El dólar quieto alrededor de los $ 3,60, la producción industrial creciendo respecto del mes anterior tres meses consecutivos por primera vez desde 1999, la inflación que no se detiene, pero que avanza a ritmo más lento y parece desmentir a quienes amenazan con la hiperinflación, la recaudación impositiva, que crecería alrededor del 15 por ciento. Casi un panorama para festejar.
Esa pareció la idea del ministro Roberto Lavagna, quien con estos argumentos habría tratado de fortalecer su posición apelando a la autoridad del jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof. Según las versiones menos favorables para el titular del Palacio de Hacienda, el supuesto inicio de la recuperación fue el argumento de Lavagna ya no para torcerle el brazo el presidente del Banco Central, Aldo Pignanelli, sino para salvar su permanencia en el Gobierno.
Pero, ¿existe la reactivación? A fin de cuentas la producción industrial mejoró y hasta se devaluó el dólar y aumentó el precio de las materias primas que la Argentina exporta, lo que debería favorecerla.
Sin embargo, hay quienes piensan que hay poco para festejar.
El Ieral de la Fundación Mediterránea lo dijo claramente en su informe al comentar la evolución de la producción industrial. "Todavía no se reúnen los datos suficientes como para poder afirmar que el sector entró en senda de crecimiento", señaló.
El economista y consultor Miguel Angel Broda prefirió pensar que se está encontrando el final de la caída, más que el inicio de la recuperación.
Si así fuera, el dato no es muy alentador. El nivel de producción industrial estuvo en junio 15,1% por debajo del mismo nivel del mismo mes de 2001, un año malo y recesivo. Y resultó 22% inferior al promedio anual de 1997, el nuevo año base para la medición.
Pero en Economía se envalentonan diciendo que de 12 bloques en que se desagrega el Estimador Mensual Industrial (EMI) del Indec, sólo tres estuvieron en junio por debajo del nivel de diciembre último, antes de la devaluación y la pesificación, pero cuando el corralito hizo colapsar la actividad.
Sin embargo, sólo dos alcanzaron el nivel de noviembre de 2001, el último de actividad financiera normal.
Sólo el bloque de papel y cartón, beneficiado por la furibunda devaluación que además lo resguarda de la competencia importada, parece -según las estadísticas oficiales- estar trabajando a un ritmo nunca visto desde 1994. El otro "recuperado", respecto de noviembre, pero que en junio produjo menos que en mayo anterior es el de refinación de petróleo.
¿Pero la devaluación del dólar frente al euro no será beneficiosa para la Argentina?
Para Felipe de la Balze, profesor de Economía Internacional del Instituto del Servicio Exterior de la Nación, "la devaluación del dólar tendría que ser beneficiosa para la Argentina porque, además, eleva los precios de las materias primas en dólares.
Y como la Argentina es básicamente un exportador de materias primas, debería ayudarla. Además, se hacen más competitivos nuestros productos en el área que no es del dólar, como la Unión Europea".
Pero para De la Balze la ruptura del crédito y los demás problemas financieros hacen que el efecto benéfico se desaproveche en parte.
"Que llueva es bueno para la agricultura, pero para eso antes hay que haber sembrado", ejemplifica. De paso: la sequía en las llanuras centrales de los Estados Unidos podrían complicar las cosechas y favorecer más la suba de precios de la producción agrícola argentina, según algunos analistas.
Pero De la Balze se niega a especular al respecto. "Para hacer esas predicciones hay que hablar con Dios, no conmigo", ironiza. Y aunque tampoco quiere arriesgar si el dólar seguirá por mucho tiempo debajo del euro, admite hacer algunas observaciones. "Lo que sí puede decirse, y fue muy buen expuesto por George Soros en uno de sus libros, es que las tendencias en las variaciones de las divisas no cambian rápidamente, porque aquí el aumento del precio, contra lo que se podría esperar, no reduce la demanda, sino que la aumenta", sostiene.
El problema para la Argentina es que el área sembrada de trigo se reducirá en algunas regiones hasta 20%, según los cálculos de la Sociedad Rural Argentina.
Y en el Gobierno ya admiten que si la última cosecha fue récord, la próxima estará no menos de 10 millones de toneladas por debajo.
De la Balze sostiene que esto ocurrirá hasta que el sistema de producción agrícola se adapte a los nuevos precios relativos.
El modelo tecnológico anterior, con la convertibilidad, abarataba los agroquímicos y encarecía la mano de obra. Pero no tiene dudas de que cuando se adapten a la nueva situación volverán a producir a niveles como los del pasado reciente.
¿Será así? Porque en el pasado, con el dólar "recontraalto", los niveles de producción eran mucho menores. Eso sí, la rentabilidad era mucho mayor.
En tanto, hay otras incógnitas.
¿Será para festejar que el dólar no esté aumentando alocadamente como hasta hace poco?
La estabilidad del precio, en un grado altísimo que encarece a valores absurdos cualquier artículo importado, parece no obstante dar algún nivel de tranquilidad.
Pero todo parece prendido con alfileres.
El Banco Central no ha dejado de perder reservas para mantener esa "estabilidad". La semana última llegó a mostrar un día un nivel temible, inferior a los US$ 9000 millones.
Por otra parte, el propio Banco Central paga cada vez más intereses por sacar pesos de la circulación para que no vayan al dólar a o a los precios.
Por tomar pesos a 14 días con sus letras (Lebac), la autoridad monetaria llegó a pagar la semana última 125% anual.
Esa puede ser un ancla, pero podría resultar tan pesada que no sólo detenga al barco, sino que además lo arrastre hacia el fondo.
Los precios parecen avanzar a menor ritmo, aunque en los primeros días del mes han continuado en suba. Probablemente esto sea producto de la desocupación. Los sectores productores de bienes perdieron en el primer trimestre de 2002 más del 15% de sus empleados formales. El sector de servicios se desprendió de más del 7% de los suyos.
Parecería que para poder evitar la híper el único plan que Lavagna tiene hasta ahora es el de la actual estabilidad, aunque ya se acumulan presiones por subas de salarios en el Estado. Las alternativas parecen el estallido económico o el político.
Las sombras de la híper y de la conspiración
Para economía, hay campañas
Las advertencias de que podría haber una hiperinflación han sido tomadas de muy mala manera por el equipo de economía.
El propio ministro Roberto Lavagna identifica esas advertencias con conspiraciones surgidas del sector menemista, al que acusa de querer forzar una dolarización, junto con sectores de la banca extranjera.
Aunque los precios han aumentado mucho desde la devaluación del peso, no ha habido como en momentos hiperinflacionarios un crecimiento constante y a ritmo creciente de todos los valores. Lo que los economistas llaman "espiralización" de los precios.
La clave es que no han aumentado los salarios, ni los públicos ni los privados, salvo por el otorgamiento de $ 100 a los del sector formal -que aún no se liquidó- y la promesa de incremento de las jubilaciones. Gotas en el océano, que no alcanzan ni de lejos a compensar a los sectores de ingresos fijos por la pérdida catastrófica de nivel de vida que les causó la devaluación.
Como dice José Luis Espert, "para que halla hiperinflación, hay que emitir, y si el Gobierno no aumenta los salarios públicos y no emite, no habrá híper, lo que no quiere decir que el dólar no pueda seguir subiendo, pero de lo que se trataría es de que esa suba no se traslade inmediatamente a los precios".
Sin embargo, el propio Espert advierte que el riesgo de adoptar ese camino "exitoso" es "que se incendie el país".