Sin acuerdo con el FMI, la Argentina había logrado en el corto plazo la estabilización de la tasa de inflación, la tranquilidad del dólar, la baja en la tasa de interés y el comienzo de la recuperación de la actividad económica y el empleo privado.
Todo esto fue posible gracias a que no caímos en la hiperinflación tantas veces pronosticada, después de la devaluación, por las “viudas” de la convertibilidad.
A su vez, la no hiperinflación se debió a la dura política fiscal y monetaria aplicada por el gobierno de Duhalde durante el segundo semestre de 2002.
Con sólo tener dos dedos de frente y seguir haciendo una férrea política fiscal y monetaria como hasta ahora, la Argentina podrá mantener aquellos logros durante la “foto” de 2003, y esto no depende del acuerdo logrado con el FMI.
Entonces, para el país y en el corto plazo, el acuerdo es irrelevante. Sin embargo, en el “aquí y ahora” para Duhalde y sus aspiraciones de poder, el entendimiento es un triunfo político muy importante porque se logra gracias a la presión y el lobby de la diplomacia argentina sobre algunos países clave del directorio del Fondo (los cuestionamientos técnicos del staff llegaron hasta el mismo momento de firmar el acuerdo, así que su cumplimiento no será fácil).
De todas maneras, los países no son sólo la foto de un año como puede ser 2003 para la Argentina.
Las naciones son una película de largo plazo y en ese sentido haber logrado el acuerdo con el FMI es esencial (obviamente si lo logramos mantener) porque hemos quedado un poco menos afuera del planeta de lo que nos dejó el destrozo y violación de contratos que hicimos en la primera mitad de 2002 a ahorristas domésticos (pesificación de los depósitos), a inversores extranjeros (pesificación de las tarifas de los servicios públicos) y a los acreedores externos (default de la deuda).
Enemigos de la civilización
Si no acordábamos con el FMI, hubiéramos quedado directamente en el lote de los países enemigos de la civilización, complicando mucho el mantenimiento de la estabilización macroeconómica lograda hasta ahora.
Y esto es independiente de que el gobierno que surja de las elecciones elija acordar o no con el FMI. De rechazar el acuerdo, todo se iría degradando de a poco porque no se puede vivir de espaldas al mundo que razona con la cabeza y no con los pies. De querer mantener el acuerdo, sin que se hubiera firmado ahora la prórroga de vencimientos, tendría que haber usado todas las reservas del Banco Central para pagar los atrasos con los organismos internacionales de crédito, y sin reservas ya sabemos el pandemónium que ha sido la Argentina. Si no, recordemos el fatídico 1989.
Nota Original: LA NACIÓN | 18/01/2003