Hay que prenderle una vela cada Santo para que Brasil no vuelva a devaluar y que Mr. Greenspan no aumente mucho la tasa de interés porque el atraso de nuestro tipo de cambio ya alcanza a niveles peligrosos.
Seguidamente se hará uso de las dos medidas de tipo real de cambio que son habitualmente presentadas en la literatura sobre tipo real de cambio.
La primera es el tipo real de cambio (TRC) definido como el precio relativo de los bienes no transables en términos de bienes transables (TNT). Este sería el precio relativo que guía la asignación de los recursos entre los bienes no transables (ej.: peajes) y los transables (ej.: soja). Una suba en esta variable (apreciación o atraso cambiario), es un incentivo para que aumente la producción de no transables respecto de la de transables.
La segunda es el tipo de cambio multilateral (TCM) que captura la evolución de los costos en dólares (aproximados en este ejercicio por el IPC) de Argentina respecto de los que rigen en los países con los cuales comercia el nuestro (la muestra incorpora una sumatoria de países que representa más del 80% del total de nuestro comercio internacional). La idea subyacente en esta medición es la teoría de la Paridad del Poder Adquisitivo (PPP).
Debilidad
El TCM tiene alguna debilidad en cuanto a su relevancia macroeconómica en países exportadores de commodities como la Argentina, porque la capacidad de un país pequeño como el nuestro de afectar un mercado como el de las commodities que está cerca de la competencia perfecta es nula. Si somos tomadores de precios, no podemos afectarlos y si no podemos afectarlos pierde importancia comparar mis precios con los del resto del mundo.
Esta medida sí es relevante cuando el comercio es con bienes que pueden “diferenciarse” como el que ocurre en muchos de los países del primer mundo o como el que nosotros tenemos con Brasil, donde al productor local de textiles sí le importa y mucho cuánto es el costo laboral en Argentina versus Brasil. Dado lo significativo que ha pasado ha ser el Mercosur para muestro país, es importante evaluar mis precios contra los de ellos.
Hay un motivo adicional para sugerir esta segunda manera de medir el tipo real de cambio que es absolutamente “naif” y poco profesional: evitar que la presente nota sea descalificada rápidamente como “terrorista”.
¿Porqué? La primera versión del tipo real de cambio (TNT) y que probablemente sea más apropiada para describir la dinámica “macro” de una economía pequeña, exportadora de materias primas como la nuestra, muestra que hoy el atraso cambiario ya supera al pico máximo de Martínez de Hoz en la “estrafalaria” magnitud de 50%. Por su parte, el Multilateral (TCM) supera a la marca máxima de atraso cambiario de enero de 1981 en sólo 8%.
Paradójicamente, un tipo real de cambio como el TCM que parecería menos relevante desde el punto de vista macro que el TNT para un país como Argentina, describe mejor la “sensación” de atraso cambiario. Nadie dudaría que la apreciación real en Martínez de Hoz fue de 91% (TCM) en vez de 27% (TNT) y hoy suena poco serio pensar que el “sobre-atraso” respecto del pico máximo de la “Tablita” es de 50% en vez de 8%.
En cualquier caso, lo claro es que ya hemos superado el “umbral” de atraso cambiario que era enero de 1981, que siempre será recordado por haber dado comienzo a una de las peores décadas de la historia económica contemporánea de Argentina y que tuvo como “cierre” la hiperinflación.
Evidentemente, llegar a los niveles de apreciación (atraso) cambiaria de enero de 1981 es una especie de “turning point”. En los ’80 dio comienzo a devaluaciones masivas y a una década de una inflación promedio anual del 300% por mes aún sin considerar a 1989 (si se lo toma en cuenta se eleva a más de 500%). Hoy, hemos iniciado un proceso deflacionario que ya lleva 4 años consecutivos y a veces da la sensación de que no estamos lejos de una economía en la “Trampa de la Liquidez”.
Precios mayoristas
Un motivo esencial por el que el atraso cambiario medido por el TNT da 50% y el medido por el TCM es del 8% respecto del ya atrasado TRC de enero de 1981, pasa esencialmente por el diferente comportamiento de los precios mayoristas en los primeros tiempos de la “Tablita” y de la convertibilidad. A su vez, esto se debió a la distinta apertura comercial que hubo en ambos planes.
La apertura de la convertibilidad, al lado de la de Martínez de Hoz fue una apertura en serio, a pesar de haber estado lejos del “first best”. Esto hizo que el IPM estuviera “planchado”. Pruebas al canto. Apenas lanzada la “Tablita” la inflación mayorista era de 140% anual. Doce meses después había bajado nada más que a 130%. Tomando doce meses desde el lanzamiento de la convertibilidad, la inflación mayorista pasó de 150% anual a 4%. Impresionante.
La apreciación real que se ha producido durante la convertibilidad según ambas medidas del tipo real de cambio (TRC) respecto del promedio de la década de los ’90 es muy importante: del 75% según TNT y de 120% según TCM.
Además importa la gran velocidad con la que se logró: en apenas 2 años desde el propio lanzamiento de la convertibilidad. Obviamente que se podrá argumentar que nuestra economía ha tenido grandes ganancias de competitividad. La respuesta a ello sería una pregunta ¿qué tipo de mejora en la competitividad hemos tenido que el desempleo supera el 14% desde hace 6 años?. Como mínimo media “rara”.
Y aquí surge una pregunta más ¿cómo es posible que el atraso cambiario esté en el orden del 100% dentro de un plan (lo mismo ocurrió con Martínez de Hoz) que abrió de una manera muy significativa la economía y usó a la fijación nominal por ley del tipo de cambio como “ancla”?
Descartando la respuesta poco seria de que tanto las ganancias de competitividad (Balassa-Samuelson) como la inercia inflacionaria (Cavallo la eliminó desindexando todos los contratos privados) fueron las que generaron la espectacular apreciación real del tipo de cambio ocurrida dentro de la convertibilidad (y también dentro de la “Tablita”), queda como única respuesta el problema de stocks de deuda privada y pública que se acumuló en ambos planes.
Endeudamiento
Cada vez que hemos estabilizado vía fijación nominal del tipo de cambio y con alguna apertura de la economía para “planchar” los precios, el comportamiento expansivo del sector público no cambió en demasía. No en vano tanto la “Tablita” como la convertibilidad han sido de los procesos de mayor endeudamiento real del sector público que se hayan conocido: u$s 30.000 millones (en 2 años) y u$s 60.000 millones (en 9 años con u$s 30.000 millones de privatizaciones) respectivamente.
La próxima vez deberíamos aprender que los atrasos cambiarios desmesurados son como la droga: es fácil y lindo entrar (suba del salario real, boom de consumo, cosecha récord de votos) pero salir de ahí es más difícil que “recular en chancletas”. Mirar sino el “matete” que tiene el actual Gobierno para mejorar la competitividad.
Nota Original: ÁMBITO FINANCIERO | 12/04/2000