ELECCIONES GENERALES: / ¿Intervencionismo extremo, moderado o liberalismo “a lo gaucho”?
El moderado
Roberto Lavagna es tan mesurado que prácticamente nadie espera grandes sorpresas suyas. Pero la dio. Después de meses de especulaciones, el ex ministro de Economía de Eduardo Duhalde y de Néstor Kirchner anunció su postulación a la Presidencia argentina.
El denominado “artífice de la recuperación trasandina” es conocido por su pragmatismo y capacidad de tranquilizar a los mercados. Entre abril de 2002 y noviembre de 2005 (cuando “renunció a pedido del Presidente”), logró que el país creciera a una tasa de 8% entre 2003 y 2005, obtuviera superávit fiscal sobre 2,6% y lograra un exitoso canje de la deuda externa.
Sin embargo, a la hora de analizar su pensamiento económico, para los analistas las cosas no están tan claras. Primero, porque el número 3 de las encuestas después de Kirchner y su mujer, no ha dado a conocer un plan. Segundo, porque no poseería grandes diferencias con el Mandatario. “Sus diferencias con Kirchner son en el margen. No en el fondo”, afirma el economista argentino José Luis Espert, de Espert Consultoría Macroeconómica.
Como su ex jefe, defiende ideas heterodoxas. No cree en las recetas de mercado del FMI o el Banco Mundial, sino en que cada país encuentre su propio camino. Está a favor de un Estado más interventor y del manejo responsable de las finanzas públicas. Incluso a pesar de que para reactivar la economía entregó subsidios a la compra de bienes de capital, mantuvo un dólar caro para beneficiar a los exportadores, entre otras medidas.
Pero aquí vienen los “matices” con Kirchner.
Si bien Lavagna es un defensor del rol del Estado, critica el sesgo estatista que está adoptando el Mandatario. Se opuso a la renacionalización de Aguas Argentinas y siempre ha estado en contra de los controles de precios para combatir la inflación, su principal temor por estos días. “Para controlarla, Lavagna aplicaría una política monetaria efectiva”, dice el economista Fausto Spotorno de Orlando Ferreres y Asociados en Buenos Aires.
El ex ministro ha interpelado a su sucesora, Felisa Miceli por no poner en marcha un fondo anticíclico. Y aunque cree en el Mercosur como plataforma de integración de Argentina al mundo, está en contra del ingreso de Venezuela al bloque, por su cuestionable tono democrático.
Tiene una postura menos agresiva hacia los inversionistas. “Trascendió que era más dócil con los acreedores que Kirchner”, cuenta Fernando Laborda, editorialista de La Nación. Y hasta ha criticado la actitud del Presidente en la crisis del gas con Chile. “No se puede decir una cosa un día y al otro día hacer otra cosa, y menos cuando se dice en el nivel de presidentes”, dijo en una entrevista. Claramente un punto a favor para nuestro país.
“No puede ser un Estado inactivo, ni como el de ahora que se está metiendo en cuestiones empresariales, donde va a ser el socio bobo, minoritario, que va a poner la plata mientras los privados se llevan las utilidades”
Kirchner, ¿el Mesías?
Casi como un mesías, el actual Presidente Néstor Kichner parece el candidato seguro a la reelección en los próximos comicios.
Argentina es el único país latinoamericano con un crecimiento del 8,6% promedio anual -desde su punto más bajo el 2002-. Y eso deja felices a los argentinos que, luego de la crisis de 2001 – 2002 sólo esperan beneficios.
Sin duda el éxito popular de Kirchner en esta materia está marcado por un acontecimiento: su negociación de la deuda con el FMI. El pago de casi US$10.000 millones marcó un antes y un después en la figura del Presidente argentino.
No transó. Antes de comenzar abiertamente las negociaciones, Kirchner dio la orden al Banco Central de bloquear la cuenta con el FMI para evitar que éste retirara dinero de forma automática.
Luego se negó a usar reservas del Tesoro para pagar la deuda hasta que el FMI se comprometiera a aprobar la propuesta argentina. Finalmente, en diciembre de 2005, Kirchner anunció el pago de US$9.810 millones. Y así quedó “limpio” de la deuda de la crisis.
Desde entonces, casi nadie se acuerda que ganó la elección pasada con un 22% de los votos. Probablemente la que viene la gane por más.
Sin embargo, la política intervencionista del Presidente argentino se basa en medidas que no necesariamente se sustenten al largo plazo. La pregunta es hasta cuándo durará el crecimiento.
