El reloj de Cristina atrasa (*)

El año 2004 fue el de máximo superávit fiscal del “modelo productivo” con casi 4% del PBI. Desde 2005 en adelante, período en el que el kirchnerismo tuvo que revalidar los votos conseguidos en 2003, la situación fiscal no ha parado de deteriorarse a tal punto que hoy, con ingresos que superan a los de 2004 en más de $500.000 millones, tenemos un déficit de 2,0% del PBI, sólo 1% del PBI menos que el recesivo 2009.

Sin crédito internacional y sin requerir del crédito interno (y no afectar negativamente la actividad económica) para financiar el desequilibrio en las cuentas públicas, el gobierno recurrió a los viejos, gastados y decadentes expedientes de la confiscación de los ahorros privados (como cuando eliminó el sistema de capitalización) y del uso de las reservas y del financiamiento monetario del BCRA. Todas cosas que los argentinos hemos sufrido en épocas que preferimos olvidar.

Sin embargo, el gobierno de Cristina Kirchner, se ha empeñado en usarlos cada vez más intensamente, al punto que hoy, el Banco Central provee del 90% del financiamiento del déficit fiscal consolidado de la Nación más las Provincias.

Saliendo del ámbito de la política fiscal y yendo al del sector privado, éste también ha experimentado (y experimenta) una fenomenal expansión de su gasto. En primer lugar están los excepcionales precios de los productos que Argentina todavía la vende al mundo que le dan más ingreso disponible para gastar. Segundo, el gobierno sigue una política de tasas de interés bien negativas en términos reales (cuando se las compara contra la inflación) para que la gente no ahorre y se consuma “todo”: viajes, ropa, electrodomésticos, autos, ladrillos. Tercero, no nos olvidemos del tremendo impacto expansivo de corto plazo sobre el consumo interno del “inflador” salarial de la dupla Moyano-Tomada que ha hecho que los salarios en dólares ya sean iguales a los de diciembre de 2001, antes de que el dólar se multiplicara por cuatro en el primer semestre de 2002.

Con gasto fiscal y privado en ebullición, se produjo un boom de demanda interna que trajo aparejado increíbles crecimientos de la producción industrial (está 50% arriba de los años buenos de la convertibilidad), el comercio, la construcción (aún sin obra pública supera en 70% al período 1996-1998), etc. Por otro lado y como no podía ser de otra manera, las empresas han ganado dinero (hasta ahora) como hace mucho tiempo no lo hacían.

Obviamente que semejante salto de la demanda interna, provocó también un salto espectacular de las importaciones, sin que haya implicado ni implique, ningún desplazamiento de la producción nacional a manos de la “imperial” competencia importada. La mayoría de nuestras empresas siguen trabajando al límite de su capacidad instalada y generando ganancias altísimas.

Con fuerte crecimiento de las importaciones, el superávit comercial de 2011 (u$s 6.200 millones) tiende a ser la mitad de 2010 (u$s 12.000 millones), podría colocarnos cerca del déficit en cuenta corriente de balanza de pagos por primera vez en 10 años y ante la posibilidad de que las reservas del BCRA o no crezcan o caigan un poco.

Nunca ha ocurrido esto desde 2002, cuando nació el modelo llamado por la Presidenta “de acumulación, de matriz diversificada e inclusión social – MAMDIS”. De todas maneras, no es nada tan grave como para tirarse de los pelos (por ahora) y además sería absurdo e inconsistente hacerlo.

Es lógico que con semejante deterioro fiscal y consumismo privado (por la política fiscal, monetaria y salarial del gobierno) la tasa de ahorro doméstica se desplome. Con algo de inversión, sin entradas de capitales y tipo de cambio más o menos fijo, el financiamiento del déficit de las cuentas externas sería con reservas del BCRA. Causa y consecuencia. Nada más ni nada menos.

Pero en un intento de evitar la ley de gravedad descripta antes (el BCRA perdiendo reservas), otra vez Argentina vuelve a cerrar su economía a la competencia importada con las recientes y nuevas Licencias No Automáticas (LNA) que aplicó la Secretaría de Industria que conduce Débora Giorgi

¿Y si en vez de cerrar la economía se la abre fomentando las exportaciones deshaciendo todo lo que destruyó en el mercado agropecuario el Secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno?

O sea que para evitar que aparezcan las consecuencias naturales de su propia política “infladora”, el gobierno recurre a matar el poco libre comercio que tenemos con el Mercosur siendo la apertura (bien hecha, o sea, no atrasando el tipo de cambio) un elemento clave que el grueso de los países emergentes exitosos han aplicado.

En resumen, estamos experimentando otra vez, como en los ´70 y ´80, aunque en dosis más moderadas, con confiscaciones de los ahorros privados, un Banco Central proveyéndole todo el financiamiento y en la moneda que quiera al gobierno (cuando recauda como ningún otro en la historia) y cerrando la economía a la competencia importada, siendo Argentina una economía muy cerrada al comercio.

¿Nos estaremos creyendo en serio que el fracaso de la convertibilidad valida cualquier fracaso previo, mientras sea de signo ideológico contrario? Si fuera un disparate así, quiere decir que la santa soja que nos da el viento de cola, considerada por la Presidenta como un yuyo medio cocainómano, lo permite todo. Pero ¿lo perdonará?

(*) Publicada en la version impresa del diario La Nacion del Domingo 20 de Marzo de 2011, Suplemento de Economia y Negocios, página 6, http://www.lanacion.com.ar/1358583-el-reloj-de-cristina-atrasa

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José Luis Espert

Doctor en Economía

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