La verdad puede no doler, pero en general ofende y a veces provoca las dos cosas. Probablemente este sea el caso cuando se concluye que pese a todo lo que se hizo en Argentina en los ´90 privatizando, abriendo la economía, desregulando, etc. los argentinos tenemos menos ingreso que hace 20 años cuando se acercaba el fin de la Tablita de Martínez de Hoz.
Para poder entender las líneas que siguen es necesario realizar algunas aclaraciones conceptuales. El Producto Interno Bruto (PIB) mide la cantidad de bienes y servicios reales que se generan dentro de las fronteras geográficas de la Argentina.
El Ingreso Nacional (IN) cuantifica la parte de esos bienes y servicios reales que queda en manos de residentes argentinos.
O sea, dentro de la geografía de Argentina pueden generarse, por ejemplo, $100 reales de bienes pero quedan en manos de argentinos sólo $93 porque hay $7 que van a parar a manos de extranjeros a raíz de los pagos de intereses de la deuda externa y de la remisión de utilidades de las filiales a sus matrices extranjeras.
Las cuentas que siguen realizan una corrección a la definición standard del Ingreso Nacional (IN) consistente en no considerar como un ingreso de argentinos proveniente de los factores del exterior al devengamiento de la renta de los capitales del sector privado no financiero. Este monto, que ya no está demasiado lejos de los u$s3.000 millones por año, es considerado en las cifras oficiales como un ingreso del país en la cuenta corriente de la balanza de pagos que luego aparece como una fuga de capitales si la renta no ingresa efectivamente a la Argentina.
En realidad, esta operación de balanza de pagos es puramente contable, en el sentido de que la parte de los activos que el sector privado no financiero de Argentina ha ido acumulando en el exterior y que obtiene algún rendimiento financiero, es como si fuera de extranjeros cuando se trata de cuestiones que tengan relevancia macroeconómica como explicar el porqué de la mufa que los argentinos tienen desde hace ya varios años independientemente de purismos contables por más razonables que sean.
Y es como si fuera de extranjeros porque las personas de carne y hueso que están detrás de esos rendimientos son inversores argentinos muy sofisticados que comenzaron a formar esos activos en el exterior en la época del terror macroeconómico de los ´80 por lo que la probabilidad de que esa renta vuelva a la Argentina es casi nula. Un corolario de esta afirmación es que todas las propuestas de repatriación de capitales de argentinos radicados en el exterior son ridículas. Esos capitales es muy difícil que retornen y si lo quieren hacer ya cuentan con los medios para ello aunque no haya blanqueo para que vengan.
De esta manera, el IN que se medirá es el ingreso de los asalariados argentinos y el de los capitalistas argentinos que no han fugado sus capitales al exterior, o sea, los que están endeudados hasta el cuello en términos netos. Los argentinos que tienen fugados sus capitales en el exterior no están afectados por lo que le pasa al IN de Argentina. Es como si aquél criollo que tiene la plata afuera está más allá del bien y del mal de la Argentina.
Veamos la descripción de los números.
La década del ´80, más conocida como la década perdida en materia económica, trajo una caída del PIB (columna 1 del cuadro adjunto) de 23% y una reducción del ingreso nacional real (en términos de bienes) per cápita (columna 2 del cuadro adjunto) del 28% cuando se compara 1990 con el mejor momento de Martínez de Hoz con la Tablita en 1980. Fue la década de las devaluaciones masivas de Sigaut, el caos macroeconómico con el cual convivimos en la época de Malvinas, la crisis de la deuda del ´82 y todo el proceso hiperinflacionario que sufrimos en los finales de los ´80. Luego vino la recuperación en los ´90 del 35% en el IN. El problema es que la caída del 28% se produjo desde el pico de la serie en 1980 y la recuperación del 35% es desde el piso de la hiperinflación, entonces hoy estamos con un IN 2,4% menor al de hace 20 años.
Más aún, toda la recuperación de la década del ´90 ocurrió en los primeros cuatro años de convertibilidad. En efecto, entre 1990 y 1994 el IN creció 37% y entre 1994 y el 2000 cayó 1,6%. O sea, desde hace 6 años que los argentinos no sólo no vemos ninguna recuperación en nuestros ingresos sino que hoy son menores a los de 1994 y hay otra cosa que llama más la atención todavía: la gran diferencia con lo que creció el PIB, 4,8% (lo que se genera dentro de la Argentina). Una barbaridad si pensamos que ese 4,8% se generó sólo en el lapso de 6 años. No en vano los argentinos están que trinan desde hace mucho tiempo debido a que todo el esfuerzo que ellos hacen para producir se evapora de sus manos girando dinero al exterior para pagar los intereses de la deuda externa y remitiendo utilidades a las matrices de filiales extranjeras.
