“Para bajar los precios hay que terminar con los sinvergüenzas, con los especuladores” afirmaba el flamante presidente del PJ, Néstor Kirchner, horas antes que renunciase el Ministro de Economía Martín Lousteau el pasado jueves 24, supuestamente por presentar un plan antiinflacionario (que de eso, sólo tenía el título).
La realidad es verdaderamente paradójica. El único problema del que habla el gobierno y gran parte de la sociedad es la inflación, aún cuando el Secretario de Comercio Guillermo Moreno niegue su existencia y el instituto nacional de estadísticas llegó, en marzo pasado, al absurdo de publicar deflación de precios en varios grupos de alimentos con respecto al año anterior. Un psiquiatra diagnosticaría un grave caso de esquizofrenia.
En el combate de precios K, la primera etapa (2005) fueron los acuerdos de precios light firmados por el entonces ministro Lavagna. Más tarde, hacia finales del año se puso límite mínimo al peso del ganado vacuno a faenar. Luego vino el matrimonio Miceli-Moreno que le dio un toque más denso, negro y espectacular apretando a los supermercados y accediendo a la estructura de costos (y proveedores de estos). 2006 fue el año de las prohibiciones a las exportaciones y los cierres de registro para exportar.
La última etapa (2007) ya se caracterizó por la destrucción de mercados. Se intervinieron el de Hacienda de Liniers y el Concentrador de Frutas y Verduras; se prohibieron las exportaciones de carne y se dificultaron las de lácteos. Luego se agregaron los subsidios a los molinos harineros, feedloteros, etc. Finalmente el “broche de oro” fue la intervención del INDEC, siendo su “prima donna” el IPC (índice de precios al consumidor).
“A la inflación la paramos controlando y haciendo seguimiento como se debe hacer. Teniendo un absoluto control entre todos, de los movimientos de los supermercados, de los mercados concentradores y de todos los que manejan la cadena de valor” afirmó Don Néstor, en una frase inolvidable, desde la liberal Mendoza el viernes 25.
Este ha sido el instrumento elegido por el kirchnerismo para combatir la inflación. Sin embargo, ésta se ha acelerado ininterrumpidamente desde 2004, arrancando de un crecimiento promedio de 4,4%, más que duplicándose en 2005 (9,6%) hasta alcanzar 15,9% en 2007 y cerca del 35% para mar-08. Queda claro, a la luz de los hechos (no de las ideas o juicios de valor) que la política antiinflacionario oficial ha sido un fracaso total.
Las causas de la aceleración inflacionaria son la política salarial (incremento de 180% nominal desde dic-01) y la de gasto público (suba de $250.000 millones) seguidas desde la homérica devaluación de comienzos de 2002. A manera de espejo de la inflación, la situación fiscal empeoró sucesivamente desde 2004 (al punto que en 2007 ya hubo déficit fiscal), liderada por la lógica proselitista que dominó las elecciones legislativas 2005 y presidenciales 2007. Fue acompañada adicionalmente por un aumento de salarios, en primera instancia por decreto, luego con aprietes políticos al evitar la salida de los camiones de los distribuidores y acusarlos de desabastecedores para que aumenten salarios, poniendo a la opinión pública en su contra.
¿Por qué no quieren Néstor ni Cristina Kirchner cambiar la estrategia antiinflacionaria de “darle gas” a la demanda interna y al mismo tiempo controlar precios (todo un absurdo)? Ellos saben perfectamente que para bajar una tasa de inflación del orden del 35% como hoy, la única opción es “enfriar”. No estamos hablando de Brasil, Chile y Uruguay que atrasaron algo el tipo de cambio para bajar tasas de inflación que estaban en un dígito cuando comenzó el boom mundial de los commodities en 2002.
El motivo es que una “desinflación” tiene costos en términos de pérdida de crecimiento (y de votos) en el corto plazo, lapso que es el único que parece importarle a la impresentable elite política que gobierna Argentina desde hace decenas de años. Lamentablemente, los estadistas han desaparecido hace rato de nuestra geografía.
De todas maneras, la estrategia de los Kirchner de no enfriar hoy es muy probable que termine provocando un enfriamiento más tarde o más temprano y ni siquiera es seguro que no ocurra antes de 2011 cuando termina el primer mandato de Cristina (la inflación se come los salarios reales – el consumo – o la ganancia empresaria – la inversión). Si este fuera el caso, hasta el momento del parate del crecimiento económico, seguramente el gobierno seguiría haciendo lo mismo que hasta ahora: prometiendo mejoras permanentes en los ingresos bajos, jurando hacer todo lo posible para mejorar la equidad distributiva, incluir socialmente a todos con un gasto público rampante, etc. O sea, aseverar día a día que el paraíso kirchnerista está al alcance de nuestras manos.
El tema cuando se produce este choque entre realidad (crecimiento cero o recesión) y expectativas sociales al rojo vivo, es que podría llevar a un desenlace como el que sufrió la Convertibilidad. Es bueno recordar que en agosto de 2001 el Congreso sancionó una Ley de Intangibilidad de los Depósitos y pocos meses más tarde los ahorros de los argentinos eran brutalmente confiscados.
Por lo tanto, lo ideal sería atacar la inflación a partir de las causas que primero la hicieron reaparecer (en 2004 la suba de precios fue de sólo 4,4%) y luego la aceleraron hasta convertirnos en el presente en una de las economías más inflacionarias del planeta (otra vez sopa): la política fiscal y salarial. Hoy el gasto público es el más alto de toda la historia argentina y es soportado por una presión impositiva sobre el sector blanco jamás vista en nuestro país y similar a la de los países ricos (todo un disparate dado que somos pobres). En un plan de “enfriamiento” el gasto fiscal debería crecer como máximo 0%. Por su parte, los salarios reales del sector blanco, hoy ya son 10% superiores en términos reales a los de dic-01 a pesar de una inflación que desde ene-02 a fin de año llegará al 200%. Cristina debería decirle a Moyano que de ahora en más los aumentos de salarios también serán de 0%.
A lo anterior habría que agregarle una estrategia comunicacional de parte del gobierno que blanquee parte del mamarracho que se ha hecho con el INDEC desde enero 2007 y le advierta a la gente de los enormes riesgos en términos de pérdida del crecimiento económico y choque de expectativas que puede provocar no hacer nada serio para detener la aceleración de precios.
(*)Nota publicada con el titulo "Enfriar el Bolero"