La aceleración de la inflación está acabando con la ventaja de un tipo de cambio devaluado que ayudó a Argentina a levantarse del colapso de su economía en 2001/2002, llevando a industriales y productores agropecuarios a reclamar una mayor depreciación del peso.
La situación parece poner en aprietos al Gobierno, que tiene en el anclaje del cambio una de sus principales herramientas para combatir a la inflación, según expertos, en momentos en que el gasto público y la cantidad de dinero circulante se expanden fuertemente.
Para economistas, una mayor depreciación del peso alimentaría la ya elevada inflación, por lo que recomiendan reformas para mejorar la productividad del país, como cambios en el intrincado sistema tributario para atraer inversiones, algo que el Gobierno no parece tener entre sus planes.
La aceleración de la inflación a un ritmo superior al de la devaluación del peso amenaza a industrias clave para la generación de divisas en Argentina como el turismo y el agro, según analistas, pero el Gobierno, que no reconoce una inflación elevada, asegura que el tipo de cambio está en niveles competitivos.
"La aceleración de la inflación comenzó gradualmente a consumir la ventaja cambiaria", advirtió en un informe reciente la consultora local Ecolatina.
El peso argentino ARSB= sufrió una violenta depreciación tras la crisis del 2001/2002, cuando estalló el sistema de convertibilidad que lo ató por una década al dólar estadounidense en paridad uno a uno.
Pero la moneda local desde el 2003 hasta el 2009 se depreció un 14 por ciento, mientras la inflación calculada por analistas privados en ese período fue de casi un 60 por ciento.
Para el 2010, se espera una inflación en Argentina de entre el 23 por ciento y el 30 por ciento.
En los últimos días, representantes de productores agropecuarios pidieron una mayor depreciación de la moneda, que aseguran ayudaría a aumentar la competitividad de los productos del país en el mercado global.
NEGATIVA OFICIAL
Pero acelerar la depreciación del peso está fuera de la agenda del Gobierno, según tajantes declaraciones del ministro de Economía, Amado Boudou.
"Si ellos piden quedarse con toda la renta a través de un dólar más alto (peso más depreciado), se perjudica el resto de la población. Sólo el 10 por ciento del agro saldría beneficiado", dijo Boudou. "Con la devaluación de la moneda ahí sí que habrá inflación", agregó.
El Gobierno de Argentina no reconoce oficialmente la inflación calculada por estimaciones privadas y reporta índices muy por debajo de ese nivel. Opositores, analistas y hasta empleados del instituto estatal de estadísticas acusan al ente de manipular datos en busca de réditos políticos y económicos.
Boudou dijo además que no habrá "ningún sobresalto" en el nivel del peso, indicando que el Estado "cuenta con la capacidad" para mantener la política cambiaria que el Gobierno define como de "flotación administrada".
Pero según el economista José Luis Espert, "acá lo que está en juego cuando se atrasa el tipo de cambio no es sólo la competitividad de la industria que compite con importaciones, sino la competitividad del turismo y el agro que son dos fuentes de divisas importantes para Argentina".
"El único ancla que tiene el Gobierno es clavar (fijar) el tipo de cambio para no tener más inflación porque está inflando todo el resto", agregó.
SIN AGENDA DE REFORMAS
Durante el 2009, la inflación real de Argentina calculada por analistas privados fue del 15 por ciento, una cifra que podría haber sido más alta si no fuese por la crisis mundial, que enfrió la escalada de precios.
Para este año se espera un crecimiento estimado de la economía en torno al 5 por ciento, lo que acelerará el alza de los precios al consumidor.
"A este ritmo de inflación, el peso se va a apreciar rápidamente. Hoy no creo que tengamos un problema de competitividad serio, pero tenemos un problema de inflación serio. Y eso te genera un problema de competitividad o te lo puede generar", dijo Fausto Spotorno, de la consultora Orlando Ferreres y Asociados.
Por eso, recomendó, "hay que pensar muy seriamente en generar más áreas de productividad, para ganar en competitividad. Lo cual implica un montón de reformas, porque ganar productividad implica mayores inversiones, menos impuestos".
Este tipo de reformas, concluyó Spotorno, permitirán a Argentina "ganar en competitividad genuina y no solamente por devaluación".