Facilismo
Frente a ello cabe la tentación izquierdoza de no pagar la deuda para evitar que nos chupen la sangre; los de afuera. Gran absurdo. Si hoy el PIB está creciendo por encima del IN es porque al principio de los ´90 Argentina decidió una estrategia absolutamente equivocada de crecimiento basada en el facilismo del déficit fiscal financiado con entrada de capitales del exterior (deuda externa y privatizaciones) en vez de ir a superávit fiscal de entrada, el curro; del Mercosur en vez de ir a competir con el primer mundo y atrasar el tipo de cambio todo lo que se pudiera para tener los salarios bien altos y que el voto cuota permitiera ganar cuanta elección hubiera por delante en vez de tener el tipo de cambio bien alto para que fuera posible contener la furia prebendista y corporativa de los que quieren una economía cerrada como la que seguimos teniendo.
El problema no ha sido recibir mucha plata de afuera por la que hoy hay que pagar un montón de renta al exterior, sino el pésimo uso que se hizo de lo que entró debido a la cual hoy los argentinos escupimos los dientes para respetar nuestros compromisos externos. El mal uso esencial fue endeudarnos para financiar la compra de paragüitas de Taiwán como ya pasó con Martínez de Hoz, a raíz de lo cual atrasamos el tipo de cambio peor que en los ´80 y por eso tenemos fundido a medio sector de transables. Con una apertura de la economía casi inexistente, nuestra capacidad de repago de la deuda también lo es, sin parir previamente.
O sea, dado que elegimos el facilismo para crecer al principio de los ´90 en vez de la difícil del equilibrio presupuestario, la apertura en serio y el tipo real de cambio alto, hoy la difícil se ha impuesto de todas maneras de un modo nada simpático como es estar trabajando para los demás cuando se ve cuán diferente crece el PIB respecto de nuestro IN. La difícil termina imponiéndose de manera tan cruenta como la ley de gravedad. No se entiende entonces porqué cuando se pasa desde la vida privada, donde el esfuerzo es la regla, a la vida pública, todo se transforma en una cosa amorfa que si algo hace es que la ley de gravedad aparezca de todas maneras, pero anárquicamente causando graves daños a la gente. Ejemplo: todos los políticos sabían en 1988 que el estado empresario nos llevaría a hiperinflación, sin embargo, la mayoría decía en 1988 que privatizar empresas públicas era enajenar el patrimonio nacional. Conclusión: vino la hiperinflación, la gente la pasó peor que nunca en su vida y cuando los políticos vieron que desaparecían por la crisis social, dieron muestras de tener dos dedos de frente y privatizaron todo en tiempo récord. La ley de gravedad por las malas.
Como puede observarse en el cuadro adjunto, todo el crecimiento que tuvo el IN en los 10 años de convertibilidad ocurrió en los primeros 4 y desde hace 6 que no logramos salir del pozo. ¿Hay algo extraterráqueo que desde hace 6 años no nos permite arrancar? ¿O será que lo que vivimos en los primeros 4 fue una mentira? Los partidarios del facilismo que ha sido la convertibilidad no dudan en afirmar que estamos mal desde 1994 por culpa de la sucesión de crisis externas que comenzaron en 1995 con el Tequila. Son los mismos que no fueron capaces de ver una vaca adentro de un baño con el problemón fiscal que se estaba generando y hoy no tienen ningún pudor en hablar sobre el blindaje, la sostenibilidad fiscal, etc., etc., a pesar de que mezclan todo esto con la necesidad de hacer una reforma impositiva que baje los impuestos para congraciarse con la clase empresaria. En definitiva, tienen un verdadero corso a contramano.
La realidad es que la convertibilidad, en algunos aspectos básicos, ha sido una mentira. No se puede crecer en base a la deuda externa para financiar consumo porque sino pasa lo de ahora: nos queda a nosotros poco de lo que producimos porque no invertimos bien la plata que nos llovió en la época de las vacas gordas.
Nota Original: ÁMBITO FINANCIERO | 16/01/2001