado del gasto público por muchas razones. El problema de competitividad no tolera más impuestazos y la recesión que inducen los paquetazos impositivos hace estéril cualquier intento de aumentar la recaudación por esta vía: solamente mirando los primeros 5 meses de 2001 versus los primeros 5 meses de 2000 la recaudación está $260 millones abajo. La estrategia fiscalista de 4 apretones impositivos (2 de Machinea y 2 de Cavallo) que la economía viene sufriendo desde principios de 2000 (uno cada 4 meses y medio) en un contexto de precios internacionales por el piso y de gran renuencia a los capitales de invertir en Argentina, lo único que ha hecho es "mantener" los déficits fiscales en niveles insostenibles con una economía en depresión económica.
Sin embargo, lo que es necesario y urgente (una baja de gasto público de $15.000 millones), en el corto plazo agravaría la situación recesiva hasta que los mercados vieran que el déficit fiscal se ha reducido a niveles mínimos y que la deuda pública deja de espiralizarse por el pago de intereses con más deuda pública como ocurre hoy. O sea, luego de haberse colocado al fisco en un sendero insostenible, la solución del problema fiscal no es fácil. La "purga" es dolorosa pero esencial para bajar costos internos y despejar un nuevo horizonte de crecimiento basado en las exportaciones.
Entre los cambios impositivos anunciados junto con el "factor de empalme" el pasado viernes 15 de junio que tienen un costo fiscal de $650 millones anuales (suponiendo que no se sobrefacturan exportaciones ni se subfacturan importaciones por el mercado de cambios desdoblado), las bajas de impuestos a través de los planes de competitividad que ya cuestan $1.200 millones anuales y la emisión de deuda pública por $5.000 millones para reconocer los saldos técnicos de IVA al mejor estilo Bocon, queda garantizado un nuevo aumento del déficit fiscal por encima de los suicidas $17.000 millones anuales de partida.
En este contexto de total descontrol fiscal y cerca de la cesación de pagos, Cavallo sustenta sus nuevos anuncios como un intento de mejorar simultáneamente el consumo interno, la competitividad de la economía y el déficit en cuenta corriente. Si lo logra, será largamente merecedor del premio Nobel de Economía por inventar la cuadratura del círculo y descubrir la pólvora por segunda vez en la historia de la humanidad. Veamos por qué su planteo es incoherente técnicamente e irresponsable para con el país.
Con su enfoque casuístico pretende promover simultáneamente el gasto interno de todos los sectores de la economía. Todos los días suma uno nuevo. Hasta el viernes 15 pasado era solamente la inversión. En su paquete más reciente ha incluido a los consumidores, con rebajas de los impuestos personales y desgravaciones de intereses. Un lego en materia macroeconómica podría preguntarse ¿Cómo no se va a reactivar la economía si se promueve a todos los sectores simultáneamente?. Respuesta sensata: ¡El problema es que está jugando a las "sillitas" musicales!. Para que alguien se siente, otro se tiene que quedar parado. Sin posibilidad de financiar mayores déficits fiscales, para ponernos más plata en un bolsillo del pantalón, nos la tiene que sacar del otro. Las dosis crecientes de impuesto a las transacciones en cuenta corriente, el impuesto al gasoil y la restitución de las cargas patronales, son claros ejemplos. Si el impacto fiscal es equilibrado, la reactivación de algunos será la quiebra de otros. ¿Es que no enseñan estas cosas en Harvard? Seguramente que sí, el problema es que de vez en cuando tiene alumnos prodigio con dotes de político que les permiten ver mas allá de las restricciones humanas y de las leyes que gobiernan la física.