El aumento inmoderado del gasto público -que este año llegó casi al 30%- y su uso poco transparente asustan a los expertos. “El manejo discrecional del gasto, por ejemplo, las transferencias discrecionales que se dan a provincias, suenan más a clientelismo político que a asistencia social”, comenta el analista y presidente del CEP, Mario Teijeiro.
Además, el tema del control de precios no es sustentable a lo largo del tiempo. “Hay un tratamiento discriminatorio al sector agropecuario. Esa idea de darle alimentos baratos a la masa poblacional a la cual la industria le da empleo”, explica Teijeiro. Es este tratamiento, entre otras cosas, lo que tiene frenada la inversión.
Pero todo sea por la inflación, que llegó a un 9,8% el año pasado. Porque estas medidas, lejos de ir en declive, van en pleno crecimiento.
De hecho, con la intención de repetir la inflación de un dígito, el gobierno argentino dispuso el jueves pasado un millonario subsidio para los productores de bienes de canasta básica. ¿Cómo se financiará? Con un aumento en las retenciones a la exportación de soja.
Pero la gente es feliz. Y los costos económicos parecen muy lejanos del pueblo, que sólo ve los resultados. Y estos funcionan, al menos en lo que respecta a los últimos años de bonanza económica.
“Las segundas partes siempre fueron malas”, dijo el ex ministro de Kirchner y ahora candidato a la Presidencia, Roberto Lavagna, sobre un potencial segundo gobierno del actual Primer Mandatario argentino.
La alternativa de derecha
“El Berlusconi argentino”, le dice la prensa. “El gran gerenciador”, los analistas. Lo cierto es que hasta el minuto, con la nebulosa encima de las candidaturas presidenciales, Mauricio Macri es el más posible candidato de la Propuesta Republicana (PRO), en las urnas.
Descendiente de una familia de empresarios industrialistas, el Presidente de Boca representa la “actitud capitalista pragmática, pero con condimentos que tienen más de sentido común que de ideología”, explica el economista Carlos Melconián.
En este sentido, la “derecha” argentina dista mucho de lo que en Chile se entiende como derecha. A 9 meses de la elección aún no existe un programa concreto de medidas.
Porque aunque el gran ideólogo económico de la derecha fue Ricardo López Murphy, sus propuestas hoy “más restan que suman” para una potencial alianza opositora.
En extremo liberal -plantea medidas drásticas como la liberalización de las barreras para el comercio exterior, la reducción radical del gasto público y la eliminación del control de precios-, López Murphy no se ajusta a la cuota de populismo necesario que en Argentina es vital para ganar una elección. De hecho, aparte de su tibio tercer lugar en las presidenciales de 2003, el 2005 se presentó como candidato a senador por la provincia de Buenos Aires y volvió a perder. “El PRO es una alianza donde hoy tiene más costos deshacerse de él, que mantenerlo. Por eso sigue”, cuenta otro analista.
En ese sentido, Macri es más moderado. Aunque comparte con López Murphy su visión liberal de la economía y su poca confianza en la intervención del Estado -esa es la gran diferencia con Lavagna-, hay matices en donde ambos topan. Por ejemplo, la apertura al comercio internacional. López Murphy es amigo de los TLC y la rebaja arancelaria, más allá del MERCOSUR; Macri no. “En la Argentina existe una mentalidad predominante de proteger lo nuestro. Esta idea del peronismo ha subsistido incluso en sectores de derecha, donde existen algunos empresarios muy industrialistas y antilibre comercio como podría ser el caso de Macri”, señala el economista Mario Teijeiro, Presidente del Centro de Estudios Públicos.
Si hay algo claro es que en un potencial -y poco probable- gobierno de centro derecha, se eliminarían los controles de precios y se buscaría reducir la inflación con medidas macro, lo que tendría un efecto “desinflador” del tipo de cambio. “Lo que tendrían es una política de mayor moderación de gasto público y de menor agresividad de salarios por decreto”, explica Teijeiro. Además, vaticinando que el panorama internacional sustente que Argentina siga creciendo al 8%, las bondades del crecimiento probablemente serían ocupadas para reducir impuestos y no para aumentar el gasto.
El tema es que, dado el actual intervencionismo, medidas radicales descompensarían la economía y podrían sumir a Argentina nuevamente en la crisis, por lo que existe consenso en la derecha en que los cambios habría que hacerlos paulatinamente.
Nota Original: DIARIO EL MERCURIO | 15/01/2007