¿Qué es entonces lo que puede aumentar el gasto interno? En el corto plazo lo único que lo puede lograr, globalmente, es un aumento de los fondos provenientes del exterior. Durante una gran parte de la Convertibilidad los ingresos de capitales externos excedieron largamente los pagos de intereses, dividendos y regalías. En términos netos hubo un excedente enorme para alimentar la demanda interna. En 1997 ese excedente fue positivo en 4,7% del PBI, descendió a 4,4% del PIB en 1998 a 2,7% del PIB en 1999, a 0,3% del PIB en 2000 y en el 2001 "pinta" para negativa en 2,9% del PIB.
O sea que este año estamos pagando al exterior (por intereses, dividendos y regalías) $6.400 millones más de lo que del exterior entra a Argentina (por préstamos e inversión directa) y de ahí que estemos por tercer año consecutivo en recesión. Mientras esta tendencia no se revierta, es imposible esperar una reactivación de la demanda interna, por más programas sectoriales que hagamos.
¿Se arregla el problema de competitividad con un "empalme" que implica en el mejor de los casos una devaluación del 7%? Hoy la Argentina es más cara en dólares que nunca en su historia, superando ya el momento de peor atraso cambiario de Martínez de Hoz de enero de 1981, los precios de nuestros commodities están en los mínimos niveles históricos, tenemos los peores indicadores externos del mundo emergente y el desempleo más alto de nuestra historia. El problema competitivo no es del 20% como dice Cavallo sino por lo menos 4 veces 20%.
El problema más reciente del Euro vino a acumularse por encima de los efectos de la devaluación de Brasil y del gran atraso cambiario del período 91/94 generado por su irresponsable política fiscal cuando se aumentó espectacularmente el gasto publico financiado con ingresos de capitales del exterior. El "empalme" es una gota en el mar frente al problema de competitividad que tenemos. Pero además de no solucionar el problema competitivo, el "creativo" empalme tuvo el enorme costo de aumentar las posibilidades de una devaluación futura, lo que actuará perversamente sobre los ingresos de capitales del exterior además de "tirarnos" en contra a todos nuestros socios comerciales del Mercosur (que cuanto antes desaparezca, mejor, para así poder abrir la economía en serio).
La única manera de conciliar equilibrio en cuenta corriente (hoy tenemos un déficit de más de 3% del PIB en el medio de una depresión económica) con crecimiento de la demanda interna es en un proceso de crecimiento liderado por las exportaciones. Pero para que las exportaciones crezcan significativamente es necesario ser competitivos, lo cual está muy lejos de arreglarse con un empalme del 7%. Hay entonces una inconsistencia insoslayable entre fortalecer el mercado interno y corregir el problema de competitividad de la economía Argentina. Para recuperar la economía en el corto plazo a través el mercado interno, es necesario revertir el proceso de salida de capitales, agrandar el déficit en cuenta corriente, lo cual significa mantener o agrandar el atraso cambiario. Huelga decir que aún cuando fuera posible atraer capitales en el corto plazo, sería reincidir en una estrategia insostenible basada en el endeudamiento externo que ha fracasado de manera rotunda a la luz de cómo estamos.
En definitiva. La solución simultánea del problema fiscal y competitivo necesitan de ajuste fiscal basado en reducción de gastos que acelere un ajuste del tipo de cambio real. Si esto se hiciera tendríamos primero una grosera profundización de la recesión y después vendría la etapa de una recuperación económica más sostenible, asentada en el crecimiento exportador (el cual seguramente necesite de más apertura y devaluación). La estrategia de Cavallo no corrige el problema competitivo ni es capaz de generar (aunque sea por un tiempo) una reversión de los capitales externos. En este contexto un déficit fiscal enorme que no encuentra financiamiento externo, continuará presionando a la baja el crédito al sector privado o al debilitamiento de las reservas del sistema financiero. En un caso significa la implosión del sector privado. En el otro una crisis financiera a plazo fijo.
Es tiempo que nos demos cuenta que el mago heterodoxo agotó su repertorio y nos dejó con la boca abierta, cosa que no ocurrió porque vimos salir un precioso conejito de la galera sino porque apareció Freddy Krueger diciendo que nos quiere dar el beso de las buenas noches.